jueves, 7 de enero de 2016

Calentamiento Global t el Derrumbe de las Utopias II Parte

“Examiné todas estas cosas, y cómo los hombre luchan y pierden la batalla, y cómo aquello por lo cual habían luchado se logra a pesar de su derrota, y cómo, cuando esto llega, resulta ser diferente de aquello que se proponía, y cómo, cuando esto llega, resulta ser diferente de aquello que se proponían, y cómo otros hombres han de luchar por aquello que ellos se proponían alcanzar bajo otro nombre” William Morris. Utopista del siglo XIX.   


“Pero sí el sistema democrático no puede resolver este problema, lo intentará probablemente con una dictadura: Después de todo se trata de temas  como el control de la población mundial. Llevamos ya 300.000 años en este planeta y nos hemos gobernado de diferentes maneras.  Las más exitosas y efectivas era la tribu y el sistema de clanes, no las dictaduras ni las democracias.” Denis Meadows. 2013.   (Coautor  del  best seller  “Los límites del Crecimiento”, editado en 1972.)



“Es más factible que la humanidad se acabe por la misma estupidez humana que por su propia evolución”  Steve Jones, Genetista Ingles. 2008
“Pienso que es necesario esperar siempre lo improbable. Ello supone un acto de confianza, de esperanza sobre ciertas capacidades genéticas de los individuos  y del conjunto de la sociedad” Edgar Morín. “2008



Los investigadores, hombres de ciencia, filósofos, que superan las visiones fragmentadas del conocimiento y la disyunción entre ciencia y filosofía, buscando  integrarlas es  una visión total de  la realidad en  un  marco crítico y crisico, con impresiones, a veces,   apocalípticas, son vistos en las sociedades como seres extraños, poco creíble a sus argumentos y aseveraciones, tildados de agoreros,  escandalosos, aventureros, temerarios y hasta de locos. Así ha pasado con personajes históricos desde mucho antes de la modernidad, como fue el caso de Tomás Moro, quién en 1516 describió al mundo futuro como  un lugar imaginario llamado Utopía altamente organizado, equitativo y sin conflicto.  El mismo Cristóbal Colon cuando llegó a tierras americanas en 1492 escribió en sus diarios que encontraba un lugar de clima agradable y gente amable  que no necesitaba cubrir su cuerpo, especie de ángeles venido de otro mundo que vivían en paz.  Sin embargo todo esto quedó para la historia porque la evolución humana y sus procesos civilizatorios se encargaron de desmontar esos sueños utópicos  y hacer tangible su tránsito por la tierra  con el desarrollo de la técnica y la honda huella testimonial de los modelos civilizatorios pasados y presentes. Hoy estamos en la era de la modernidad y no hay posibilidades de regreso. El triunfo de este modelo de desarrollo está tanto en Occidente como en Oriente, Norte y Sur, con sus diferencias y similitudes. Es posible que se salven algunos pueblos muy pequeños que conservan tradiciones de vida originarias  en armonía con la naturaleza, pero desafortunadamente no tienen gran incidencia para el conglomerado universal que le rinde culto al dinero, el consumo,  idolatra los avances tecnológicos y  la energía eléctrica contaminante.  Denis Meadows, el célebre investigador de “Los límites del Crecimiento”  que hace cuarenta años alertó al mundo sobre la situación mundial y el futuro que nos espera,  con respecto al atrabiliario desarrollo técnico-industrial-demográfico-alimentario, señala “40 años más tardes, lamento decir que básicamente no hemos hecho nada,.. Los fenómenos como el cambio climático y el hambre son simplemente los síntomas de una enfermedad de nuestro planeta, que lleva inevitablemente al final del crecimiento. Cuando se le pregunta ¿Qué es lo que está fallando?, el responde sin equívocos: “La fórmula básica de la contaminación por CO2 consta de cuatro elementos. El primero, el número de personas en la Tierra. Esto se multiplica por el capital por persona: cuantos coches, casas y vacas per cápita, para dar el estándar de vida en el planeta. Esto a su vez se multiplica por un factor de uso de energía por unidad de capital, es decir cuanta energía se necesita para producir coches, construir casas y alimentar vacas. Al final se multiplica por la cantidad de energía que procede de fuentes fósiles. .. Si queremos que la carga de CO2 baje, el resultado total de esa multiplicación debe reducirse”.  Pero, estaremos dispuestos a romper con el modelo civilizatorio contemporáneo, a cesar en la producción de vehículos, a cambios drásticos en el uso de la energía fósil, a detener el crecimiento demográfico, al equilibrio entre riqueza y pobreza, opulencia entre países desarrollados y los mal llamados subdesarrollados, etc.  Meadows, termina con un razonamiento escéptico de cierto modo fatalista: -Habría que cambiar la naturaleza del Hombre. En lo básico estamos programados exactamente igual que hace 10.000 años. Si uno de nuestros ancestros era atacado por un tigre, tampoco estaría preocupado por el futuro, sino por su supervivencia inmediata. Mi preocupación es que por razones genéticas no somos capaces de tratar cuestiones a largo plazo como el cambio climático. Mientras no aprendamos a hacer eso no hay manera de resolver todos estos problemas. No hay nada que hacer”.  Sin embargo, aunque estas sentencias son lapidarias y casi que irrefutables, no podemos olvidar que la tienda no se puede cerrar mientras exista vida y halla gente preocupada que se congregue y quiera hacer algo.


Sabemos que la pasada Cumbre sobre el calentamiento Global fue solo una alerta del problema a nivel mundial y los diferentes países se comprometieron a reducir los gases tóxicos que producen el efecto invernadero y el calentamiento global, aunque  las buenas intenciones no bastan. Recientemente en Nueva Delhi, capital de la India, se inició un plan para reducir sus elevados niveles de contaminación del aire limitando el número de autos que pueden circular por sus calles, considerando que dicha ciudad es la más contaminada del mundo, según informe de la Organización Mundial de la Salud. Se calcula que hay 7,5 millones de vehículos y muchos funcionan con diésel,  además de la quema en zonas agrícolas y su cercanía al desierto de Thar también influye en la contaminación. Por su parte el reconocido premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz  está consciente del grave problema al escribir detalles sobre el costo del cambio climático: “el cambio climático puede propiciar una variabilidad mayor del tiempo atmosférico, una posible desaparición o un importante cambio de dirección de la corriente del Golfo –particularmente preocupante para Europa- y un aumento de las enfermedades. Cuando participé en 1995 en el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, se encontraron pruebas abrumadoras de concentración en la atmósfera de gases que provocan el efecto invernadero y que habían experimentado un marcado aumento desde el comienzo de la revolución industrial y la actividad humana había contribuido en ello en gran medida, lo que tendría efectos profundos en el clima y los niveles del mar, pero fueron pocos quienes vieron, por ejemplo, que la fusión del casquete del hielo del Ártico fuera tan rápidamente como ahora parece serlo.  Termina su opinión señalando una serie de medidas urgentes que deberían tomarse, como son que los contaminadores paguen el costo completo del daño que causan, creando un impuesto a la contaminación (por dióxido de carbono). Allí se refiere a las Compañías Petroleras como la Exxon, que más bien parece celebrar la fusión del   casquete de hielo polar, porque reduciría el costo de la extracción del petróleo que yace bajo el océano Ártico. El problema está que el daño irreparable al planeta no  tiene precio, es impagable, la cuestión  sería el cambio de energía fósil petrolera   por otras energías no contaminantes como la eólica, la solar, etc. 


Finalmente el célebre Edgar Morín, quien no se da por vencido a pesar de estar consciente de los graves daños ocasionados al planeta a consecuencia de una ciencia que si bien ha producido saberes nuevos que revolucionan nuestro conocimiento del mundo y mejorar nuestras propias vidas, a la vez desarrolla una gigantesca capacidad de muerte, por ejemplo, la muerte nuclear (dada la diseminación de armas de destrucción masiva) y la regresión humana asociada a la degradación de la biosfera provocada por nuestro “desarrollo”


En ese sentido Morín apunta que “el desarrollo ha permanecido ciego, durante mucho tiempo, a la degradación ecológica que aún sigue provocando industrias contaminantes, ciudades contaminadas, ganadería y piscicultura industrializadas; ha puesto y pone cada vez más en peligro la biosfera, debido a la sobreexplotación del petróleo  y del carbón, a la deforestación y a la desnaturalización provocada por los cultivos y la ganadería industrializados.” Sin embargo uno de sus últimos libros (2010) se titula: LA VIA para el futuro de la humanidad, donde hace un análisis bastante completo y compacto sobre la realidad del mundo en todos los ámbitos del quehacer humano, perspectivas y las reformas que debería aplicarse para preservar la vida en el planeta. Esta visión compleja, integral y de conjunto es parte de lo que debería hacerse desde los gobiernos nacionales, regionales y locales. Hay que repensarlo todo, Debemos volver a empezar. Es preciso, a la vez, globalizar y desglobalizar, crecer y decrecer, desarrollar e involucionar, conservar y transformar. En las reformas ecológicas se plantea la necesidad de una nueva educación que resucite la relación hombre-naturaleza  vinculándolo con nuestro destino, y finalmente, a replantearnos a nosotros mismos. Ser ciudadanos conscientes, críticos y sensibles frente a la contaminación ambiental, sus recursos naturales renovables y no renovables, el consumismo dependiente y superfluo  auspiciado por el mercado capitalista, la reforma del pensamiento y la educación para superar la disyunción absoluta entre los humano y lo natural producto del racionalismo técnico-occidental y de la influencia antropocéntrica judeocristiana; las nuevas formas de energía, la eólica, la solar, la fotovoltaica, la geotérmica, la mareomotriz, el empleo útil e inocuo del hidrógeno con fines energéticos.



Se impone una eco-política planetaria que preserve la biodiversidad y los bosques, proteger y aumentar los territorios verdes, la fauna terrestre, de mar y cielo y reducir la agricultura industrializada que contaminan los suelos, las aguas y los alimentos. Proponer respuestas al calentamiento global desde lo más sencillo que puede hacer el ciudadano de forma voluntaria u obligatoria hasta las políticas públicas de mayor alcance de protección y cuido ambiental. Por ello es que Morín no se queda en el asombro y la resignación de lo que está sucediendo y no le teme a jugar a posiciones paradójicas entre conceptos y contenidos fuera de todo dogma e ideologías doctrinarias, en ese sentido confía que en los seres humanos las aptitudes autotransformadoras afloran en las crisis cuando las cosas rígidas se dislocan o frente al peligro. Creo, dice, en la posibilidad genérica de una nueva universalidad por la vía de la integración de las diferentes civilizaciones del Norte y del Sur, del Este y el Oeste.

De modo que esta propuesta utópica está por verse en un mundo tan convulsionado, divergente y tan desigual en modelos de desarrollo civilizatorios. Apostamos, eso sí a reformas concretas.