viernes, 19 de febrero de 2016

DE LA MODERNIDAD A LA POSMODERNIDAD.

DE  LA  MODERNIDAD  A  LA  POSMODERNIDAD.  Angel Gustavo Cabrera




“Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé…En el quinientos seis y en el dos mil también “CAMBALACHE,  Enrique Santos Discépolo

“Estoy cada vez más convencido de que los conceptos de los que nos servimos para concebir nuestra sociedad  -toda sociedad-  están mutilados y desembocan en acciones inevitablemente mutilantes.”  Edgar Morín.  El Método.  Tomo I  La naturaleza de la naturaleza.


“El peligro de la técnica no reside únicamente en la índole mortífera  de muchas de sus invenciones sino en que amenaza en su esencia al proceso histórico. Al acabar con la diversidad de las sociedades y culturas, acaba con la historia misma”  Octavio Paz. In/mediaciones
Algunos historiadores ubican el inicio de la modernidad con la llamada Revolución Industrial en Inglaterra,  a finales del siglo XVIII,  sin embargo  creo que las bases precursoras están presentes  desde El  Renacimiento y el florecimiento de la cultura, las artes, los descubrimientos  geográficos  y científicos, ocurridos varios siglos antes. Surge la ciudad como centro de ´poder sobre el campo. Escribe Ernesto Sábato En “Hombres y Engranajes” lo siguiente: “El fundamento del mundo moderno es la ciudad; la sociedad resultante es dinámica, liberal y temporal. En este nuevo orden prevalece el tiempo sobre el espacio, porque la ciudad está dominada por el dinero y la razón, fuerzas móviles por excelencia. La dinámica es una rama moderna de la física, contemporánea de la industria y de la balística del Renacimiento; los antiguos sólo habían desarrollado la estática.” Más adelante agrega: “Desde el renacimiento, la ciencia y la filosofía se habían lanzado a la conquista del mundo objetivo. Aspiraban a develar las leyes que rigen el funcionamiento del Universo, para ponerlas al servicio del hombre”.   De tal manera que entre los siglos XVIII y XX la modernidad tiene su absoluto dominio en casi todo el planeta. Sus características así lo definen: Surgimiento de la Ilustración; Fin del absolutismo y la concentración del poder en manos del Rey; Se abren las compuertas de los derechos  individuales, la libertad de pensamiento, la iniciativa privada y la igualdad de los ciudadanos frente a la ley. Es la era del capitalismo donde la razón y el dinero son los verdaderos promotores del desarrollo de la ciencia, la tecnología y el “progreso”, es en la práctica su fin último.  Una ciencia que estudio el universo, la naturaleza y extrajo de allí los grandes fenómenos y los incorporó a la gran maquina técnica-industrial a partir de los grandes inventos. Edgar Morín señala: “En el siglo XIX occidental, sobreviene una metamorfosis interesante en el seno de las megamaquinas sociales: estas se industrializan, creando y desarrollando, primero en algunos sectores, después en todo el tejido social, las máquinas artificiales de prótesis. La máquina artefacto emprende su vuelo” Entonces vemos como desde la invención de los artefactos eléctricos y manuales caseros sustituyeron, por una parte, la intervención manual e intelectual del hombre y lograr  el bienestar humano sin mayor esfuerzo. Incluso hasta intervenciones quirúrgicas para remplazar órganos humanos. Pero esto no es todo, la modernidad introdujo cambios significativos en los medios de transporte, producción alimentaria, la gran industria paso a una fase transnacional, surge la explosión de conocimientos, las disciplinas, especialidades y enfoques científicos; La naturaleza perdió el carácter divino o semi divino de las culturas originarias para convertirse en un simple medio; el crecimiento poblacional es inusitado igual o superior al crecimiento económico; El hambre, las guerras mundiales, y entre naciones, por interés económicos y  territorial, el trabajo asalariado, la contaminación ambiental, el uso de la energía petrolera en sustitución del carbón; las diversas formas de ejercicio político del poder (democracias, dictaduras, regímenes autoritarios, etc.), el racismo, el apartheid africano, el neocolonialismo y la independencia de nuevas naciones, la fase imperialista  de las grandes potencias Estados Unidos y la Unión Soviética. Todo este proceso, que comenzó hace tres siglos, deja un paisaje desolado, árido, poco esperanzador. Escribe Rigoberto Lanz en su libro “El discurso Posmoderno. Critica de la razón escéptica” una interesante reflexión:   “Buena parte del malestar posmoderno de las elites en el mundo entero proviene del inocultable desastre al que conduce el modelo tecnológico imperante. El estado de cosas es suficientemente aterrador para andar con eufemismo. A tal punto que podría pensarse sin necesidad de escandalizar que el globo terráqueo marcha ineluctablemente a un colapso ecológico. Un modelo eco-depredador que esta estructuralmente articulado a la esencia de la civilización occidental, impera hoy impávidamente  en todos los confines de la tierra. Solo la sensibilidad ecologista, logra aquí y allá ciertas restricciones al proceso de degradación ambiental.” 
Sé que mucha gente se está preguntado: ¿Cuál ha sido el costo de todo lo logrado en los últimos siglos XIX y XX?  Si, nadie niega los grandes logros en  el asunto tecnológico, la población crece aumentado su edad cronológica, la explotación agrícola y pecuaria, el control de las enfermedades, mayor producción alimentaria, la comunicación globalizada, la producción de vehículos, artefactos eléctricos variados, y un largo etcétera. Pero el costo de todo este proceso material es lo que conlleva a la gran crisis de la modernidad. Veamos la lista que registra Aramis Latchinian, un uruguayo de amplia experiencia sobre Gestión Ambiental en su libro “Globotomía”: “… Una lista bastante comprensiva podría estar integrada por: 1.- Cambio Climático y calentamiento global; 2.- Destrucción de la capa de ozono. 3.- Pérdida de la Biodiversidad. 4.-Crisis energética y crisis alimentaria; 5.- Contaminación de los Océanos. 6.- Escasez y mal uso del agua. 7.- Degradación de suelos fértiles y desertificación. 8.- Destrucción de selvas y bosques tropicales. 9.- Lluvia ácida. 10.- Acumulación de desechos tóxicos. Sin duda esta lista es incompleta, pero la omisión más clara es la de efectos globales sobre el medio antrópico, es decir, sobre elementos propios y exclusivos del hombre, de su cultura; aspectos vinculados a hábitos de consumo, de alimentación y de pobreza, a procesos de urbanización entre otros” 


Todo esto es producto de una concepción de desarrollo que se instaló con la llamada modernidad y el surgimiento del capitalismo-socialismo. Tanto la ciencia como la herencia cultural religiosa trabajaron en una sola dirección: separar al hombre de la naturaleza, el paradigma de la simplificación-disyunción ha hecho estragos en el pensamiento y método científico porque ha separado sin unir las disciplinas y a interesado al hombre solo  por su bienestar, el lucro, sus comodidades, su afán depredador, dejando a un lado e ignorando otros tantos elementos de la naturaleza que también tiene vida. Con acierto dice Edgar Morín en el  1er tomo de “El Método: La naturaleza de la naturaleza que: El pensamiento simplificante ha llegado a ser la barbarie de la ciencia. Es la barbarie específica de nuestra civilización. Es la barbarie que hoy se alía con todas las formas históricas y mitológicas de barbarie”.  Por su parte la cultura religiosa no solo se ha plegado a estos modelos de desarrollo, siendo más bien cómplices y sostenedores del estatus quo, sino que han perpetuado dogmas y ortodoxias vacías de contenido con la realidad y el devenir histórico.
Entonces llegamos a la era posmoderna del siglo XXI  con más desconcierto  dramático  que  esperanzador, con más pesimismo que utopías posibles, con más alienación que rebeldía, con más dominación que libertad, con más oscuridad que claridad. El escritor mexicano Octavio Paz señala: “Asistimos al crepúsculo del futuro, la baja de la idea de Modernidad y la boga de una noción tan dudosa como postmodernidad…”   Esto significa que si bien es cierto que hay una crisis de la modernidad y su virtual muerte, tampoco la posmodernidad puede resultar ser la salvación porque sus senderos y horizontes son los mismo de la modernidad aunque existan propuestas pocos escuchadas y leídas que se asumen como criticas de lo que hasta ahora se ha construido. El filósofo  Gilles Lipovestky en su libro “La Era del Vacío” señala que “El posmodernismo es solo otra palabra para significar la decadencia moral y estética de nuestro tiempo”. Más adelante agrega que “el posmodernismo no es más que un grado suplementario en la escalada de la personalización del individuo, dedicado al  self service  narcisista y a combinaciones caleidoscópicas indiferentes”.

Es decir cuánto le interesa lo que está sucediendo con el calentamiento global y sus son consecuencias a la vida en el planeta. El individuo está más pendiente del consumo, de su personalización hedonista, es posible que estemos atravesando por un proceso de mutación antropológica, un nuevo estadio del Homo Politicus y nacimiento del Homo Psicologicus, pendiente de su ser y bienestar. Algo así como vivir en el presente y no en función del pasado y del futuro, pérdida del sentido de continuidad histórica.
El filósofo Edgar Morín tiene una posición frente al  debate modernidad-posmodernidad. Se trata de superar el paradigma cartesiano que separó el pensamiento del ser; el sujeto del objeto; el observador del objeto que estudia; el espíritu de la  materia; el hombre de la naturaleza. Todo ello trajo como consecuencia la preponderancia de la razón y de la certeza, una visión parcelada del conocimiento, se fortaleció la ciencia clásica y la separación entre la física, la biología y la antroposociología. Morín se plantea varios puntos claves que forman parte del pensamiento complejo: 1.- Necesidad de situar todo en el contexto planetario, inherente a la era planetaria en que vivimos. 2.- La comprensión del problema del conocimiento del mundo como una necesidad a la vez intelectual y vital. 3.- La urgencia de una reforma del pensamiento y la enseñanza que tenga en su centro la complementación del pensamiento “que aísla” todavía dominante con el pensamiento que une, el pensamiento complejo, que reconstruye en la mente lo “que esta tejido junto”. 4.- La urgencia del aprendizaje sobre cómo tratar la incertidumbre. 5.- La comprensión del Universo como campo de acción de una relación dialógica (antagonismo, competitiva y complementaria) entre orden, desorden y organización. 6.- En verdad que pensamos que no podemos aislar los objetos unos de otros, en última instancia todo es solidario. Si tenemos sentido de complejidad, tenemos sentido de solidaridad. Más aún tenemos sentido del carácter multidimensional de toda realidad. 7.- La idea de la complejidad incluye la imperfección, porque incluye la incertidumbre y el reconocimiento de lo irreductible y finalmente la simplificación es necesaria pero debe ser relativizada. Es decir yo acepto la reducción consciente que es reducción, y no la reducción arrogante que cree poseer la verdad simple, por detrás de la aparente multiplicidad y complejidad de las cosas.  
Estas premisas permitirían una visión de conjunto para un nuevo paradigma científico, debería fraguarse un replanteamiento, más profundo, incluso, que el del Renacimiento. Hay que repensarlo todo. Debemos volver a empezar. Basta analizar ese género humano posmoderno, para ver que no sintoniza con una conciencia ecológica: Es individual y narcisista; interesado en su ego y sus problemas inmediatos; pendiente de modas y consumo; es pragmático y alejado de movimientos sociales, ecológicos, culturales; desenvuelto en la cultura del hoy digital, las redes sociales y superficial en los grandes problemas que atañen a la humanidad; abierto a la cultura de masas y la televisión como espectáculo de entretenimiento. Son estas las razones que nos hacen pensar que mientras no cambie esas actitudes, vamos hacia el barranco como humanidad, y con ello arrastramos una  civilización entera. Viva el homo  consumus, pareciera ser el lema del hombre posmoderno.
  
                                                             Las horas han perdido su reloj. 

                                                                                              Vicente Huidobro