domingo, 28 de enero de 2018

LA PESTE ROJA LLEGA A VENEZUELA


“Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo pestes y guerras cogen a la gente siempre desprevenidas”   Albert Camus. Tomado de “La Peste”





“La enfermedad del poder. Un hombre que solo sabe imponer su idea” Marguerite Duras.
“Escapad gente tierna, / que esta tierra está enferma: / y no esperes mañana/ lo que no te dio ayer, /Toma tu mula, tu hembra y tu arreo. /Sigue el camino del pueblo hebreo/ y busca otra luna.” Extracto de una la canción “Pueblo Blanco” de Joan Manuel Serrat. 1970






“…El señor le dio el nombre de una tienda…Juan apuro el paso mientras me decía “el huevo es como el oro, ya no se consigue casi”. A fin llegamos a la tienda e hicimos larga cola de aproximadamente dos horas”. Jean Pablo López. Del libro: “La revolución de las miserias”  Cuba.
“Calculan en veinte el número de desaparecidos al zozobrar una embarcación ligera cerca de las costas de Curazao. Es el primer accidente en el que pierden la vida tantos venezolanos. Génesis Vásquez, esposa de Jóvito Gutiérrez, uno de los pasajeros, manifestó que ante los venezolanos no tenían necesidad de salir de país ni arriesgar la vida para conseguir alimentos y comida, y poder levantar la familia”. Tomado del El Nacional del 12 de enero de 2018.
“Acabados los años de las vacas gordas, llegaron los de las flacas, sin haberlo previsto. Una vez más privaron en la era chavista los criterios culturales del Estado mágico. Y su resultado es esa tragedia de grandes proporciones que se desarrollan ante nuestros ojos”  Margarita López Maya. El ocaso del chavismo. Venezuela  2005-2015
Recuerdo  a mi madre campesina el dolor que le causaba perder a sus gallinas y hasta el gallo del corral. Era que cuando se moría una, las demás caían como barajitas, una tras otras. Yo era un niño y no me explicaba porque todas se morían si se veían tan bien  y cuando le preguntaba a mi mamá, ella me decía: “es que llegó la peste hijo y no se salva ni una” Pero yo era muy preguntón y replicaban, ¿mamá,  pero de donde viene la peste?  ¿Quién la trajo? Y ella cariñosamente me respondía: “Hijo ese es el viento y los tiempos malos del verano, es el diablo que sopla esos aires malos”. Pero yo seguía preguntando. ¿Pero mamá porque no buscamos al cura de la iglesia para que te santifique el corral y así espantamos al diablo? “Hay hijo tu si inventas”,  me respondió sin darme soluciones. Al siguiente año me di cuenta que mamá compraba un remedio y las inyectaba en el muslo y ya no se murieron más sus gallinas ni el gallo.
Hoy hago una similitud con estos tiempos y me pregunto ¿De dónde proviene esa peste que no conocíamos,  que ha convertido el país en una verdadera tragedia nacional?  ¿Quién o quiénes son los responsables? ¿Cuál sería el antídoto para eliminar esa peste roja?
Esa peste se instaló en el país a partir de 1999, cuando un militar ocupó la silla de Miraflores. Al inicio llegó en sana paz hablando de democracia y respetando la división de los poderes. Luego interpretó el sentir de muchos y habló de una nueva constitución a través de una constituyente. El pueblo eligió a los representantes para discutir esa nueva constitución y al final resultó casi la misma, pero más ampliada en las garantías y derechos sociales, económicos, culturales y políticos de la sociedad, incluso referendo revocatorio por sí los políticos lo hacían mal, es decir una maravilla. Lentamente la peste se fue deslizando como una cascabel con medidas oficiales como:  de expropiación de tierras; empresas alimentarias privadas estatizadas; inicio de la llamada hegemonía comunicacional y más adelante cierre de RCTV por órdenes del comandante; cadenas televisivas diarias con él comandante; creación de las milicias bolivarianas; creación de las llamadas  misiones educativas y de salud controladas políticamente con personal cubano; importación de alimentos por el estado;  control político-ideológico de las fuerzas armadas; agresión a parlamentarios y voces disidentes que no comulgaran con su pensamiento ideológico calificándolos de escuálidos, como una expresión peyorativa;  violación al derecho a manifestar incitando a la Fuerza Pública a utilizar a usar la violencia a través de las bombas lacrimógenas, identificadas por el comandante como  “gas del bueno”; reconocimiento a funcionarios militares  que reprimieran  a los manifestantes; se declara a PDVSA y así sucesivamente a todas las empresas del estado ROJA ROJITA, lo cual  significaba que los trabajadores perdían su independencia política y estaban obligado a seguir los lineamientos políticos y asistir a todo los eventos que convocaran para apoyar al comandante; transformación  del poder judicial para colocarlo de rodillas al comandante; creación de la Gran Misión Vivienda Venezuela con un uso proselitista e ideológico; ventajismo abierto con dineros del Estado para las campañas electorales del comandante y sus acólitos, en  la cual el CNE se hacían los sordos ante los reclamos opositores; inicio peligroso de las inhabilitaciones políticas a dirigentes con grados de popularidad; etc. Y lo más importante, La ley no escrita en ninguna parte pero tacita de culto a  personalidad y  de procedencia rusa-cubana: EL COMANDANTE TIENE LA ULTIMA PALABRA. Además que ese comandante trajo la peste de Cuba, ofrecida por el otro comandante que le dijo: “Hijo, ya estoy viejo, te dejo mi legado y secretos con la peste roja.







De tal manera que esa peste roja se fue introduciendo subrepticiamente en el cuerpo social de Venezuela minando todas sus estructuras, el comportamiento de venezolano cambio casi sin darse cuenta,  ni hacerse la pregunta que teníamos antes de la llegada del comandante, probablemente por lo que dice Margarita López Maya al referirse al estado mágico del boom petrolero que vivió el comandante en la primera década del siglo 2021. No éramos una sociedad feliz pero habíamos alcanzado un modo de vida satisfactorio y modesto, envidiable para muchos en el concierto internacional: emigración baja, equilibrio entre los diversos sectores y capas sociales, reformas democráticas lentas pero sostenidas, pluralismo democrático parlamentario, libertad de expresión, garantías educativas formativas, periodismo democrático, valor de trabajo y el empleo como medios de progreso social y de ascenso social, políticas sociales para los sectores más empobrecido  dependiendo de las fluctuaciones del mercado petrolero, impulso de los sectores de la economía (primario, secundario y terciario), etc. Ese fue el país que teníamos para 1999. De aplicarse profundas reformas estructurales respetando el estado de derecho y legitimando la democracia, corrigiendo los entuertos en la economía por una economía más sana y productiva, menos dependiente de petróleo, no tuviéramos el país que tenemos hoy, en bancarrota con una hiperinflación del 13.000 % y una caída desmesurada de Producto Interno Bruto.







La peste roja ha extendido sus tentáculos de manera absoluta. Para hegemonizar con un pensamiento totalitario ha monopolizado toda la vida institucional, económica, cultural y política de país. Ha habido grandes y tenaces resistencias teñidas de sangre, pero han sido insuficientes porque la peste roja ha avanzado demasiado en casi veinte años, ya el cuerpo social está debilitado, y ha estado avanzando en los últimos años para dar el zarpazo final con el nuevo equipo gobernante, que dejó como presidente al que señaló el comandante antes de morir en La Habana, en el año 2012. Este presidente no se ha detenido, ha avanzado con más claridad, impulso y violencia dictatorial para imponerse eliminando a quien se le atraviese por delante con los hombres e instituciones escogidos.

Como mi madre, que encontró un antídoto para eliminar la peste de sus gallinas y el gallo y no lo dejo a la gracia divina, ¿Será que los venezolanos, sus hombres más preclaros y luchadores encontraran una salida que recupere el cuerpo social de lo aún queda sano? O ¿tendremos que resignarnos a morir ante los déspotas y barbaros en pleno siglo XXI?   Un país que se muere de mengua, de penurias, de colas, de aburrimiento, de pobreza extrema, de una población que huye, ante un discurso oficial  envenenado, parasitario, mortal. Como la novela de Juan Rulfo titulada “Pedro Paramo”, en la cual Pedro Paramo se sentó a las puertas de su gran hacienda y por inanición vio morir a todos sus habitantes. AMANECERA Y VEREMOS.