martes, 15 de diciembre de 2020

NAUFRAGIO EN ALTA MAR

 

NAUFRAGIO EN ALTA MAR



Huían de un país que los ahogaba, donde los niños le dicen a los padres que tienen ganas de irse porque están flaquitos. Huían de un país que la política ha convertido en un peñero a la deriva y a un punto de estallar contra la primera roca que lo hiera. Huían de un país donde no hubo lugar para vivir con la dignidad que alguien le prometió y ahora son alimentos de los peces… A los náufragos de Güiria no los mato el mar.” Willy Mckey.

El naufragio de Güiria es el naufragio de nuestra Venezuela que lleva más de veinte años ahogándose en el oprobio que mata sin piedad, arrebatando vidas y sueños. No es la diplomacia indolente de Trinidad la responsable, aunque tiene su cuota en esta tragedia. Los venezolanos que mueren en el mar son los mismos que mueren a diarios en sus hogares con las neveras vacías de alimentos o en los hospitales sin medicinas y sin atenciones  Jorge Carvajal.

El padre Jesús Villarroel, director diocesano de Cáritas Carúpano Sucre, confirmó a Radio Fe y Alegría que eran 25 los tripulantes en total que iban en el peñero, y que una de las víctimas tenía tatuado en su cuerpo los nombres de sus padres, se trata de Gabriela Subero y deja huérfano a dos niños pequeños. Para el religioso es una problemática que se agudiza en esta zona de Güiria en donde prevalece altos índices de desnutrición, de pobreza, de inseguridad, de precariedad, de pocas fuentes de empleo”. RADIO FE Y ALEGRIA. Noticias Venezuela.



Diecinueve barcos/ de formas humanas/ corazones latiendo/ sangre venezolana/ sueños libertarios/ escape del infierno/ turbulentas olas/ hundida esperanza/ dolor familiar/ las preguntas arden/ mientras el tirano/ sonríe satisfecho/ de su obra criminal/ Llora VENEZUELA/ el dolor de Güiria/ las olas vienen/ las olas van/ Siento deseos/ de matar          Poeta Venezolana Olga Díaz Díaz. Título: GÜIRIA



Yo me pregunto ¿Alguien sabe dónde queda Güiria?  ¿Sabrá que es una pequeña población ubicada en las márgenes de la Península de Paria en el extremo noreste de Venezuela? Consultando a Wikipedia nos dice que es una ciudad de aproximadamente 40.000 habitantes, considerado un importante puerto sobre el océano atlántico y centro económico de la Península de Paria, muy cercana a las zonas de explotación y explotación de las áreas gasíferas del Golfo de Paria, donde numerosas empresas estatales y privadas tienen proyectos en desarrollo. Güiria es la capital del Municipio Valdes del Estado Sucre y fue fundada en 1767. Sabrán nuestros lectores que también es conocida como TIERRA DE GRACIA, identificada así por nuestros conquistadores y colonizadores en el siglo XVI motivado a su belleza, a lo gentil de sus primeros pobladores. Los guireños son gente alegre, les gusta las notas musicales del Steel Band, género musical que aprendieron de su estrecha relación con Trinidad, igual con las parrandas y fiestas navideñas. Viven de la pesca artesanal e industrial, de la agricultura y posee  una biodiversidad en la vegetación y la fauna, de allí la presencia del Parque Nacional Península de Paria.



Sin embargo, esa visión idílica que todavía registra las páginas de Internet hoy no es real. Güiria y todo el Estado Sucre presenta un panorama desolador. El desarrollo económico está paralizado, la empresa privada quebrada, la agricultura en ruinas, la desocupación y el desempleo es desesperante y la pobreza reina por doquier. Y no es el COVIT 19 el causante de las penas sino la bestial dictadura de Nicolás Maduro y su equipo gobernante, desde las autoridades nacionales, regionales hasta las municipales. La complicidad y la corrupción completan el cuadro.  El drama nacional se cuadruplica en este pequeño Estado oriental. Los güireños de la era democrática tenían poco pero no se acostaban sin comer, sus servicios y necesidades de vestir, compartir sus fiestas, etc. las tenían cubiertas. Son pueblos modestos, humildes, trabajadores y alegres, como es la vida en los pueblos venezolanos. Su estrecho vínculo comercial con Trinidad y Tobago les proveía de recursos que ellos no producían. Nunca, como ahora, fueron expulsados de territorios vecinos porque estaban tranquilos en su terruño de origen. Ahora, hasta la posibilidad de protestar está prohibida, como en todo el país. La llamada “revolución socialista” tiene un olor nauseabundo, pestífero. Es un trago amargo que tienen que soportar. Ya no les queda llanto.



Esas son las razones que los hacen huir de su pequeña tierra, como en toda Venezuela, buscando un destino mejor, un lugar que les provea de trabajo y sustento para la familia. A veces soportando explotación y esclavitud por estar en negro, es decir sin papeles en regla. Es la incertidumbre como destino pero con la esperanza que mañana llegará el pan. 



Como aquel viejo dicho muy criollo que “el venezolano es del tamaño del compromiso que se le presente”,  25 güireños escogieron el 06 de diciembre para zarpar en un peñero a las 8.30 de la mañana. Quizás pensando,  que el reto valía la pena para ganarse un dinerito y  no pasarla tan mal en diciembre.  Era domingo y no presagiaba mal tiempo. Se hicieron la señal de la cruz y se encomendaron a Dios que los protegiera para llegar sano y salvo a Trinidad. El bote estaba identificado por un letrero que decía “MI ESPERANZA”, que precisamente era la que ellos tenían. Los tripulantes dejaban allí familia, hijos, amigos y toda su historia de vida, con el deseo de regresar cuando la situación mejorara en Venezuela. Más no se supo de ellos. Pasaban los días y todo indicaba que el viaje había sido un éxito, hasta que el sábado 12 de diciembre las redes sociales informaban que “al menos 19 venezolanos migrantes, entre ellos dos niños, murieron ahogados mientras intentaban viajar en un bote hasta Trinidad y Tobago en busca de un mejor futuro”. Los cadáveres fueron recogidos por guardacostas que se encontraban a siete millas náuticas de la Península de Paria. Lo que ya está confirmado es que  lograron llegar a la isla de Trinidad y Tobago y  al ser  rechazados y expulsados por las autoridades militares trinitarias tuvieron que regresarse y cuando apenas estaban a mitad de camino de regreso se quedaron sin gasolina y el bote quedo a la deriva, lo cual en un mar encrespado  hizo zozobrar la débil embarcación. Había  antecedentes,   el pasado 22 de noviembre de 2020 El Gobierno Trinitario deportó 16 menores y 9 adultos, que a consecuencia del reclamo de una fiscal tuvieron que regresarlos por el amparo de los Derechos Humanos y los Convenios Internacionales.



Esta situación de migrantes hacia la Isla no es nueva, sobre todo en este proceso de diáspora que se da en todo el territorio venezolano, el problema es el peligro por las frágiles embarcaciones y los obstáculos de la mar por las condiciones del tiempo, que son muy cambiantes. Entre abril y mayo de 2019 desaparecieron más de 60 personas en tres embarcaciones que viajaban hacia Trinidad y Tobago (dos botes partieron de Güiria y uno de Falcón). A un año y siete meses los familiares desconocen donde están sus seres queridos. Lo asombroso de todo esto es que huyen a una Isla que tiene sus problemas económicos, agudizados por la pandemia, pero que el dinero que logran ganar vale mucho más que en Venezuela.



Hoy queda como pantomima, como paradoja absurda, como mueca del destino el nombre de Tierra de Gracia. Convertida en Tierra de Desgracia por sus malos hijos, victimarios, delincuentes que enterraron la democracia, el progreso y la modernidad so pena del sufrimiento y la muerte de sus habitantes. Para la tiranía madurista le interesa ahora culpar a los medios de comunicación, a la oposición y a los Estados Unidos, además  de inculpar a un venezolano  en la persona que les alquilo el peñero o embarcación como para tratar de identificarse con los deudos, pero nada dice de los motivos que los impulso a correr el peligro. Hipócritas y fariseos que pretenden, hasta en eso, emular al régimen castrista con los balseros cubanos. Además qué están en contubernio con los gobernantes de la Isla de Trinidad y Tobago.   NINGUN REGIMEN FASCISTA LO HACE como la dictadura cubana e iraní.

 


Escribe el periodista venezolano Román Losinky  lo siguiente: “Cuando hace 22 años se hablaba de “el mar de la felicidad”  y se ponía como ejemplo la salida en balsas desde Cuba a Miami buscando una mejor vida, el país todo decía: “no vale, eso aquí no va a pasar nunca” Y pasa. Y miren que pasa. Se compara esta situación con Siria, teniendo orígenes muy distintos los problemas, y destinos distintos las almas”.  

Ya para este martes 16 de diciembre de 2020 se han logrado identificar 19 cadáveres de 21. Ellos son: Giomarys Jaime (18), Angel Subero (30), Yunior Salaverria (18), Pedro Aguilera (23), Fiannelys Moreno (34), Dariangelys Martinez Rausseo (2), Dulce Pérez (22), Juana Caraballo (67), Roxy Rigaud (19), Analize Martínez (6), Ines Subero (34), Raudelys Salazar (23), Gabriela Subero (33), Dylan Astudillo (3), Claudis Esteban (21), Josaidis Díaz Acosta (26), Edwin Patines (8), Santos Sucre (38), José Natera (33). Falta por identificar dos cadáveres. Sin comentarios, solo señalar, la gran mayoría jóvenes y tres niños, todos sometidos a ese infierno en alta mar.




El periodista y escritor Willy Mckey escribe una larga crónica titulada: A LOS NAUFRAGOS DE GUIRIA NO LOS MATO EL MAR, de cual extraigo el siguiente texto:




A los náufragos de Güiria no los mató el mar. Se lanzaron al agua buscando tan solo su derecho a una vida normal, atando esa misma vida a un hilo que ahora tiene que dolernos porque nos está apretando en la garganta, en el pecho, en las manos.   En la culpa

En una geografía de aguas inversas a la cubana, tenemos muertos que desde tierra firme intentaron alcanzar la isla que les quedaba más cerca, sin importar el problema del idioma y del desprecio, si aquello significaba poder comer y vivir honestamente del trabajo. Y el gobierno de esa isla, con una crueldad que no podemos permitirnos olvidar, los devuelve al agua como quien se quita de encima un problema ajeno, convirtiendo la política exterior la política exterior en una de esas planchas que en los barcos piratas equivalían a la pena de muerte. A los náufragos de Güiria no los mato el mar.

Es una afirmación que debemos repetirnos como una oración, como un mantra, como un rito sonoro que nos ayude a soportar la pena de ver los cuerpos secándose a la intemperie, el día en que la Península de Paria se pescó la muerte de tantos.

Una Península. Viene a la memoria, de manera automática, la definición en tono escolar, con olor a tiza: una península es una porción de tierra rodeada de agua por todas partes, excepto de una que la une al continente. Virgilio Piñera, poeta cubano, alguna vez se atrevió a definir las angustias de una isla como <<la maldita circunstancias del agua por todas partes>>. Hoy, después de los náufragos de Güiria, somos menos que ese verso de Piñera. Somos una península a la que llegan nuestros muertos flotando y comidos por los peces. ¿Cuál es el brazo de tierra que nos mantiene pegados al Continente, a esos que nos contiene?

¿Cómo se pide en una mesa de redacción cualquiera que se midan porcentajes de abstención o participaciones populares después de que estos muertos flotan a nosotros? ¿Cuál es la noticia que puede jerarquizarse por encima de este horror sin desenlace?  ¿Qué estamos muertos?

A los náufragos de Güiria no los mató el mar.



BASTA DE INDIFERENCIA DE VENEZOLANOS ADENTRO Y AFUERA. ESTAS NAVIDADES TENDRAN UN SABOR AMARGO.