CRONICA DE UN QUINCEAÑERO VENEZOLANO PRESO
“Maduro no solo ha
condenado a nuestros hijos al exilio, la pobreza y la falta de oportunidades;
también a la violencia y a la cárcel, sin importar su edad o procedencia. Ha
violado los derechos de los adolescentes y su dignidad, <<separándolos de
sus familias y condenando al terror, no solo a estos muchachos, sino a sus
padres y amigos>>” María
Corina Machado por Instagram. 02 de septiembre de 2024.
“Hoy mi hijo cumplió un
mes detenido. Pude verlo y lo note muy triste. Se pasa el día llorando y hoy me
enteré que le da su comida a otros presos porque ya no quiere comer. Mi hijo me dice: “Mamá, sácame ¿Por qué estoy aquí si no he hecho nada
malo?” Me pregunta que es un terrorista, ni siquiera sabe lo que significa eso.
¿Qué va a saber mi hijo mi hijo de terrorismo? Declaraciones
de Carmela. 30 de agosto de 2024. BBC. News Mundo.
“Hasta ahora no habíamos
visto una práctica más grotesca que la
detención masiva de niños y adolescentes, los han acusado de terrorismo, los
han obligado a retractarse de sus ideas, incluso a grabar mensajes de apoyo a Maduro.
¡En que alma cabe esto! Niños y familias marcados por esta horrible vivencia.
Frente a semejante crueldad la reacción de la sociedad venezolana y del mundo
entero fue rotunda e inmediata. Fue tal la reacción que el propio régimen tuvo
que retroceder y liberar a la mayoría de estos muchachos, este pasado fin de semana. Pero en todo el
mundo Maduro lleva ya un estigma en la frente: SECUESTRA NIÑOS. Toda esta presión no hizo reaccionar, pero el
alivio que nos produce no reduce ni un ápice la indignación por lo que hicieron,
porque además aún quedan muchos muchachos presos y miles de hombres y mujeres
inocentes detenidos…” Extracto de un
audio enviado por las redes por María Corina Machado. Martes 03 de septiembre
de 2024.
JUAN CARLOS es un adolescente que acompañó a su
hermano Manuel en la campaña
electoral reciente apoyando la candidatura de Edmundo Gonzáles Urrutia. Estuvo
muy cerquita de María Corina Machado en
una concentración gigantesca que se realizó en Coro, capital del Estado Falcón. Manuel de 35 años, nunca le gustó el chavismo, sus padres aunque no
militaban en ningún partido político, su madre simpatizaba por Chávez, mientras
que el padre no le agradaba militares golpistas y mucho menos de tendencia comunista. La gota que
rebasó el vaso fue el cierre de RCTV,
de lo cual Manuel decidió inscribirse en el Partido Primero Justicia. Por su parte Juan Carlos nació y creció en ese ambiente familiar donde la
política no faltaba en discusiones cotidianas,
sin embargo sus estudios de bachillerato le consumían su interés. Por
supuesto que estaba identificado por un cambio ya que era imposible no estarlo.
La precariedad económica en el hogar, la muerte de su abuela materna por falta de medicinas y atención adecuada;
el deterioro educativo en su liceo con una inasistencia a diario de profesores
y personal administrativo; las quejas permanentes de los vecinos y tantos
amigos que se habían ido del país. Todo eso fue caldo de sustancia para
acompañar a su hermano en marchas y algunas reuniones donde lo que hacía era
puro escuchar.
Y llegó el día tan ansiado, ya su hermano había asistido en
la madrugada del viernes 26 de julio
como testigo de mesa por la Plataforma Unitaria Democrática a preparar las
urnas y asegurarse de que las maquinas no habían sido manipuladas. El domingo a
las 5 am Juan Carlos fue el primero en
levantarse, ambos estaban emocionados, su madre les preparó café y les preparó
unas arepas rellenas con queso y mantequilla. Al llegar al Centro Electoral se
sorprendieron pues ya había una fila de gente esperando. Mientras Manuel se encargaba adentro de la organización
conjuntamente con los otros miembros del CNE y otros testigos, Juan Carlos se quedaba con unos amigos en la organización de la cola y de ayuda logística
de manera espontánea. Así pasó todo el día, desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. Todo
transcurrió con normalidad hasta el cierre de las mesas y hacer el escrutinio
manual que consiste en abrir las urnas y contar papelito por papelito para
cotejar el dato con el de la máquina. Así que los testigos llamaron a los
ciudadanos a presenciar el conteo y observaron que en el resultado final
cuadruplicaba la sumatoria de los votos de Edmundo por lo de Maduro. Era una derrota aplastante sin lugar a discusión. El problema se presentó
cuando los representantes del CNE se
negaron a entregar las copias con el argumento que había recibido una orden
desde Caracas por Whatsapp, a lo que Manuel se impuso y le dijo: “Tú
sabes que un audio no está por encima de la ley, aquí está el artículo 337 del Reglamento de
Procesos Electorales que dice el derecho que me asiste a una copia original de las
actas de escrutinio firmada por todos los testigos electorales” Esto
fue aplaudido y producto de la firmeza y el ambiente un poco caldeado, los fiscales del CNE le entregaron las
actas. Con el acta totalizadora se fueron a la calle a leer los resultados
en voz alta: “Nicolás Maduro, 195 votos;
Edmundo González, 1.046 votos”
Con ese resultado aquello parecía un 31 de diciembre a
medianoche, se abrazaban, gritaban de alegría, voceaban consignas y hasta
cantaron el himno nacional dos veces y la canción Venezuela. Serian como las
diez cuando Manuel le dijo a su hermano Juan Carlos: “Vámonos hermano a casa a
resguardar las actas en el carro de un amigo, esto vale oro, ahora las van a
pasar buscando. Desde la casa vamos a
seguir los resultados por la televisión o por las redes, te aseguro que este
resultado fue así en toda Venezuela. Así que llegaron a su casa, saludaron a
los vecinos, sus padres atentos lo
esperaban para celebrar el triunfo y esperar los resultados con paciencia. Bajo
un ambiente de tensión escucharon al Presidente del CNE aquellos resultados
adversos, fue como un baño de agua fría y todos dijeron: “Nos robaron las elecciones, son
unos delincuentes, eso no es verdad, hay
que protestar” Allí lloraron de la rabia y salieron a la calle, observando
que no eran ellos solos sino una multitud que protestaba airadamente y clamaba
por irse a las plazas públicas y lugares emblemáticos donde observaban que llegaba más y
más gente. De repente escucharon ruido de motorizados lanzando disparos
al aire y más atrás la policía bolivariana y la Guardia Nacional lanzando
bombas lacrimógenas. Todo se convirtió en una baraúnda, gritos y llantos
desesperados, gente que caía en el pavimento con disparos a quemarropa. Manuel
y su hermano Juan Carlos lograron escapar y decidieron resguardarse en casa de un amigo hasta el día siguiente,
preocupados por la violencia desatada por motorizados anónimos y posteriormente
la policía y la Guardia Nacional.
Casi al mediodía del lunes 29 llegaron a su domicilio, sus
padres estaban desesperados pensando que les había pasado algo. Al rato llegó
un amigo del PSUV, hablaron sobre el
asunto y le reconoció el triunfo de Edmundo. Después le dijo: “Hermano,
tú y yo podemos tener diferencias políticas, pero me llegó el pitazo que te
andan buscando para meterte preso y hacerte responsable de esta protesta de
calle, acuérdate que fuiste testigo electoral de la oposición”. ¿Y qué
hiciste con las actas? me preguntó: “Ya
las entregue, están a buen resguardo y además las subí a las redes como me ordenaron”,
le respondí. Y se dieron un abrazo de despedida. Mientras hablaba con sus
padres y tomaba una decisión, un hombre con una camioneta Hylux aparcó frente a
su casa, bajó y se quedó mirando durante una hora la casa con una actitud amenazante. Así que convino con sus padres y
hermano salir del país porque si lo capturaban lo podían desaparecer o
someterlo a largos años de cárcel, simplemente por ser testigo electoral de la
plataforma democrática. Su hermano Juan
Carlos le pidió acompañarlo, sin embargo los padres se opusieron
firmemente, además que no contaba con mucho dinero. Al partir hacia Colombia le
dijo a su familia: “No me arrepiento de nada.
Volvería a cuidar los votos, volvería a protestar por las actas, volvería a
subir los videos diciendo los resultados y volvería a ser oposición frontal contra estos delincuentes
que ni siquiera respectan las reglas de juego impuestas por ellos. Volveré con
el reconocimiento de Edmundo como
Presidente Electo, que representa la superación, el esfuerzo, la decencia y la
dignidad.” Sus padres y hermano
lloraron. Afuera lo esperaba un amigo con su carro en marcha para sacarlo del lugar.
El mismo día de su huida a Colombia, se desataba una cacería
represiva contra jóvenes que habían participado en la protesta, se instalaron
alcabalas móviles, se montaban en los colectivos de transporte o bien se
internaban en los barrios. Estaban furiosos y ahora era más evidente la trampa,
además que ya no tenía pueblo, por eso iban a los barrios que otrora eran
chavistas. Son un pueblo traidor, decían, unos malagradecidos, no saben lo
que estamos enfrentado con las sanciones imperialistas. Solo les
quedaba su arsenal policial-militar y sus organismos de inteligencia. Juan
Carlos estaba en su casa cuando le tocaron a la puerta, el padre estaba ausente.
No les dio tiempo de nada, sin mediar palabras preguntaban por Manuel a los
padres, quien les dijo que había salido y
no sabían de su paradero. Se metieron en los cuartos y sacaron a
empujones a Juan Carlos, diciendo: “Este nos va acompañar a la policía, él
estaba con su hermano en la protesta, y
hasta que no aparezca, este pichón
pagara las consecuencias” La
madre lloraba desesperadamente y les imploró que no se lo llevaran, que era un
muchacho sano. Así lo sacaron de la casa, unos vecinos observaban por la ventana
y aquel que se asomara lo mandaban a meterse. Un ambiente de terror impuesto
por las palabras del Presidente, ahora un vulgar ladrón de los votos del
soberano: “Tenemos dos mil presos y los que faltan, les vamos a abrir juicios y
condenarlos por terroristas e instigación al odio”.
Largos fueron los días, no sabían dónde lo habían trasladado.
El desespero de los padre crecía día a día, un amigo de su hijo que se
encontraba en Colombia le había informado que Manuel se encontraba bien pero que
deseaba regresar porque se sentía culpable de lo que le estaba pasando a su
hermano. Sus padres se opusieron porque iba a ser peor, Juan Carlos era menor
de edad y podía salir pronto al no poder comprobársele nada. Los padres armaron
una estrategia en colaboración con unos vecinos, primero informar a
organizaciones de Derechos Humanos, buscar dinero para que un abogado lo
ubicara y lo defendiera y por último el padre buscar a funcionarios de gobierno
conocido que les ayudara con el paradero y en qué condiciones de salud se
encontraba. Desesperados y sin saber su paradero a mediados de semana un amigo
de los Derechos Humanos le dijo que
tenía noticias de su traslado al
penal de Tocuyito, una cárcel ubicada en las afueras de Valencia del Estado
Carabobo. Después de una odisea, transcurrido un par de semanas lograron verlo.
La madre casi se desmaya: Juan Carlos pálido, demacrado, más delgado,
uniformado de azul, se lo habían afeitado al rape y ojeroso. El padre lo
estímulo a no desmayar, a ser fuerte y meterse en la cabeza que pronto lo
sacarían de allí, que pensara en sus padres si llegaba a pasarle algo, ellos no
lo soportarían. Juan Carlos les hablo de
su realidad en aquel cuarto compartido con ocho más, durmiendo en camas de
cemento sin colchón y un baño que por lo general carecía de agua. Allí no
hacían nada sino caminar de un lado para el otro y hablar con sus compañeros,
sometido a insultos, atropellos si se quejaban y amenazas permanentes. El agua potable era
muy escasa y nada que comer. Era especie
de una muerte lenta. De allí salieron con el alma en la mano.
Así pasó semana y media hasta que a finales de agosto una
organización de Derechos Humanos le informó que iba poner en libertad un grupo
de jóvenes en los que probablemente estaba Juan Carlos, que debían trasladarse
al Penal de Tocuyito ese mismo día. No lo pensaron dos veces, un amigo los traslado hasta el lugar y tuvieron
que pernotar muy cerca de allí,
prácticamente a la intemperie, hasta el día siguiente a las tres de la tarde
que vieron salir un grupo de jóvenes, en los cuales venia Juan Carlos. Se confundieron en un abrazo desbordado en llanto y
pesar. Al final no hubo ninguna acusación de hecho, si un proceso de medidas
cautelares que consistía en no
participar en actos públicos, no declaren
a los medios de comunicación, prohibición de salida del Estado y un régimen de
presentación semanal sin haber cometido
ningún delito, y el contrasentido de
una acusación de “terrorista”, cuando es la
dictadura implantada quien comete actos de terrorismo con una cruel violencia
criminal, con la finalidad que el pueblo no proteste su legítima defensa en
favor de su voto mayoritario para Edmundo
González.
Nota: En esta narración se cambiaron los nombres para proteger
a sus protagonistas.
Al final nos quedan estas sabias palabras de
María Corina Machado, emulando al Libertador Simón Bolívar en aquel Decreto
de Guerra a Muerte del año 1813, en la ciudad de Trujillo, durante el
desarrollo de la Campaña Admirable.
“Cada uno debe tomar su propia decisión. O está con el
régimen del mal o está con la inmensa mayoría de los venezolanos que luchamos
por una nación de bien. Aquellos que
decidan a favor de la libertad y la democracia van a ser reconocidos por la
patria. Quienes por el contrario se mantengan en la oscuridad favoreciendo la
opresión de esta tiranía serán juzgados con el peso de la historia y de la ley. Sabemos que estamos enfrentando
las provocaciones más crueles y bajas de un régimen que se sabe derrotado y que
ha decidido atrincherarse usando lo único que le queda, la violencia y la
mentira (…)