LOS DILEMAS DE LA
EDUCACIÓN PARA EL SIGLO XXI. Por Angel Gustavo Cabrera
“La posmodernidad ha destruido el
mito de que las humanidades humanizan. No es cierto lo que creyeron tantos educadores y filósofos
optimistas, que una educación liberal, al alcance de todos, garantizaría un
futuro de progreso, de paz, de igualdad de oportunidades, en las democracias
modernas”. Mario Vargas Llosa.
“No va a pasar nada, hasta que
verdaderamente pase algo, hasta que la mierda nos llegue a la boca y comience a
asomarse en los agujeros de la nariz” José Ignacio Cabrujas.
“Ninguna otra edad, como la
nuestra, aún llamada, trágicamente, civilización, ha creado tanto ruido sobre
sí misma. Con una fe inconmovible, poliforma, se dirige hacia el ultimo nicho
que le queda, mercantilmente. ¿Cuál es? La muerte colectiva del suicidio. Es
decir, la ausencia sin nombre del individuo”. Abraham Salloum Bitar.
“Los días del humanismo están
contados. Todavía les queda el amparo de las universidades –no de todas- donde
debe justificarse, demostrar que es necesario, rendir tributo a la sociedad
utilitaria. Ha de presentar examen, ponerse el ropaje de la ciencia, que a su
vez tiene que rendir cuentas ante la técnica, mostrar sus títulos. Todo esto
sin avergonzarse. Los “humanistas” no tienen pudor. Son incapaces de defender
sin arrodillarse ante la sociedad moderna para que los acepte, para que les
permita vivir” Rafael Cadenas.
“Lo que sucedió con la humanidad,
en estos últimos siglos, se puede explicar por la necesidad y el azar. La necesidad de la supervivencia de la
especie en su lucha con el resto de la naturaleza; el azar de la unión del Iluminismo con la Revolución Industrial, de
los sueños de la libertad y la igualdad
con el poder material de las técnicas” Cristovan Buarque.
Toda época exige un registro de
sus hechos. La modernidad se asentó históricamente desde hace tres siglos y hoy cuando emerge el siglo XXI, vale la pena
indagar sobre sus resultados y alcances tangibles. Es obvio que la relación con
la educación no se discute porque educación y modernidad se entrejuntan
haciendo un todo indivisible. La educación es una consecuencia de la
modernidad, y la modernidad educa desde
su naturaleza y conceptos. El hombre moderno proviene del devenir de la cultura
occidental, hoy mundializada en buena parte del globo terráqueo, de una
concepción de progreso, ciencia, técnica
que lo caracteriza. Sus resultados están a la vista: crecimiento económico,
desarrollo tecnológico e industrialización, masificación de la educación,
crecimiento poblacional sostenido, desarrollo económico-social, diversidad
profesional, multiplicación de las disciplinas científicas y especializaciones,
desarrollo cibernético y la nanotecnología, entre otras. El racionalismo cartesiano impuso la razón por
encima de sabidurías, mitos y creencias
de hace tres siglos, transformándolo
posteriormente en lo que se conoce como
Método Científico identificado bajo un paradigma simplificado y
parcelado basado en la llamada visión disciplinaria. Todo el pensamiento humanístico
de la Ilustración fue capturado por la Trinidad providencial
Razón-Ciencia-Progreso, lo cual dejó una marca indeleble en el modelo
civilizatorio que todavía persiste. Y las consecuencias del modelo, como dice Alex Fergusson de la UCV, “es
producir un ciudadano que responde a las exigencias de una sociedad egoísta-egocéntricos,
individualistas, competitivos y poco colaboradores, embrutecidos y centrados en
el logro del éxito social, como no los venden los medios de comunicación”
Pero, aún más, ciudadanos educados para rendirle culto a las grandes
metrópolis, al parque automotor, al dinero y todos los bienes que se le antoje,
muy a pesar que la naturaleza lo resista. La modernidad y sus utopías se
convirtieron en una gran estafa en relación a la llamada igualdad social, la
libertad y el respeto por la naturaleza y su proceso ecológico. Su alteración,
ocasionada esta civilización, nos está llevando al colapso de la vida humana en
el planeta. Edgar Morín lo enfatiza
“Pero ese desarrollo, que parecía providencial hace tan sólo cincuenta años,
representa hoy dos amenazas para la sociedad y para los seres humanos: una
exterior, resulta de la degradación ecológica
de su entorno; la otra, interior; la otra interior, procede del
deterioro de su calidad de vida”.
¿Cómo relacionamos la modernidad con lo que subyace en la acción
educativa? Veamos un ejemplo ilustrativo. Nuestros niños se forman en
escuelas convencionales, públicas o privadas, bajos esquemas de enseñanza
verticales, aprendizaje de la lectura y la escritura descontextualizado de la
realidad, conocimientos que debe repetir y en el mejor de los casos dejar
escuchar su punto de vista. Estos niños aprenderán, antes de llegar a ser
jóvenes, que lo más importante es salir
adelante, sobresalir, desarrollar su espíritu competitivo y de seguro es aupado
en la familia y la comunidad. Así llegan a jóvenes, ahora preocupados por la
moda su ego, el despertar sexual, las trivialidades, los
valores de la sociedad de consumo,
visitar los grandes centros comerciales y estar al día mediante la televisión y
los celulares, a través de las redes
sociales, lo cual le completará su pase a las exigencias de estudios superiores
y/o universitarios. Aquí se especializará en una carrera profesional, se
empleará en una empresa productiva, oficial o privada, vendrán las exigencias
materiales y seguramente formará su familia. Hasta aquí todo parece perfecto, porque esta visto desde un punto de
vista del paradigma antropocéntrico,
es decir el hombre como centro del todo y de la tierra. Pero resulta que este
esquema está agotado y ahora hay que colocar el planeta por encima del hombre y
sus necesidades materiales porque los recursos naturales se agotan y no pueden
seguir bajo el dictado consumista y parasito de la modernidad. Veamos lo que nos dice James Lovelock en su
conocido libro La venganza de la Tierra: “Estamos tan obsesionado con la idea
de progreso y con el bienestar de la humanidad que una retirada sostenible nos
parece algo desagradable y vergonzoso. Cuando surgió, hace dos mil años, la
infraestructura humanista y cristiana, sobre la que se asienta nuestra
civilización, no era perjudicial y no suponía una amenaza para la tierra. Ahora
que somos más de seis mil millones de personas hambrientas y glotonas, todos
aspirando el nivel de vida del primer mundo, nuestro modo de vida urbano invade
el terreno de la Tierra viva. La expoliamos de tal forma, que la estamos
dejando sin medios para sostener el confortable mundo al que estamos
acostumbrados. Ahora la tierra está cambiando, siguiendo sus propias reglas
internas, hacia un estado en el que ya no seremos bienvenidos. Creo que
esta larga cita se explica por si solo de lo que ha venido y está sucediendo en
esa relación hombre-naturaleza y sus consecuencias.
Pero esto no es todo, si le
agregamos los grandes problemas de la humanidad, como lo son las hambrunas
sociales, las guerras entre naciones, el terrorismo desatado en Europa, el
calentamiento global acelerado, el cual se torna incontrolable por el uso de la
energía de los hidrocarburos, el uso incontrolable de los recursos naturales. Y
la casi indiferencia de quienes habitamos en la tierra. Ahora sí creo que es
posible entender el drama en que vivimos, como una bomba de tiempo que es
imposible detener si no tomamos conciencia y se aplican los correctivos de
forma y de fondo, comenzando con la educación y la transformación de lo que se
enseña y como se enseña, la pregunta es sencilla ¿Puede la educación del siglo
XXI ser portadora de otros valores que superen a la modernidad? ¿Puede hacerlo
solo la educación, o tiene que ser
políticas de Estado nacionales y globales bajo un nuevo paradigma educativo?
¿Cómo debe ser nuestra escuela básica, secundaria y universitaria que coadyuve
en esos radicales propósitos. Edgar
Morín, en su libro “La cabeza bien puesta” sostiene que el problema es tan
peliagudo que llegamos a un punto muerto: “no se puede reformar la institución
educativa sin haber reformado previamente las mentes, pero no se puede reformar
las mentes sino se reformaron previamente las instituciones. Esta es una imposibilidad
lógica que produce un doble bloqueo. Agrega que la enorme máquina de la
educación es rígida, está endurecida, es coriácea, esta burocratizada. Muchos
docentes se instalaron en sus costumbres y sus soberanías disciplinares”.
Cuales serían esas premisas a bosquejar: - Decretar la muerte de
las disciplinas y las especialidades en la formación educativa desde el
preescolar hasta la universidad por una
visión trasdisciplinaria. – Promover una cultura que permita
contextualizar, globalizar los problemas fundamentales. – Una enseñanza horizontal
donde cada quien aporte su conocimiento ante la creciente complejidad de los
problemas. – Una pedagogía para la acción acerca de los problemas fundamentales del planeta, del daño
ocasionado por el hombre y que nos compete a todos, que desmitifique al hombre
y el modelo civilizatorio – Una
nueva visión de la vida, de una Ciudadanía Terrestre (Edgar Morín) antropológica y no antropocéntrica, sus diversidades
individuales y culturales, así como nuestra comunidad de destino propio de la
era planetaria donde los humanos nos ocupamos de los mismos problemas vitales y
mortales. (Acabar con los mitos de lo ilimitado de los recursos que nos ofrece
la tierra). En fin un nuevo estilo de
vida cotidiana y trascendente en la relación cuerpo-espiritualidad;
ser-hacer; vivir-decencia pública.
Aunque esto solo sea un sueño,
bien vale la pena soñar y sentir que no estoy solo porque la esperanza es esa
pequeña llama que nunca debe apagarse y ya no pensar en grande sino en pequeño.
Como señala Morín, cualquier iniciativa comenzará con una minoría,
incomprendida y hasta perseguida, hasta que se disemina y se difunde con una
fuerza que puede actuar.
Posdata: En Venezuela estamos a años luz de un proceso de profundas
reformas educativas mientras las ideas anacrónicas sigan imperando desde los
gobierno como el que tenemos en la actualidad, enclavado en ideas anacrónicas.