jueves, 14 de abril de 2016

Los dilemas de la educacion y el siglo XXI

LOS DILEMAS DE LA EDUCACIÓN PARA EL SIGLO XXI.  Por  Angel Gustavo Cabrera


“La posmodernidad ha destruido el mito de que las humanidades humanizan. No es cierto  lo que creyeron tantos educadores y filósofos optimistas, que una educación liberal, al alcance de todos, garantizaría un futuro de progreso, de paz, de igualdad de oportunidades, en las democracias modernas”.  Mario Vargas Llosa.


“No va a pasar nada, hasta que verdaderamente pase algo, hasta que la mierda nos llegue a la boca y comience a asomarse en los agujeros de la nariz”  José Ignacio Cabrujas


“Ninguna otra edad, como la nuestra, aún llamada, trágicamente, civilización, ha creado tanto ruido sobre sí misma. Con una fe inconmovible, poliforma, se dirige hacia el ultimo nicho que le queda, mercantilmente. ¿Cuál es? La muerte colectiva del suicidio. Es decir, la ausencia sin nombre del individuo”. Abraham Salloum Bitar.


“Los días del humanismo están contados. Todavía les queda el amparo de las universidades –no de todas- donde debe justificarse, demostrar que es necesario, rendir tributo a la sociedad utilitaria. Ha de presentar examen, ponerse el ropaje de la ciencia, que a su vez tiene que rendir cuentas ante la técnica, mostrar sus títulos. Todo esto sin avergonzarse. Los “humanistas” no tienen pudor. Son incapaces de defender sin arrodillarse ante la sociedad moderna para que los acepte, para que les permita vivir”  Rafael Cadenas.




“Lo que sucedió con la humanidad, en estos últimos siglos, se puede explicar por la necesidad y el azar. La necesidad de la supervivencia de la especie en su lucha con el resto de la naturaleza; el azar de la unión del Iluminismo con la Revolución Industrial, de los sueños de la libertad  y la igualdad con el poder material de las técnicas”  Cristovan Buarque.


Toda época exige un registro de sus hechos. La modernidad se asentó históricamente desde hace tres siglos  y hoy cuando emerge el siglo XXI, vale la pena indagar sobre sus resultados y alcances tangibles. Es obvio que la relación con la educación no se discute porque educación y modernidad se entrejuntan haciendo un todo indivisible. La educación es una consecuencia de la modernidad,  y la modernidad educa desde su naturaleza y conceptos. El hombre moderno proviene del devenir de la cultura occidental, hoy mundializada en buena parte del globo terráqueo, de una concepción de progreso, ciencia, técnica que lo caracteriza. Sus resultados están a la vista: crecimiento económico, desarrollo tecnológico e industrialización, masificación de la educación, crecimiento poblacional sostenido, desarrollo económico-social, diversidad profesional, multiplicación de las disciplinas científicas y especializaciones, desarrollo cibernético y la nanotecnología, entre otras.  El racionalismo cartesiano impuso la razón por encima de sabidurías,  mitos y creencias de hace tres siglos,  transformándolo posteriormente en lo que se conoce como  Método Científico identificado bajo un paradigma simplificado y parcelado basado en la llamada visión disciplinaria. Todo el pensamiento humanístico de la Ilustración fue capturado por la Trinidad providencial Razón-Ciencia-Progreso, lo cual dejó una marca indeleble en el modelo civilizatorio que todavía persiste. Y las consecuencias del modelo, como dice Alex Fergusson de la UCV, “es producir un ciudadano que responde a las exigencias de una sociedad egoísta-egocéntricos, individualistas, competitivos y poco colaboradores, embrutecidos y centrados en el logro del éxito social, como no los venden los medios de comunicación” Pero, aún más, ciudadanos educados para rendirle culto a las grandes metrópolis, al parque automotor, al dinero y todos los bienes que se le antoje, muy a pesar que la naturaleza lo resista. La modernidad y sus utopías se convirtieron en una gran estafa en relación a la llamada igualdad social, la libertad y el respeto por la naturaleza y su proceso ecológico. Su alteración, ocasionada esta civilización, nos está llevando al colapso de la vida humana en el planeta. Edgar Morín lo enfatiza “Pero ese desarrollo, que parecía providencial hace tan sólo cincuenta años, representa hoy dos amenazas para la sociedad y para los seres humanos: una exterior, resulta de la degradación ecológica  de su entorno; la otra, interior; la otra interior, procede del deterioro de su calidad de vida”.



¿Cómo relacionamos la modernidad con lo que subyace en la acción educativa? Veamos un ejemplo ilustrativo. Nuestros niños se forman en escuelas convencionales, públicas o privadas, bajos esquemas de enseñanza verticales, aprendizaje de la lectura y la escritura descontextualizado de la realidad, conocimientos que debe repetir y en el mejor de los casos dejar escuchar su punto de vista. Estos niños aprenderán, antes de llegar a ser jóvenes,  que lo más importante es salir adelante, sobresalir, desarrollar su espíritu competitivo y de seguro es aupado en la familia y la comunidad. Así llegan a jóvenes, ahora preocupados por la moda su ego, el despertar sexual, las trivialidades,   los valores de la sociedad de  consumo, visitar los grandes centros comerciales y estar al día mediante la televisión y los celulares, a través de las  redes sociales, lo cual le completará su pase a las exigencias de estudios superiores y/o universitarios. Aquí se especializará en una carrera profesional, se empleará en una empresa productiva, oficial o privada, vendrán las exigencias materiales y seguramente formará su familia. Hasta aquí todo parece  perfecto, porque esta visto desde un punto de vista del paradigma antropocéntrico, es decir el hombre como centro del todo y de la tierra. Pero resulta que este esquema está agotado y ahora hay que colocar el planeta por encima del hombre y sus necesidades materiales porque los recursos naturales se agotan y no pueden seguir bajo el dictado consumista y parasito de la modernidad. Veamos lo que nos dice James Lovelock en su conocido libro La venganza de la Tierra: “Estamos tan obsesionado con la idea de progreso y con el bienestar de la humanidad que una retirada sostenible nos parece algo desagradable y vergonzoso. Cuando surgió, hace dos mil años, la infraestructura humanista y cristiana, sobre la que se asienta nuestra civilización, no era perjudicial y no suponía una amenaza para la tierra. Ahora que somos más de seis mil millones de personas hambrientas y glotonas, todos aspirando el nivel de vida del primer mundo, nuestro modo de vida urbano invade el terreno de la Tierra viva. La expoliamos de tal forma, que la estamos dejando sin medios para sostener el confortable mundo al que estamos acostumbrados. Ahora la tierra está cambiando, siguiendo sus propias reglas internas, hacia un estado en el que ya no seremos bienvenidos. Creo que esta larga cita se explica por si solo de lo que ha venido y está sucediendo en esa relación hombre-naturaleza y sus consecuencias.


Pero esto no es todo, si le agregamos los grandes problemas de la humanidad, como lo son las hambrunas sociales, las guerras entre naciones, el terrorismo desatado en Europa, el calentamiento global acelerado, el cual se torna incontrolable por el uso de la energía de los hidrocarburos, el uso incontrolable de los recursos naturales. Y la casi indiferencia de quienes habitamos en la tierra. Ahora sí creo que es posible entender el drama en que vivimos, como una bomba de tiempo que es imposible detener si no tomamos conciencia y se aplican los correctivos de forma y de fondo, comenzando con la educación y la transformación de lo que se enseña y como se enseña, la pregunta es sencilla ¿Puede la educación del siglo XXI ser portadora de otros valores que superen a la modernidad? ¿Puede hacerlo solo la educación,  o tiene que ser políticas de Estado nacionales y globales bajo un nuevo paradigma educativo? ¿Cómo debe ser nuestra escuela básica, secundaria y universitaria que coadyuve en esos radicales propósitos. Edgar Morín, en su libro “La cabeza bien puesta” sostiene que el problema es tan peliagudo que llegamos a un punto muerto: “no se puede reformar la institución educativa sin haber reformado previamente las mentes, pero no se puede reformar las mentes sino se reformaron previamente las instituciones. Esta es una imposibilidad lógica que produce un doble bloqueo. Agrega que la enorme máquina de la educación es rígida, está endurecida, es coriácea, esta burocratizada. Muchos docentes se instalaron en sus costumbres y sus soberanías disciplinares”.

Cuales serían esas premisas a bosquejar: - Decretar la muerte de las disciplinas y las especialidades en la formación educativa desde el preescolar hasta la universidad  por una visión trasdisciplinaria. Promover una cultura que permita contextualizar, globalizar los problemas fundamentales. Una enseñanza horizontal donde cada quien aporte su conocimiento ante la creciente complejidad de los problemas. Una pedagogía para la acción acerca de los  problemas fundamentales del planeta, del daño ocasionado por el hombre y que nos compete a todos, que desmitifique al hombre y el modelo civilizatorio   Una nueva visión de la vida, de una Ciudadanía Terrestre (Edgar Morín) antropológica y no antropocéntrica, sus diversidades individuales y culturales, así como nuestra comunidad de destino propio de la era planetaria donde los humanos nos ocupamos de los mismos problemas vitales y mortales. (Acabar con los mitos de lo ilimitado de los recursos que nos ofrece la tierra). En fin un nuevo estilo de vida cotidiana y trascendente en la relación cuerpo-espiritualidad; ser-hacer; vivir-decencia pública.

Aunque esto solo sea un sueño, bien vale la pena soñar y sentir que no estoy solo porque la esperanza es esa pequeña llama que nunca debe apagarse y ya no pensar en grande sino en pequeño. Como señala Morín, cualquier iniciativa comenzará con una minoría, incomprendida y hasta perseguida, hasta que se disemina y se difunde con una fuerza que puede actuar.


Posdata: En Venezuela estamos a años luz de un proceso de profundas reformas educativas mientras las ideas anacrónicas sigan imperando desde los gobierno como el que tenemos en la actualidad, enclavado en ideas anacrónicas.