DE LA MODERNIDAD
A LA POSMODERNIDAD. Angel Gustavo Cabrera
“Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé…En el quinientos seis y
en el dos mil también “CAMBALACHE,
Enrique Santos Discépolo
“Estoy cada vez más convencido de que los conceptos de los que nos
servimos para concebir nuestra sociedad
-toda sociedad- están mutilados y
desembocan en acciones inevitablemente mutilantes.” Edgar Morín.
El Método. Tomo I La naturaleza de la naturaleza.
“El peligro de la técnica no reside únicamente en la índole
mortífera de muchas de sus invenciones
sino en que amenaza en su esencia al proceso histórico. Al acabar con la
diversidad de las sociedades y culturas, acaba con la historia misma” Octavio Paz. In/mediaciones
Algunos historiadores ubican el
inicio de la modernidad con la llamada Revolución Industrial en
Inglaterra, a finales del siglo
XVIII, sin embargo creo que las bases precursoras están
presentes desde El Renacimiento y el florecimiento de la
cultura, las artes, los descubrimientos
geográficos y científicos,
ocurridos varios siglos antes. Surge la ciudad como centro de ´poder sobre el
campo. Escribe Ernesto Sábato En
“Hombres y Engranajes” lo siguiente: “El fundamento del mundo moderno es la
ciudad; la sociedad resultante es dinámica, liberal y temporal. En este nuevo
orden prevalece el tiempo sobre el espacio, porque la ciudad está dominada por
el dinero y la razón, fuerzas móviles por excelencia. La dinámica es una rama
moderna de la física, contemporánea de la industria y de la balística del
Renacimiento; los antiguos sólo habían desarrollado la estática.” Más
adelante agrega: “Desde el renacimiento,
la ciencia y la filosofía se habían lanzado a la conquista del mundo objetivo. Aspiraban
a develar las leyes que rigen el funcionamiento del Universo, para ponerlas al
servicio del hombre”. De tal manera
que entre los siglos XVIII y XX la modernidad tiene su absoluto dominio en casi
todo el planeta. Sus características así lo definen: Surgimiento de la
Ilustración; Fin del absolutismo y la concentración del poder en manos del Rey;
Se abren las compuertas de los derechos
individuales, la libertad de pensamiento, la iniciativa privada y la
igualdad de los ciudadanos frente a la ley. Es la era del capitalismo donde la
razón y el dinero son los verdaderos promotores del desarrollo de la ciencia,
la tecnología y el “progreso”, es en la práctica su fin último. Una ciencia que estudio el universo, la
naturaleza y extrajo de allí los grandes fenómenos y los incorporó a la gran
maquina técnica-industrial a partir de los grandes inventos. Edgar Morín señala: “En el siglo XIX
occidental, sobreviene una metamorfosis interesante en el seno de las
megamaquinas sociales: estas se industrializan, creando y desarrollando,
primero en algunos sectores, después en todo el tejido social, las máquinas
artificiales de prótesis. La máquina artefacto emprende su vuelo” Entonces
vemos como desde la invención de los artefactos eléctricos y manuales caseros
sustituyeron, por una parte, la intervención manual e intelectual del hombre y
lograr el bienestar humano sin mayor
esfuerzo. Incluso hasta intervenciones quirúrgicas para remplazar órganos
humanos. Pero esto no es todo, la modernidad introdujo cambios significativos
en los medios de transporte, producción alimentaria, la gran industria paso a
una fase transnacional, surge la explosión de conocimientos, las disciplinas,
especialidades y enfoques científicos; La naturaleza perdió el carácter divino
o semi divino de las culturas originarias para convertirse en un simple medio;
el crecimiento poblacional es inusitado igual o superior al crecimiento
económico; El hambre, las guerras mundiales, y entre naciones, por interés
económicos y territorial, el trabajo asalariado,
la contaminación ambiental, el uso de la energía petrolera en sustitución del
carbón; las diversas formas de ejercicio político del poder (democracias,
dictaduras, regímenes autoritarios, etc.), el racismo, el apartheid africano,
el neocolonialismo y la independencia de nuevas naciones, la fase
imperialista de las grandes potencias
Estados Unidos y la Unión Soviética. Todo este proceso, que comenzó hace tres
siglos, deja un paisaje desolado, árido, poco esperanzador. Escribe Rigoberto Lanz en su libro “El discurso Posmoderno. Critica de
la razón escéptica” una interesante reflexión:
“Buena parte del malestar
posmoderno de las elites en el mundo entero proviene del inocultable desastre
al que conduce el modelo tecnológico imperante. El estado de cosas es
suficientemente aterrador para andar con eufemismo. A tal punto que podría
pensarse sin necesidad de escandalizar que el globo terráqueo marcha
ineluctablemente a un colapso ecológico. Un modelo eco-depredador que esta
estructuralmente articulado a la esencia de la civilización occidental, impera
hoy impávidamente en todos los confines
de la tierra. Solo la sensibilidad ecologista, logra aquí y allá ciertas
restricciones al proceso de degradación ambiental.”
Sé que mucha gente se está
preguntado: ¿Cuál ha sido el costo de todo lo logrado en los últimos siglos XIX
y XX? Si, nadie niega los grandes logros
en el asunto tecnológico, la población
crece aumentado su edad cronológica, la explotación agrícola y pecuaria, el
control de las enfermedades, mayor producción alimentaria, la comunicación
globalizada, la producción de vehículos, artefactos eléctricos variados, y un
largo etcétera. Pero el costo de todo este proceso material es lo que conlleva
a la gran crisis de la modernidad. Veamos
la lista que registra Aramis Latchinian, un uruguayo de amplia experiencia
sobre Gestión Ambiental en su libro “Globotomía”: “… Una lista bastante
comprensiva podría estar integrada por: 1.- Cambio Climático y calentamiento
global; 2.- Destrucción de la capa de ozono. 3.- Pérdida de la Biodiversidad.
4.-Crisis energética y crisis alimentaria; 5.- Contaminación de los Océanos.
6.- Escasez y mal uso del agua. 7.- Degradación de suelos fértiles y
desertificación. 8.- Destrucción de selvas y bosques tropicales. 9.- Lluvia
ácida. 10.- Acumulación de desechos tóxicos. Sin duda esta lista es incompleta,
pero la omisión más clara es la de efectos globales sobre el medio antrópico,
es decir, sobre elementos propios y exclusivos del hombre, de su cultura;
aspectos vinculados a hábitos de consumo, de alimentación y de pobreza, a
procesos de urbanización entre otros”
Todo esto es producto de una
concepción de desarrollo que se instaló con la llamada modernidad y el
surgimiento del capitalismo-socialismo. Tanto la ciencia como la herencia
cultural religiosa trabajaron en una sola dirección: separar al hombre de la
naturaleza, el paradigma de la simplificación-disyunción ha hecho estragos en
el pensamiento y método científico porque ha separado sin unir las disciplinas
y a interesado al hombre solo por su
bienestar, el lucro, sus comodidades, su afán depredador, dejando a un lado e
ignorando otros tantos elementos de la naturaleza que también tiene vida. Con acierto dice Edgar Morín en el 1er tomo de “El Método: La naturaleza de la
naturaleza que: El pensamiento simplificante ha llegado a ser la barbarie de la
ciencia. Es la barbarie específica de nuestra civilización. Es la barbarie que
hoy se alía con todas las formas históricas y mitológicas de barbarie”. Por su parte la cultura religiosa no solo se
ha plegado a estos modelos de desarrollo, siendo más bien cómplices y
sostenedores del estatus quo, sino que han perpetuado dogmas y ortodoxias
vacías de contenido con la realidad y el devenir histórico.
Entonces llegamos a la era posmoderna
del siglo XXI con más desconcierto dramático
que esperanzador, con más
pesimismo que utopías posibles, con más alienación que rebeldía, con más
dominación que libertad, con más oscuridad que claridad. El escritor mexicano Octavio Paz señala: “Asistimos al crepúsculo del
futuro, la baja de la idea de Modernidad y la boga de una noción tan dudosa
como postmodernidad…” Esto
significa que si bien es cierto que hay una crisis de la modernidad y su
virtual muerte, tampoco la posmodernidad puede resultar ser la salvación porque
sus senderos y horizontes son los mismo de la modernidad aunque existan
propuestas pocos escuchadas y leídas que se asumen como criticas de lo que
hasta ahora se ha construido. El
filósofo Gilles Lipovestky en su libro
“La Era del Vacío” señala que “El posmodernismo es solo otra palabra para
significar la decadencia moral y estética de nuestro tiempo”. Más adelante
agrega que “el posmodernismo no es más que un grado suplementario en la
escalada de la personalización del individuo, dedicado al self service
narcisista y a combinaciones caleidoscópicas indiferentes”.
Es decir cuánto le interesa lo
que está sucediendo con el calentamiento global y sus son consecuencias a la
vida en el planeta. El individuo está más pendiente del consumo, de su
personalización hedonista, es posible que estemos atravesando por un proceso de
mutación antropológica, un nuevo estadio del Homo Politicus y nacimiento del
Homo Psicologicus, pendiente de su ser y bienestar. Algo así como vivir en el
presente y no en función del pasado y del futuro, pérdida del sentido de
continuidad histórica.
El filósofo Edgar Morín tiene una
posición frente al debate
modernidad-posmodernidad. Se trata de superar el paradigma cartesiano que
separó el pensamiento del ser; el sujeto del objeto; el observador del objeto
que estudia; el espíritu de la materia;
el hombre de la naturaleza. Todo ello trajo como consecuencia la preponderancia
de la razón y de la certeza, una visión parcelada del conocimiento, se
fortaleció la ciencia clásica y la separación entre la física, la biología y la
antroposociología. Morín se plantea
varios puntos claves que forman parte del pensamiento complejo: 1.- Necesidad de situar todo en el
contexto planetario, inherente a la era planetaria en que vivimos. 2.- La comprensión del problema del
conocimiento del mundo como una necesidad a la vez intelectual y vital. 3.- La urgencia de una reforma del
pensamiento y la enseñanza que tenga en su centro la complementación del
pensamiento “que aísla” todavía dominante con el pensamiento que une, el
pensamiento complejo, que reconstruye en la mente lo “que esta tejido junto”.
4.- La urgencia del aprendizaje sobre cómo tratar la incertidumbre. 5.- La comprensión del Universo como
campo de acción de una relación dialógica (antagonismo, competitiva y
complementaria) entre orden, desorden y organización. 6.- En verdad que pensamos que no podemos aislar los objetos unos
de otros, en última instancia todo es solidario. Si tenemos sentido de
complejidad, tenemos sentido de solidaridad. Más aún tenemos sentido del
carácter multidimensional de toda realidad. 7.- La idea de la complejidad incluye la imperfección, porque
incluye la incertidumbre y el reconocimiento de lo irreductible y finalmente la simplificación es necesaria
pero debe ser relativizada. Es decir yo acepto la reducción consciente que es
reducción, y no la reducción arrogante que cree poseer la verdad simple, por
detrás de la aparente multiplicidad y complejidad de las cosas.
Estas premisas permitirían una
visión de conjunto para un nuevo paradigma científico, debería fraguarse un replanteamiento, más profundo, incluso, que el del
Renacimiento. Hay que repensarlo todo. Debemos volver a empezar. Basta
analizar ese género humano posmoderno, para ver que no sintoniza con una
conciencia ecológica: Es individual y narcisista; interesado en su ego y sus
problemas inmediatos; pendiente de modas y consumo; es pragmático y alejado de
movimientos sociales, ecológicos, culturales; desenvuelto en la cultura del hoy
digital, las redes sociales y superficial en los grandes problemas que atañen a
la humanidad; abierto a la cultura de masas y la televisión como espectáculo de
entretenimiento. Son estas las razones que nos hacen pensar que mientras no
cambie esas actitudes, vamos hacia el barranco como humanidad, y con ello
arrastramos una civilización entera.
Viva el homo consumus, pareciera ser el
lema del hombre posmoderno.
Las horas han perdido su reloj.
Vicente Huidobro