miércoles, 23 de diciembre de 2020

 

LA HISTORIA DE LA LECHUZA ANDARIEGA



HOMENAJE POSTUMO A YRAIMA VASQUEZ BITRIAGO

 

Yo conocí una titiritera que se llamaba La Lechuza Andariega.


Una vez me encontraba en la ciudad de Guanare,  del Estado Portuguesa en Venezuela, visitando un tío que era muy rico porque tenía un puesto de venta de flores en el mercado principal de la ciudad. En una de esas me fui a recorrer las calles de la ciudad y pasando  por  la Plaza Bolívar vi a lo lejos un nutrido grupo de niños sentaditos en el piso, muy atentos, frente a un teatrino de tela roja, disfrutando de un cuento a través de sus personajes.  Recuerdo, era una leyenda conocida como “El Silbón” con sus personajes como Don Hilario, la niña Marisela,  su mamá  y un personaje bien feo que se llamaba el silbón. Aunque llegué cuando estaba terminando la obra, me quedé para conocer a los titiriteros porque siempre me ha gustado ese mundo mágico de las marionetas y los títeres, entonces vi salir a una señora, no tan vieja, de piel morena y ojos vivaces, muy agradable de vista, con una enorme lechuza de cara redonda blanca con ojeras grises, enormes ojos y grisáceo su cuerpo revestido de plumas amarillentas, y con un sombrerito muy simpático. Ella movía a la lechuza entre los niños y los adultos, se posaba sobre la cabeza de los niños que disfrutaban y la acariciaban con sus tiernas manitos. Al final hablo la lechuza y dijo que su nombre era LECHUZA y su apellido ANDARIEGA porque le gustaba viajar sin parar en ninguna parte. Al final la lechuza desplegó aún más sus alas y se perdió, metiéndose entre el teatrino que ya cerraba sus cortinas.




Yo estaba admirado con el breve espectáculo y la mirada enigmática de la lechuza  me llenó de curiosidad y me quedé hasta que desarmaban el teatrino, guardando  en grandes maletas y cuál es mi sorpresa que la titiritera con la lechuza se me acercó y me dijo, amablemente: “-Usted joven, que desea saber, en que lo puedo ayudar, yo soy la lechuza andariega para servirle”. Yo, un poco nervioso, le dije que sentía curiosidad por el nombre tan original.  Ella, sonriente, con una mirada penetrante parecida a su lechuza, me respondió: “-Ay hijo, es una historia muy larga que no puedo contarte acá porque debo volar a otro lugar, pero como estas interesado  y nadie me ha preguntado eso, te invito al Teatro de Títeres de Guanare donde tengo mi taller y con mucho gusto te cuento la historia, te espero mañana a las tres, ah y se puntual porque la Lechuza Andariega no espera”.


Así que fui puntual a la cita, ella me saludo cariñosamente y recorrimos unos largos pasillos del hermoso Teatro de Títeres de Guanare hasta llegar a su taller donde había títeres y marionetas de diferentes tamaños. Sentado frente a ella, esto fue la historia que me contó: “-Era yo una niña de 13 años que  me gustaban mucho los animales, como a todo niño de pueblo, pero sentía mucha atracción por los pájaros y aves. Tenía un gato completamente negro, un perro azabache, un loro travieso que escandalizaba en las mañanas repitiendo mi nombre y una enorme ave blanca de terciopelo que me acompañaba en mi cuarto y  la que yo le contaba mis secretos. Una vez estando en mi cuarto, reposando del mediodía, escuche una algarabía en el patio entre el perro que ladraba y mi abuela que gritaba pidiendo auxilio. Yo, que estaba dormitada, salte de la cama y vi que mi abuela espantaba al perro que quería abalanzarse sobre una algo que no distinguía, vi  que movía sus alas y emitía un sonido lastimero y estridente como diciendo no me maten, no me maten, allí supe que era un pájaro raro. Entonces agarre al perro por el cuello y lo amarré. Mi abuela asustada exclamó: - “Ese pajarraco trae la muerte, hay que sacarlo de esta casa, meterlo en un saco y botarlo, pero no hay que tocarlo con las manos. Pero el ave ni siquiera se movía, estaba indefenso y sus ojos centelleaban de angustia como esperando la muerte. En cambio yo sin conocer esa clase de ave, lo que sentí fue compasión y le dije a mi abuela que fuera a calmar al perro que seguía latiendo, sin embargo insistía que había que sacar ese pajarraco porque anunciaba la muerte, entonces le dije: - De dónde saca usted eso que ese pájaro anuncia la muerte, no parece muy bonito, pero no es para tanto abuela, déjeme ver que le pasa, porque   además de asustado parece que le duele algo. Entonces  mi abuela se  interpuso entre el pájaro y yo, diciéndome: - “Niña Iraimita hágame caso, ese animal es diabólico, llama a la muerte y a las brujas, hay que sacarlo en un saco”. En ese momento llego mi madre y escuchando la grisapa  se acercó al  patio y dijo: “-Por Dios que está pasando mamá, ¿Qué hace esa lechuza aquí, ¿Quién la trajo? No me digas que tu Iraimita”. Y yo le respondí: - Madre yo no la he traído, debe ser que cayó allí y el perro empezó a ladrar y mi abuela se asustó, eso fue todo. Mi abuela insistió: “-Ese animal raro y feo anuncia la muerte, así  lo he leído por ahí en las santas escrituras y hay que sacarlo antes que vaya a ocurrir una desgracia”. De allí que mi madre tratando de consentirme dijo: “- Bueno mamá, no es para tanto, esas  son supersticiones que hay en este pueblo, vamos a calmarnos, primero vamos a ver el estado de la lechuza y luego veremos que hacemos, pero no podemos echarlo a la calle. Ustedes no conocen las lechuzas, son animales inofensivos. No hacen daño, más bien hay  cuidarlos”. Pero mi abuela terca dijo: “Bueno, en esta casa no mando yo, me voy para la casa de mi hija Teresa hasta que saquen esa lechuza horrible de aquí”. En ese momento llegó mi padre del trabajo y habló: -“Señora Clementina, Juana, Iraimita, vamos a hacer una cosa, por los momentos vamos a calmarnos, yo tengo en mi biblioteca una enciclopedia sobre aves venezolanas y voy a buscar que dice sobre estas aves, no podemos quedarnos solo con la argumentación de la Iglesia Cristiana, vamos a ver que nos dice la ciencia veterinaria. Muchas veces nos dejamos llevar por la ignorancia y las supersticiones por leyendas contadas oralmente que van de generación en generación hasta nuestros días, pero que están alejadas de la realidad. Esta noche, después de la cena vamos a leer en familia sobre las características de esta ave y mañana temprano tomamos una decisión. Por lo pronto pongámosla a buen resguardo y veamos su estado de salud.



-          Hijo, ¿cómo es que Usted se llama?

-          Me llamo Eduardo Rafael

-          ¿Estás aburrido, quieres que termine rápido?

-          No,  Señora Lechuza….para nada, la estoy escuchando fascinado con la historia

-          Está bien  continuo.

Esa noche buscamos una cobija vieja para abrigarla, mi padre la revisó y observo un ala rota, seguramente por alguna piedra que le lanzaron.  Con mucho cuidado la curó, le puso un entablillado y me dijo: “mañana la llevamos a un veterinario amigo para que la revise y luego la llevamos al zoológico”. A lo que yo le dije: “Papá  yo me comprometo a cuidarla en las tardes cuando venga de la escuela, no es necesario llevarla al zoológico, que sabes tú si se la dan de comer a los tigres o a los leones”.  Está bien hija, me dijo, pero después de la lectura que vamos a hacer   esta noche.


Así que esa


noche en mí cuarto con mi mamá, mi papá empezó a leer, pausadamente, lo siguiente… déjame acordarme: “-Ave del orden de los estrigiformes o rapaces nocturnas”…  más adelante encontró lo que andaba buscando y leyó en voz alta: -“Si una lechuza se posa en el techo o revolotea cerca de una ventana, anuncia el pronto fallecimiento de una persona…” Yo me iba muriendo y mi corazón latía fuerte como esperando algo más. Y en efecto llegó  al leer: “Cuando los curas españoles  llegaron a América Latina difundieron la creencia de que las lechuzas eran criatura malignas, utilizadas por el demonio y las brujas en sus ritos malignos. Dichas creencias fueron pasando de generación en generación hasta nuestros día, por eso es que cuando una persona ve cerca de su casa una lechuza insulta y grita para asustarla y hacerla ir.”  Entonces yo,  emocionada y llena de alegría,  levanté  mi mano y hable: -Papá, entonces no es cierto lo que dice mi abuela, son creencias y la lechuza se puede quedar en casa. MI madre que estaba atenta dijo: Esta bien mi amor déjame ver como convenzo a tu abuelita.



Así fue que esos meses de atención a la lechuza fueron los días más felices de mi vida, me enteré de que se alimentaba de ratones, lagartijas, murciélagos, pájaros pequeños, arañas. Bueno, pero no te voy a contar como la alimentaba porque esa es otra historia.  Me puse experta en el conocimiento de esas aves que existen no solo en Venezuela sino en los cinco continentes. Todas las tarde al llegar del colegio me encargaba  de la recuperación de la lechuza y hasta el perro y mi gato se pusieron celosos porque yo la consideraba mi mascota preferida, pero al final se hicieron amigos y no la molestaban para nada

-          ¿Y tu abuela, regreso a casa?  Pregunte a la lechuza

-          Si, duro quince días afuera. Después, hasta protegía a mi lechuza. Lo que si me dijo fue que no dijera a nadie que yo tenía esa lechuza en casa porque iban a querer que la sacara, ya que ese pueblo era muy creyente. Yo se lo prometí, y aunque me moría de las ganas por contarlo,  era mi secreto bien guardado. Y solo ahorita que te lo estoy contando a ti Eduardo.

-          ¿Y qué paso después? Estoy ansioso por saberlo

-          Buen Eduardo viene la parte triste y alegre y porque yo decidí llamarme La Lechuza Andariega.

La lechuza se fue recuperando, y en esa medida fue tomando vuelo y se posaba en la mata de mango del patio y allí pasaba horas quietica, dormida y bajaba a comer y hacernos compañía. Ella dormía de día y en la noche salía a volar por allí hasta que en la madrugada sentía su regreso con su canto, que era como un tintineo metálico. 




Un día vi que en la mata de mango le llegó a su lado otra lechuza, entonces ya eran dos. Y yo feliz porque seguramente se enamoraban y tendrían  sus pichones  en casa o hacían su nido en la mata de mango.  -Pero hijo mío  no fue así.  Ya mi padre me había preparado para lo peor diciéndome   que las lechuzas ni los pájaros debían enjaularse porque ellos eran libres y si tenían alas era para volar en libertad, aunque yo no me ganaba para la idea de no verla nunca más y esperaba que ese día nunca llegara. -Pero, como todo llegó Eduardo y fue en  un diciembre.  Vino la lechuza que siempre la acompañaba, bajaron a comer y después volaron  haciendo un círculo en el cielo,  hasta que finalmente cantaron con su sonido característicos, yo no lo podía creer y siempre me asomaba al amanecer y en  la tarde a ver si estaba posando en la mata de mango. Pero nunca más volvió por estos lugares. Por eso  sufrí desganos y hasta me raspan ese año escolar porque me hacía falta mi lechuza y estaba muy desganada y no tenía ánimo de nada.

 


-          Y no me ha contestado porque decidiste llamarte  la lechuza andariega

-          Bueno eso es más fácil hijo, ya es el final

Resulta que por aquí por Guanare nos visitó un titiritero famoso de Argentina de nombre Javier Villafañe y su grupo de títeres se llamaba LA CARRETA ANDARIEGA, con un espectáculo muy vistoso  y hermoso y explicaba a los niños que el andaba con su carreta andariega por  Venezuela y otros países visitando pueblos llevando su alegría a los niños, que él era un andariego. Así que yo pensé,  cuando  crezca voy a tener mi propia compañía de títeres y la voy a llamar LA LECHUZA ANDARIEGA y  que me llamen así. Y esta es la historia de una niña que conoció y amo a una lechuza andariega, que seguramente no viva aún,  pero estarán los hijos de sus hijos recorriendo el mundo.



Y me  fui de allí emocionado por esta historia, que juro fue así como se la estoy contando, pensando que yo también tenía que ser titiritero.

 

Angel Gustavo Cabrera.  Buenos Aires. 22/12/2020.