Batirse es mucho más hermoso que vencer /Oriana Fallaci
De este lado del mundo poco se sabe de esta periodista y
escritora Biolorrusia, ahora, gracias a los adelantos cibernéticos de la comunicación podemos enterarnos rápidamente. Pero no deberíamos esperar que
un intelectual gane un premio de esta naturaleza para saber que existe con una importante
obra. Un país donde se respete la diversidad y la crítica sea la regla
básica de una democracia sus obras ya deberían estar en las mejores
librerías del país. Pero no es así cuando los censores culturales del gobierno
deciden que se debe importar en materia de libros. Por ejemplo, recientemente
estuve en la capital de Colombia y pude adquirir un libro del escritor cubano
Reinaldo Arenas que no se consigue en Venezuela ni mucho menos en Cuba por la
sencilla razón que Reinaldo Arenas estaba proscrito es Cuba, sufrió prisiones
por no soportar la coacción a la libertad de escribir, el odio homofóbico del
régimen. Reinaldo pudo burlar el cerco
militar del régimen fidelista publicando sus obras fuera de su país, finalmente muere exiliado en Miami en 1990.
Fue un espíritu libre.
De tal manera que, volviendo a la escritora Svetlana
Alexiévich, buscaré vía Internet la posibilidad que alguien digitalice sus
libros porque creo que lo fundamental de su obra proviene de hechos reales
tomados del vulgo, y ya eso es
suficiente, porque estoy convencido que
el intelectual que no se interne en las
voces populares, está como en un nicho con un soliloquio interminable. Son los
tiempos posmodernos del siglo XXI. Edgar
Morín señala que “hay más opiniones personales en el interior de una taberna
que en un cocktail literario”, más si esas voces son las victimas defraudadas
de promesas y esperanzas.
Finalmente compartir con mis lectores un pensamiento de esta
aguerrida escritora bielorrusa: “Vivo
con el sentimiento de derrota de pertenecer a una generación que no supo llevar
a cabo sus ideas” Parece fácil
decirlo, pero cuando vez a tus espaldas se ven muchas fatalidades y promesas de un
siglo que no termina de cerrarse con sus heridas a cuestas, y un mensaje
lacónico “Nunca más”. Angel Gustavo
Cabrera.

