VENEZUELA DE MIS
TORMENTOS. Por Angel Gustavo Cabrera 10-03-2016
Niña que bordas la blanca tela/
Niña que teje en tu telar/ Bórdame el
mapa de Venezuela/ Y un pañuelito para llorar. Tomado del Folklore Nacional
Pajarillo verde, como no quieres que llore/ Pajarillo verde, como no
voy a llorar/ Ayayayai, si una sola vida tengo/ Pajarillo verde, y me la
quieren quitar. Tomado del Folklore
Venezolano
“No somos los dolientes de esa tragedia, ni es el ideal de una humanidad
justa, escrito con toda la candidez y el desparpajo posible, lo que hoy en día
se entierra en los países del Este. Son las honras fúnebres de una estafa capas
de enredar a millones de hombres y mujeres que lucharon por cualquiera de esos
libritos que desde Aristóteles hasta el sol de este día concibieron una
transformación de la vida y repudiaron la quietud y el conformismo. El
delincuente es Kruschev, repudiando los crímenes de Stalin y masacrando al
pueblo húngaro. El delincuente es Honecker, denunciando las consecuencias del
nazismo y viviendo como un emir kuwaití en una residencia exclusiva y campestre
en la Lagunita de Berlín. No fallo el segundo Dios que me invente en la vida,
aquel que pregonaba el asalto al cielo, el cambio de la vida. Falló el
Vaticano”. José Ignacio Cabrujas.
Publicado en el Diario de Caracas. 02 de
Junio 1991.
Escribo este artículo con mucho
dolor, es como abrir los ojos y ver a mi país que se está derrumbando, que se
está cayendo a pedazos, y sin hacer poder hacer nada o muy poco. Aquí nací, por
allá por 1954, de niñez pobre, pero nunca triste. Aquí crecí con los valores de
honestidad, responsabilidad y solidaridad que me inculco mi madre y mis
maestros de escuela. Aquí me hice profesional y funde una familia. Aquí me hice
revolucionario y luchador social pensando en un futuro próspero y soberano.
Aquí me hice viejo, con la tristeza y
asombro ante unos imbéciles que no entendieron cuál era su papel
histórico desde hace 17 años que
gobiernan mí país.
¿Que queríamos y que tenemos? Queríamos un país que profundizara su
desarrollo agrícola e industrial; de mayores empleos para su población
joven; que se elevara la calidad
educativa desde el preescolar hasta la universidad; una verdadera seguridad
ciudadana; mejoras en la atención pública de la salud gratuita; un país
democrático y respetuoso de los derechos humanos; de libertad de prensa; un
país que acabara con él flagelo de la pobreza; un país que saliera del
parasitismo petrolero; en fin un país
apuntalado hacia el siglo XXI inspirado con
buenos gobiernos independientes de potencias extranjeras y jugando un
papel internacional de vanguardia frente a los problemas mundiales. Pues,
parece que era mucho pedir o no lo merecíamos, como dijo una vez Rafael
Caldera: “Los pueblos tienen los
gobiernos que se merecen”. Pero,
como dice una frase “Ni tan calvo, ni con dos pelucas”. De lo que aspirábamos a
lo que tenemos hay una gran diferencia. Después de tres periodos de gobierno,
casi veinte años, entre Hugo Chávez y
Nicolás Maduro el balance es desolador: Una economía rentista que no tomó las
previsiones ante los vaivenes del mercado petrolero internacional y derrochó sus
ingresos hasta la saciedad estimulando la corrupción más espantosa de toda
nuestra vida republicana. Veamos lo que
dice el dirigente Carlos Tablante del Movimiento al Socialismo, co-autor del
libro “El Gran Saqueo”: “Desde ese neo caudillismo que representaba Chávez se
promovió un asalto a las instituciones públicas por la vía de sus amigos de promoción o de sus conocidos dentro de su
formación militar, y fue militarizando al Estado. Un Estado que, además, tiene
el control de todos los ingresos del país cuando se asume el concepto del
Estado propietario a través del control de cambio, y todo lo que el país percibía
por concepto de petróleo era administrado por ese Estado en medio de un
ambiente de improvisación y desorden que facilitaba la corrupción, la cual está
estimada en 300.000 millones de dólares”. Esta corrupción tan alarmante
forma parte de un record para la mal
llamada “revolución bolivariana”
Un país, donde el gobierno actual
no dudó ni lo pensó en entregar una de la más grandes minas de oro de Venezuela
conocida como “Las Cristinas” a la empresa trasnacional canadiense Gold
Reserve, de la que se asegura tiene 30 millones de onza en reservas
probadas del mineral, sin importarle la destrucción ecológica de uno de los
territorios con ecosistemas sensibles,
por lo que es considerado parques nacionales protegidos. Todo esto a cambio de
un préstamo de cinco mil millones de dólares pagadero en dos partes, con lo
cual se atenderá la contingencia económica actual. Y uno se pregunta qué
diferencia hay con el pasado cuando se entregaron las concepciones petroleras a
empresas trasnacionales.
Un país donde campea la
inseguridad ciudadana con robos a cualquier hora, con bandas organizadas desde
las cárceles a través de los llamados pranes, especie de líderes, que aun estando presos, operan a través de redes delincuenciales. En
la práctica hay una suspensión de las garantías después de las ocho de la noche. Venezuela ocupa un deshonroso
segundo lugar entre los paises con más homicidios en el mundo según una
clasificación de la ONU, con una tasa de 90 asesinatos por cada 100 mil
habitantes. Esta situación supera con
creces el pasado reciente.
Un país sumido en una dependencia
alimentaria porque el gobierno destruyó la producción agrícola en desarrollo y
lo cambio por una economía de puertos, es decir comprar afuera lo que aquí se
producía. Para comprar algunos productos indispensables como la harina pre
cocida de maíz, harina de trigo, aceite, café,
pasta, leche, margarina, etc. hay que hacer interminables colas de casi
un día frente a un sol inclemente,
soportando la angustia de agotarse el producto cuando el turno de comprar. Por
otra parte la inflación hace estragos en los mermados sueldos y salarios por lo
que aumenta el hambre en los sectores populares y se reduce la ración a consumir
diariamente y aparece la desnutrición en
nuestros niños y adultos de la tercera edad. Esta situación es desesperante y
eleva los niveles de estrés y desesperanza frente a un gobierno que se hace el
sordo. Igual sucede con las medicinas que necesitan los enfermos para sus
tratamientos. Cuando llegan a los expendios farmacéuticos se agotan rápidamente
y muchos pacientes han fallecido por la falta de un medicamento a tiempo. Y decían que iban a acabar con la pobreza y
desnutrición del pueblo
Un país con una alta tasa de
desempleo, donde su población en edad productiva forma parte de la llamada
economía informal y la buhonería, tales como ventas de café, empanadas,
mercancía seca, plátanos, frutas en semáforos de avenidas principales. Mención
aparte los llamados bachaqueros, personas desempleadas de los estratos sociales
pobres y medios, los cuales pasan todo
el día cazando donde están los productos regulados para comprarlos y
revenderlos 22 veces su valor. Esto es
originario de la llamada revolución bolivariana
Un país con los mismos problemas
educativos del pasado, solo que ahora triplicados. Nuestra educación sigue
siendo un fraude, una estafa. Soporta una estructura burocrática gigantesca y
un servicio educativo pésimo: bajos sueldos, escuelas deterioradas, docentes
que no cumplen con su trabajo, universidades ahogadas con bajos presupuestos
por lo que permanentemente están llamados a paros y protestas. El régimen
chavista creo una estructura educativa paralela ideologizada, a través de las
llamadas misiones, que ha resultado un fiasco y un fracaso para la nación.
Un país con unos aparatos
institucionales de justicia entregados a los designios de Nicolás Maduro y su
grupo. El Tribunal Supremo de Justicia,
La Fiscalía General de la República, La
Contraloría, La Defensoría del Pueblo, hacen un coro de voces del poder
central. No hay rastros de la más mínima independencia o diferencia entre ellos
acerca de temas nacionales como son los
presos políticos, la corrupción administrativa, las decisiones del Presidente
de la República. Por ejemplo recientemente en la población de Tumeremo, Edo.
Bolívar, hubo la denuncia de 28 personas
desaparecidas presuntamente por un enfrentamiento entre bandas que se disputan
el control de las minas de oro. Lo que no dicen es que esa zona se ha instalado el terror y la angustia. El diputado De
Grazia denunció “que en Tumeremo operan 5 bandas delictivas, con complicidad de
autoridades. Desde el 2000 se institucionalizó la masacre en Bolívar. La mayor
ocurrió en Las minas de Las Paraguas, pero al igual que hoy, el gobernador
Francisco Rangel Gómez, dijo que era un invento”. Mientras que el defensor del pueblo Tarek
William Saab señaló de manera lacónica
que “hay indicios que demuestran
hechos punibles”, pero se reservó
otras informaciones del estado de anarquía que allí imperan frente a las
miradas cómplices de autoridades oficiales y políticas.
Este es el país que tenemos a grandes rasgos. Peor de cómo estaba hace
casi veinte años. Secuestrado por una falsa ideología socialista que pregonan
sus pocos defensores, muchos enchufados al poder, exprimiendo lo que queda de nuestras riquezas
mineras, entregadas a trasnacionales
extranjeras. Un socialismo que empeore lo que antes existía no puede
llamarse jamás una revolución socialista del siglo XXI. Lo triste de todo este
asunto es que más temprano que tarde debemos comenzar de nuevo, y todos estos años habrá que echarlo en el
basurero de la historia, pero eso sí, cobrándole con la justicia a sus
responsables que destruyeron este país. Los que hallan muertos entonces será la
justicia divina. Por lo pronto la mayor tarea trascendente es salir de este
gobierno por los mecanismos legales establecidos, con la mayor paciencia, firmeza y claridad
posible.
Finalmente quiero agregar que la
reflexión de José Ignacio Cabrujas
se puede parafrasear con la realidad que tenemos en Venezuela, y que
desafortunadamente este reconocido
dramaturgo no pudo llegar a escribirla
por su desaparición física el 21 de Octubre de 1995 en Porlamar, cuando no
había ni siquiera comenzado esta locura
que arrancó desde el nuevo siglo XXI. Ahora
yo la parafraseo así: Nosotros, los dolientes de esta tragedia nacional,
asistiremos muy pronto a sus honras fúnebres y no culparemos al viejito Marx, a
Lenin, Mao, ni siquiera al librito comunista de esta impudicia criminal y
abyecta que ha caído sobre Venezuela, culparemos a Hugo Chávez, Nicolás Maduro
y a todos aquellos responsables de esta nefasta historia que empezó a
escribirse hace diecisiete años.
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