CONVERSACIONES IMAGINARIAS CON HARRY ALMELA Angel Gustavo Cabrera.
¿Y qué haremos ahora/
al final del camino?/ En nuestros
viajes por distintas miserias/ a
cada uno le ha tocado su ración de dolor/
Buscamos. No estuvo a nuestro alcance/ la tierra prometida/ Ni en los versos. Ni en los palacios. Tomado del libro Instrucciones para armar el meccano. Harry Almela.
Te convido/ a la
diáspora bermeja/ al horizonte azul/ de mis entrañas/ mírame de frente/ y
aparecerá tu culpa. Tomado del libro CONTRAPASTORAL.
Harry Almela
a nadie puedes/ pedir
auxilio/ ni existe meta/ alguna que alcanzar/ si no aspiras/ a la total desilusión/
habrás perdido tu tiempo/ lo demás/ es perversión/ alambres/con los que
te encadena tu marcha. Tomado del Libro CONTRAPASTORAL. Harry Almela
Allá, bajo árboles frondosos de la UCV, donde se respira una
paz bucólica me encontré al poeta y escritor Harry Almela, quien después de un saludo rápido, me dijo: -“tengo una hora para esta conversa, debo
trabajar con una cátedra de lenguaje y comunicación”. Yo pensaba que
tendría más tiempo, por lo que decidí ir
al grano.
AGC.- ¿Qué opinas de la crisis venezolana?
HA.-
Te recuerdas aquella conversa que tuvimos en un café frente a la plaza
de toros de Maracay hace una década. Te dije que vendría la crisis más
espantosa con la hiperinflación, el desempleo, las colas y una hambruna
generalizada. Que los precios del petróleo venían en caída libre y que no se
iban a recuperar, que ya estábamos en la era pos-petrolera y que teníamos que
acostumbrarnos a los bajos precios del
petróleo, y aquí cuando se debía aumentar la producción petrolera no se hizo. Y
ahora Arabia Saudita y Kuwait nos informan que tenemos que acostumbrarnos a los
precios bajos porque de esa manera retardan la migración de inversiones a
combustibles no fósiles. La situación es muy semejante a la canción de Joan
Manuel Serrat titulada “Disculpe el señor” en la que una muchedumbre de pobres
insisten en ver a Dios para que les den comida, y Dios les dice que le diga que
no está, que salió, que Carlos Marx está muerto y enterrado. El derrumbe
estrepitoso de una modernidad criolla,
mal entendida por demás,
dilapidando la renta petrolera. Ya la época de las vacas gordas pasó y lo peor
es que no hay vacas.
AGC.- ¿Y la tesis de Arturo Uslar Pietri ya no tiene vigencia?
HA.- Esa frase de sembrar el petróleo ya
no tiene ningún sentido, el país ha cambiado y parece que los venezolanos y la
clase política no se dan cuenta. Lo mismo que el país de Cabrujas ya no existe, ese de país campamento minero
convertido en un hotel y en cuyas puerta cuelga un letrero que dice:
“Bienvenido”. La tesis de país rico ya no existe aunque el gobierno diga lo
contrario y la población siga con ese mito por el Arco Minero que solo está
beneficiando a China y otras potencias extranjeras.
AGC.- ¿Y el futuro inmediato?
HA.- Eso si es más preocupante, me
parece que vamos a la dimensión desconocida. Será necesario construir un relato
que va a reclamarnos una actitud, no diferente, sino nueva, lo que resulta más
complicado. Y allí en vez de reclamar derechos, tendremos que atender los
deberes. Pongo por ejemplo los deberes ciudadanos, aquí comerse una luz, botar
la basura en la calle es un acto normal llegando a niveles de anarquía absoluta
donde cada quien hace lo que le dé la gana. Por otra parte el paisaje esta
devastado, como si hubiésemos atravesado por una guerra. Muchas veces cuando camino sobre el basurero
de las calles de Mariara, me pregunto qué pensaban los berlineses a comienzos
de mayo de 1945. Estamos exactamente en el mismo sitio, caminando sobre
escombros, velando el cadáver de un país.
AGC.- ¿Y esta reflexión del país te ha conducido a nuevas propuestas
poéticas?
HA.- Si, me interesa por ahora una poesía
sustantiva que de testimonio de mi infierno y de mi paraíso en estas
circunstancias latinoamericanas cuya dicción no se separe en demasía del habla
y que me recuerde mi membrecía a la historia del español. Conocer el devenir del
país donde procedo, por saber que nos había pasado, en que sitio y como se
rompió el hilo del papagayo. Continuar
mirándose el ombligo mientras el mundo se cae a pedazos es irresponsable. Mi
poemario LA PATRIA FORAJIDA es una
queja a esa camisa de fuerza que puede significar seguir viviendo en el mismo
país. Mis larga conversaciones con Eugenio Montejo me sirvieron para mirar el
país desde otro ángulo, a buscarlo en su historia, con el aprendí a leer a
Mario Briceño Iragorry, a Rafael María Baralt y a César Zumeta. Y más acá hay
que reivindicar la poética de Andrés Eloy Blanco, que tiene un acento en la
oralidad más que en la escritura. Esas búsquedas en la historia, son reciente
preocupaciones en los escritores.
AGC.- ¿La poesía siempre es un hecho político Harry?
HA.- La poesía, a pesar de lo que desean
ciertos profesores de literatura y ciertos poetas, es siempre un hecho
político, no por el hecho que se refiera a la partidización o a los seres
humanos. No. La poesía es un acto eminentemente político porque es de la polis,
además expresa en la lengua de la polis los conflictos de la polis. Cuando
Aristóteles escribe la poética, muy mal leída por los profesores de literatura
y sus pobres alumnos, lo que esta es echando el cuento de como el mito se convierte
en catarsis en un colectivo y como el receptor de la polis griega se siente
identificado como polis en el drama y en la tragedia. Lo que hace precisamente
es una propuesta de hecho estético como un producto eminentemente político.
AGC.- La escritora Ana
Teresa Torres, en una entrevista que le hace EL NACIONAL en 2013 señala que los
intelectuales deben tener mucho cuidado en involucrarse con el poder, sobre
todo si no es democrático y segundo no ocultar su posición política. ¿Estás de
acuerdo con ese planteamiento?
HA.- Yo leí esa entrevista de Ana Teresa
Torres, es una escritora muy calificada
y acuciosa. Por supuesto que estoy de acuerdo con ella, sobre todo cuando dice
que si ese poder no es democrático y tiene una vocación hegemónica, puede quedar
atrapado por eso y su voz termina siendo la misma del que manda. La historia
griega dice que el pobre Platón terminó siendo asesor filosófico de los
tiranos del Mediterráneo. Por supuesto
un poeta libre, dentro de la casa o dentro de la ciudad les molestaba
muchísimo. Los que han regresado a la ciudad platónica son los poetas que
apoyan a este gobierno, porque al fin el
Rey filosofo los ha reconocido en su ciudad. Nosotros debemos sentirnos
orgullosos de no estar en esa ciudad. Creo
que debemos recorrer nuevos senderos poéticos que superen esa poesía intimista
que se ha escrito en el siglo XX y lo
que va del XXI, una manera de evitar la tragedia anteriormente descrita y sus
consecuencias. La escritura como acto político. Cada quien llega a la Isla con
los remos que tiene.

AGC.- ¿Que poética debe
estar en consonancia con esa búsqueda en los actuales momentos?
HA.- En los últimos diez años hay tres
cosas que me interesan actualmente de la poesía en general. La poesía que se
escribe al margen. La poesía que se escribe en lo provinciano. La poesía que se
escribe fuera del centro, es la poesía costumbrista. Caso de Baudelaire. Pinta
el perfil de los ciudadanos, sus mañas, su cultura, sus vicios. Los retrata
como cualquier poeta de América Latina, sobre los cuales se ha hablado, además,
muy mal. Hay que leer a Yolanda Pantin y a otros. La buena poesía que se está
escribiendo en este país es esa poesía costumbrista que se está escribiendo al
margen del centro, sobre las costumbres de la familia, sobre las costumbres de
la ciudad, las costumbres del país. El costumbrista no es sino un flaneur, un paseante que camina por la
ciudad para observar y disfrutar de la ciudad. El costumbrista no es otra cosa
que un coleccionista que colecciona imágenes de la ciudad para convertirlas en
literatura, un costumbrista no es otra cosa que un trapero que recoge los
desechos que deja el capitalismo para convertirlo en literatura.
AGC.- CONTRAPASTORAL,
tu último libro, está considerado como una obra poco usual en la poética
venezolana. El escritor Antonio López Ortega señala que ese libro es de un
arrojo sin concesiones, que quiere indagar en nuestra crudeza, en nuestra
carencia, pues de superficialidades ya tenemos un bulto que nadie sabe esconder.
Estás de acuerdo, que agregas tú como autor.
HA.- Primero agradezco los conceptos en
la lectura de CONTRAPASTORAL que hace el amigo Antonio López Ortega. Ese libro
es testimonio de una terapia, del complicado ejercicio de constelar una
incubación, como dice Rafael López Pedraza, que en fin de cuenta eso es la
poesía. Se venía incubando una visión de paisaje en decadencia. Se venía
incubando la fisura, la grieta. También está allí mi reciente cercanía con la
poesía Sefardí contemporánea, particularmente en los poemas de Margalit
Matitiahu, cuyo vocablo me sitúa a veces en la niñez, cuando oía palabras
semejantes en boca de los campesinos de Mariara. También estaba incubándose,
aunque a primera vista no lo parezca, Franz Kafka, que llevó a los extremos el
arte de la autobiografía. Y en el fondo, el país, esa patria forajida de la que
hablamos al principio.
AGC.- ¿Poeta, que queda
al final de todo esto?
HA.- Al final, la muerte es quien tiene allí algo que decir.
¿Quedaremos en la memoria como testimonio de nuestro tiempo?, ¿Quedaremos en la
memoria como testimonio del ser?, ¿Quedaría alguna huella de esta
discontinuidad que somos? Ni idea. La palabras, nos recuerda Cadenas, no es el sitio del
resplandor. Pero insistimos, insistimos, nadie sabe porqué
AGC.- Gracias poeta por su tiempo.
HA.- Espero que le des un buen uso. Me voy a matar
el tiempo como lo que no soy, profesor de lenguaje y comunicación.
Lo vi retirarse en el paisaje de la tierra de nadie y no sé
porque me vino a la mente el epígrafe que colocó en CONTRAPASTORAL de Paul Auster: “Lo que realmente me asombra/ no es que todo
se esté derrumbando/ sino la gran cantidad de cosas/ que todavía siguen de pie”
Maravillosa tu admiracion al poeta padre. Parecen realmente dos personas hablando.
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