LAS
ARTES PICTORICAS Y EL SIGLO XXI
Angel
Gustavo Cabrera
“No podemos prescindir de una concepción del mundo y
del hombre, es decir de una filosofía.
No solo no podemos prescindir de las ideas, sino tampoco de la poesía,
músicas, novelas, para aprehender
ser-en-el-mundo, es decir para conocer. No podemos prescindir de la
ética. Es cierto que nuestros valores no
podrían ser probados empírica y lógicamente, pero nuestra lógica y nuestro conocimiento empírico pueden
dialogar con ellos” Edgar Morín. El
Método. Tomo IV. Las ideas
“Entre las obras de los hombres y las naturalezas
existe la misma relación que entre el hombre y Dios”. Leonardo da Vinci. (1466-1519)
“El artista es la fórmula de la más grande
inteligencia; a él llegan los sentimientos, las traducciones más delicadas (…)
Nuestros cinco sentidos llegan directamente al cerebro, impresionados por una
infinidad de cosas.” Paul Gauguin (1848-1903)
“Por encima de todo, yo quiero llegar a un punto en
que se diga d mi obra: este hombre sintió profundamente y este hombre siente
delicadamente. A pesar de mi reconocida torpeza (…) o quizás a causa de ella” Vicent van Gogh. 1853-1890
“Cada mañana al despertarme, siento un placer supremo,
el placer de ser Salvador Dalí.”
(1904-1984)
Desde tiempos
inmemoriales las artes pictóricas están asociadas estrechamente al andar del
hombre. Sus primeras manifestaciones en las cuevas y rocas son registros
prehistóricos que denotan una necesidad de transmitir y comunicarse con el
mundo exterior. Las grandes civilizaciones del mundo antiguo, de la época
medieval, de las civilizaciones aztecas,
mayas e incas. Todas guardaban una comunión espiritual entre la cultura y el
universo, un encuentro entre el Hombre y la Naturaleza, entre la creación y la
deidad. La época medieval le imprime un
carácter religioso en la salvación eterna y es en El Renacimiento cuando se
eleva el campo del saber y de las artes,
período en que se verifican profundas transformaciones sociales, económicas y
políticas que encaminan el mundo hacía la modernidad. “Pienso, luego existo” de Rene de Descartes es lo máximo de la razón
humana separada de Dios y el mundo espiritual. Ya las ideas y el conocimiento no vendrán del cielo ni de los mitos, sino estará en los
hombres. Puede el ser humano crear, transformar, registrar su producción
artística y fortalecer su individualidad. Esto no significa que el hombre dejó
de creer en sus dioses y mitos. Vemos a un Leonardo da Vinci cuyo arte está
expresado en el conocimiento del
espacio, la naturaleza, la perspectiva, el análisis sistemático, la nítida
objetividad, el valor de la experiencia, la mirada
<<científica>> y la
latencias de los secretos del alma y una
marcada espiritualidad del amor a Dios
por sobre todas las cosas.
Se impuso la
modernidad y con ello todos los cambios culturales,
tecnológicos, societarios, conocidos. Las artes pictóricas tuvieron sus grandes
manifestaciones creativas tanto en contenido temático como en el trazado, el
color, los materiales usados. Esto les dio un impulso tal que surgieron
escuelas y corrientes pictóricas como la figurativa, el impresionismo, el
abstraccionismo, el pop-art, el cubismo, el realismo, el surrealismo, el
cinetismo, etc. La naturaleza, el
paisaje, la figura humana, lo cotidiano, lo raro, lo extraño, lo telúrico, entraron en el mundo vasto del artista, quien
le imprime su sello individual, su
riqueza espiritual y su conexión con el mundo exterior. Además se observa que
las temáticas religiosas quedan en un segundo plano o son interpretadas fuera
de ese carácter sagrado que tuvieron sus antecesores. Mientras que para Da Vinci lo primordial era la relación Dios-Naturaleza. Para Gauguin el hombre y sus cinco sentidos
son fundamentales, igual para Vicent van Gogh.
El artista
plástico venezolano, Braulio Salazar
expresó en una entrevista hecha por el poeta Juan Liscano (ambos fallecidos),
lo siguiente: “Una verdadera obra de
arte debe tener siempre una carga interior, poco importa la tendencia en que
ella pueda ubicarse. El arte no cesa nunca de angustiarnos. ¿Será esto hasta el
fin de nuestros días? Ya no son los secretos para hacer un cuadro lo que me
preocupa, no es asunto de oficio, ni de éxito económico o publicitario. El
problema radica ahora en terminar mi obra, en completarla hasta donde sea
posible.”
La pregunta que
me hago con reiterada insistencia es saber
¿Que le depara al mundo artístico
al nuevo siglo en el marco de la
nueva etapa de la modernidad o lo que
muchos ya hablan de mundo posmoderno?
¿Habrá que inspirarse en el legado que sembraron otros o tenemos que hacer
nuestras propias lecturas del siglo en cuestión? La globalización y sus
colaterales, la diseminación del poder económico, político, social y cultural,
las comunicaciones y el ciber-espacio, las expresiones fundamentalistas
religiosas, el terrorismo, las emigraciones, el calentamiento global y la
búsqueda de nuevas fuentes de energía, de la bipolaridad a la multipolaridad,
los grandes alcances de la ciencia que dejan muy atrás el paradigma clásico, deben interesarle al artista plastico o debe
ser indiferente?
Si no resulta ser indiferente, ¿qué interpretación requiere?
Voy a citar al filósofo Edgar
Morín en cuanto a la caracterización del modelo todavía predominante y lo que
se aspira: <<Hacer la revolución por todas partes>>: así hablaba
Sainte-Beuve del método cartesiano. Y es que Descartes había formulado el gran
paradigma que iba a dominar Occidente,
la disyunción del sujeto del objeto, del espíritu y la materia, la oposición
del hombre de la naturaleza. Si a partir de un paradigma de complejidad puede
nacer un nuevo método, encarnarse, caminar, progresar, quizás entonces podría
éste <<hacer la revolución por todas partes>>, incluso en la noción
de revolución que se ha vuelto plana, conformista y reaccionaria” Más
adelante agrega “frente a un mundo en crisis, me conmueve los ruidos del mundo, de las
armas, de los conflictos, de las liberaciones efímeras y trastornadoras, de las
opresiones duraderas y duras que atraviesan los muros, me golpean el corazón.
El único conocimiento que vale es aquel que se nutre de incertidumbre y que el único pensamiento que
vive es aquel que se mantiene a la temperatura de su propia destrucción. Me he
sentido conectado con el patrimonio planetario, animado por la religión de lo
que une, el rechazo de lo que rechaza, una solidaridad infinita; lo que el Tao
llama el espíritu del valle <<recibe todas las aguas que se vierten en
él>>
Este ensayo es
solo una apertura al dilema de las artes pictóricas en el siglo que apenas abre
su umbral. Sé que necesitamos de una antropo-sociología, que ella debe
articularse con la ciencia de la
naturaleza y esto conducirá a una reorganización de la estructura del
saber. Liberarse del auto-centrismo. El
hombre del siglo XXI tiene ante sí un reto: buscar los bucles retroactivos de
esa comunión con el cosmos, la relación pasado-presente bajo una actitud
dialógica y una poderosa carga de resistencia cultural.