EL PENSADOR DE AUGUSTE RODIN REVISITADO EN
ARGENTINA. Angel Gustavo Cabrera
“Guiado por mi primera inspiración concebí otro pensador, un
hombre desnudo, sentado sobre una roca, sus pies dibujados debajo de él, su
puño contra su mentón, él soñando. El pensamiento fértil se elabora por si mi
mismo dentro de su cerebro. No es más que un soñador es un creador” Auguste Rodin. (1840-1917) “
La relación de Rodin con la Argentina comenzó a fines del
siglo XIX cuando la intelectualidad, la aristocracia y el poder miraban
idealmente hacia la tierra francesa, con la intención de imitar determinada
idiosincrasia” Tomado de Internet.
“La posmodernidad ha despertado una pasión arqueológica, en
la que se resucitan los signos del pasado para rellenar el espacio vacío de
nuestra memoria. “El arrepentimiento forma parte de la modernidad, el reciclaje
de las formas pretéritas, la exaltación de los residuos, la rehabilitación a
través del bricolaje, la sentimentalidad ecléctica…” Carlos Colina. EL LENGUJE DE
LA RED. (Cita de Baudrillard,
1993; 57)
Recientemente estuve en la plaza del Congreso Nacional y me dijo mi hijo que cerca allí estaba la
estatua original de Rodin “El Pensador”. Yo, dudé un poco que
fuera la original por cuanto nunca había leído que ese monumento universal
estuviera en Argentina. En efecto, cuando indagué por internet me enteré que es
una copia avalada por el autor. La original se encuentra en Paris, en el Museo
Rodín. Esta obra data de 1821-1822 e inicialmente se titulaba “El poeta” y fue
creada para decorar el tímpano del conjunto escultórico “La puerta del
Infierno” en homenaje a la obra La Divina Comedia del escritor italiano Dante
Alighieri. “El poeta” era un creador que observaba a los condenados vagando por
los diferentes círculos del Infierno. Como lo señalo en el exergo inicial, concibió otra inspirada en el siglo XX y la
modernidad como el signo de los tiempos de la contemporaneidad. Así que Rodin lo caracterizo de esta manera: “Lo
que hace que mi pensador piense es que el piensa es no solo por su cerebro, también con su ceño
fruncido, con sus fosas nasales distendidas y sus labios comprimidos, con cada
músculo de su brazo, espalda y piernas, con sus puños apretados y sus dedos de
los pies apretados”. Sin duda alguna que el pensamiento creativo y
filosófico moderno de Auguste Rodin fue la base que le permitió inspirarse en
esta monumental obra. Muere en los albores del siglo XX, 1917, sin poder
calibrar todo los frutos de la modernidad a partir del pensamiento humano,
representado en su ya universal obra. El filósofo español José
Bada señala que al contemplarla “se puede ver una experiencia estética,
subjetiva, que no añade nada a la representación y deja tal cual la vida y el
mundo de la vida del espectador. Pero también puede ser una obra de arte que hace pensar. Una obra de
arte que da lugar a la reflexión: un grito de silencio o de la razón
silenciada, del pensamiento, del discurso, del argumento, de la procesión que
va por dentro, del camino que no cesa y de la pregunta que sigue abierta como
una plaza por mucho que digamos”.
Recuerdo que en el momento que la vimos me asaltó la
inquietud de esta regia obra llamada El
Pensador y los tiempos actuales posmodernos, no dados precisamente a
cultivar el pensamiento. Algunos sostienen vulgarmente que no hace falta pensar mucho porque ya todo
está creado, y más ahora con la
democratización del saber por la presencia de Internet y las redes sociales, “todo
está” allí arguyen los adoradores de
estos aparatos. Es la era del hombre pragmático, donde basta que apreté un
botón para encontrar lo que ande buscando, bien sea una información, un
concepto, la solución a un problema. Gilles
Lipovetsky amplia este aspecto en una reciente entrevista hecha por el
Diario La Nación de Argentina: “En las redes sociales todo el mundo se pone
en valor. Las personas ofrecen una imagen seductora y retocan sus fotos para
verse mejor”. Mientras más libres son los individuos y más libres construyen
sus vidas más frágiles son…” Ya no tiene que pasar horas y horas
leyendo una obra de cientos de páginas, los llamados clásicos como Miguel de Cervantes,
Williams Shakespeare, Juan Jacobo Rousseau, Dante Alighieri, Fiodor
Dostoyevski, Edgar Allan Poe, Frank Kafka, Walt Whitman, etc. Y pronto en el
curso del siglo XXI aquellos grandes escritores que enaltecieron la letra en el
siglo XX con su vasta cultura y creación intelectual pasaran al cementerio de
los olvidados, me refiero a Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Ernesto
Sábato, Gabriel García Márquez, Federico García Lorca, Arturo Uslar Pietri, Miguel de Unamuno,
Carlos Fuentes, Fernando Vallejo, Albert Camus, Vladimir Mayakovski, Augusto
Monterroso, Mario Vargas LLosa etc. Es la era de la tecnocracia, el viejo
humanismo de los enciclopedistas que
devino en los grandes relatos ya no sirve para entender al mundo. Ha triunfado
la fragmentación del conocimiento, de la impostura y de la mera representación
mediática. Baudrillard es analizado bajo el lente de Martin Cuccorese para decirnos: “nos
hemos convertido en puntos de una red. Ya ni podemos decir que somos los puntos
privilegiados, sino simplemente conductores de flujos comunicacionales. Huecas
cámaras de reverberación, de reflejo. El arte ya no es para pensarlo ni
para hacer un acto intelectual de él, es una experiencia estética subjetiva que
no añade nada a la representación, exactamente lo mismo que el rostro del otro cuando
pasamos de largo.
Si está es la era que
estamos viviendo induce a una maquinización de la vida, entonces el cuerpo ya
no es una totalidad seductora y ambivalente, sino una máquina y humano a la vez, al estilo Robocop. Baudrillard sostiene que esta es una
continuación de la dominación y control social, solo que por otros medios mucho
más persuasivos y libres. De tal manera
que podemos abordar varias hipótesis
en cuestión. La primera que el
pensamiento abarcará lo tecno-instrumental para las grandes masas
poblacionales dadas al consumo, a los fundamentalismos religiosos, a nuevos
modelos societarios de esclavitud. La
segunda que una minoría ilustrada empleará el pensamiento para la comprensión,
reflexión, análisis crítico, cultivo de intelecto y creativo. De allí saldrían
las grandes ideas para el mundo globalizado y libre. Una
tercera hipótesis puede ser que estemos en presencia de una mutación
antropológica sin precedente del cerebro humano que no pueda prescindir de la
máquina, algo vital como el corazón para el cuerpo humano. ¿Quién saldrá
ganando y quien saldrá perdiendo? ¿Quién
quedará supeditado al otro en esta simbiosis? No lo sé, lo que sí creo es que
ese ente pensante no necesitará del pasado, del hilo conductor clásico moderno
que ya tiene más de tres siglos en su construcción. La filosofía, las ciencias
humanas, las artes, la literatura y tal vez la música quedaran para las elites.
Un mundo feliz donde el pensar quedará relegado a lo instrumental, a lo
elemental, es decir a lo básico para el funcionamiento de lo humano. Y las
grandes masas humanas serán solo eso, si es que ya no lo son, espectadores y
consumidores. Y en este caso la Plaza de Argentina con su obra histórica de EL PENSADOR, quedará como un NO
LUGAR, un sitio de un simple pasar sin valor histórico, incluso sin que
nadie se detenga a leer la placa que lo
identifica.
Sin embargo no se debe ser tan fatalista, son hipótesis que
las irá marcando el tiempo en su razón o sinrazón. Vuelvo con Gilles Lipovetsky en la entrevista
citada: “Hay que brindar instrumentos para que la gente pueda hacer cosas de las
que se sienta orgullosa. Por eso soy partidario de una educación artística, no
en nombre del arte, sino en favor de la creatividad. La gente no es feliz con
sus trabajos, los consideran trabajos de mierda o idiotas. Pero luego si se
sienten orgullosos de pintar o de cantar en un coro. Pero, de todos modos, la
fragilidad y la vulnerabilidad son inevitables, porque la sociedad
hiperindividualista no está protegida ni por la religión ni por la tradición.
Hoy el hombre está totalmente solo e indefenso”. (Diario La Nación. 22
de febrero de 2020)
La próxima vez que pase por la plaza del Congreso donde se
encuentra la réplica de “EL PENSADOR” de Auguste Rodin, me detendré a pensar e imaginarme cómo ha de verse con
un celular de última generación en su cabeza o en su corazón. O también en su puño
contra su mentón pensando precisamente que hacer con ese aparatico. He ahí el
dilema.