lunes, 24 de febrero de 2020

EL PENSADOR DE AUGUSTE RODIN REVISITADO EN ARGENTINA



 EL PENSADOR DE AUGUSTE RODIN REVISITADO EN ARGENTINA. Angel Gustavo Cabrera

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“Guiado por mi primera inspiración concebí otro pensador, un hombre desnudo, sentado sobre una roca, sus pies dibujados debajo de él, su puño contra su mentón, él soñando. El pensamiento fértil se elabora por si mi mismo dentro de su cerebro. No es más que un soñador es un creador” Auguste Rodin. (1840-1917)

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La relación de Rodin con la Argentina comenzó a fines del siglo XIX cuando la intelectualidad, la aristocracia y el poder miraban idealmente hacia la tierra francesa, con la intención de imitar determinada idiosincrasia”  Tomado de Internet.

“La posmodernidad ha despertado una pasión arqueológica, en la que se resucitan los signos del pasado para rellenar el espacio vacío de nuestra memoria. “El arrepentimiento forma parte de la modernidad, el reciclaje de las formas pretéritas, la exaltación de los residuos, la rehabilitación a través del bricolaje, la sentimentalidad ecléctica…” Carlos Colina. EL LENGUJE DE LA RED. (Cita de Baudrillard, 1993; 57)

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Recientemente estuve en la plaza del Congreso Nacional  y me dijo mi hijo que cerca allí estaba la estatua original de Rodin  El Pensador”. Yo, dudé un poco que fuera la original por cuanto nunca había leído que ese monumento universal estuviera en Argentina. En efecto, cuando indagué por internet me enteré que es una copia avalada por el autor. La original se encuentra en Paris, en el Museo Rodín. Esta obra data de 1821-1822 e inicialmente se titulaba “El poeta” y fue creada para decorar el tímpano del conjunto escultórico “La puerta del Infierno” en homenaje a la obra La Divina Comedia del escritor italiano Dante Alighieri. “El poeta” era un creador que observaba a los condenados vagando por los diferentes círculos del Infierno. Como lo señalo en el exergo inicial,  concibió otra inspirada en el siglo XX y la modernidad como el signo de los tiempos de la contemporaneidad. Así que Rodin lo caracterizo de esta manera: “Lo que hace que mi pensador piense es que el piensa es  no solo por su cerebro, también con su ceño fruncido, con sus fosas nasales distendidas y sus labios comprimidos, con cada músculo de su brazo, espalda y piernas, con sus puños apretados y sus dedos de los pies apretados”. Sin duda alguna que el pensamiento creativo y filosófico moderno de Auguste Rodin fue la base que le permitió inspirarse en esta monumental obra. Muere en los albores del siglo XX, 1917, sin poder calibrar todo los frutos de la modernidad a partir del pensamiento humano, representado en su ya universal obra. El filósofo español  José Bada señala que al contemplarla “se puede ver una experiencia estética, subjetiva, que no añade nada a la representación y deja tal cual la vida y el mundo de la vida del espectador. Pero también puede ser  una obra de arte que hace pensar. Una obra de arte que da lugar a la reflexión: un grito de silencio o de la razón silenciada, del pensamiento, del discurso, del argumento, de la procesión que va por dentro, del camino que no cesa y de la pregunta que sigue abierta como una plaza por mucho que digamos”.
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Recuerdo que en el momento que la vimos me asaltó la inquietud de esta regia obra llamada El Pensador y los tiempos actuales posmodernos, no dados precisamente a cultivar el pensamiento. Algunos sostienen vulgarmente que no hace falta pensar mucho porque ya todo está  creado, y más ahora con la democratización del saber por la presencia de Internet y las redes sociales, “todo está”  allí arguyen los adoradores de estos aparatos. Es la era del hombre pragmático, donde basta que apreté un botón para encontrar lo que ande buscando, bien sea una información, un concepto, la solución a un problema. Gilles Lipovetsky amplia este aspecto en una reciente entrevista hecha por el Diario La Nación de Argentina: “En las redes sociales todo el mundo se pone en valor. Las personas ofrecen una imagen seductora y retocan sus fotos para verse mejor”. Mientras más libres son los individuos y más libres construyen sus vidas más frágiles son…” Ya no tiene que pasar horas y horas leyendo una obra de cientos de páginas, los llamados clásicos como Miguel de Cervantes, Williams Shakespeare, Juan Jacobo Rousseau, Dante Alighieri, Fiodor Dostoyevski, Edgar Allan Poe, Frank Kafka, Walt Whitman, etc. Y pronto en el curso del siglo XXI aquellos grandes escritores que enaltecieron la letra en el siglo XX con su vasta cultura y creación intelectual pasaran al cementerio de los olvidados, me refiero a Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Ernesto Sábato, Gabriel  García Márquez, Federico  García Lorca, Arturo Uslar Pietri, Miguel de Unamuno, Carlos Fuentes, Fernando Vallejo, Albert Camus, Vladimir Mayakovski, Augusto Monterroso, Mario Vargas LLosa  etc.  Es la era de la tecnocracia, el viejo humanismo de los enciclopedistas  que devino en los grandes relatos ya no sirve para entender al mundo. Ha triunfado la fragmentación del conocimiento, de la impostura y de la mera representación mediática. Baudrillard  es analizado bajo el lente de Martin Cuccorese para decirnos: “nos hemos convertido en puntos de una red. Ya ni podemos decir que somos los puntos privilegiados, sino simplemente conductores de flujos comunicacionales. Huecas cámaras de reverberación, de reflejo. El arte ya no es para pensarlo ni para hacer un acto intelectual de él, es una experiencia estética subjetiva que no añade nada a la representación, exactamente lo mismo que el rostro del otro cuando pasamos de largo.

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Si está  es la era que estamos viviendo induce a una maquinización de la vida, entonces el cuerpo ya no es una totalidad seductora y ambivalente, sino una máquina y humano  a la vez, al estilo Robocop. Baudrillard sostiene que esta es una continuación de la dominación y control social, solo que por otros medios mucho más persuasivos y libres.  De tal manera que podemos abordar varias hipótesis en cuestión. La primera que  el  pensamiento abarcará lo tecno-instrumental para las grandes masas poblacionales dadas al consumo, a los fundamentalismos religiosos, a nuevos modelos societarios de esclavitud. La segunda que   una minoría ilustrada  empleará el pensamiento para la comprensión, reflexión, análisis crítico, cultivo de intelecto y creativo. De allí saldrían las grandes ideas para el mundo globalizado y libre.   Una tercera hipótesis puede ser que estemos en presencia de una mutación antropológica sin precedente del cerebro humano que no pueda prescindir de la máquina, algo vital como el corazón para el cuerpo humano. ¿Quién saldrá ganando y quien saldrá perdiendo?  ¿Quién quedará supeditado al otro en esta simbiosis? No lo sé, lo que sí creo es que ese ente pensante no necesitará del pasado, del hilo conductor clásico moderno que ya tiene más de tres siglos en su construcción. La filosofía, las ciencias humanas, las artes, la literatura y tal vez la música quedaran para las elites. Un mundo feliz donde el pensar quedará relegado a lo instrumental, a lo elemental, es decir a lo básico para el funcionamiento de lo humano. Y las grandes masas humanas serán solo eso, si es que ya no lo son, espectadores y consumidores. Y en este caso la Plaza de Argentina  con su obra histórica de EL PENSADOR, quedará como un NO LUGAR, un sitio de un simple pasar sin valor histórico, incluso sin que nadie se detenga  a leer la placa que lo identifica.

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Sin embargo no se debe ser tan fatalista, son hipótesis que las irá marcando el tiempo en su razón o sinrazón. Vuelvo con Gilles Lipovetsky en la entrevista citada: “Hay que brindar instrumentos para que la gente pueda hacer cosas de las que se sienta orgullosa. Por eso soy partidario de una educación artística, no en nombre del arte, sino en favor de la creatividad. La gente no es feliz con sus trabajos, los consideran trabajos de mierda o idiotas. Pero luego si se sienten orgullosos de pintar o de cantar en un coro. Pero, de todos modos, la fragilidad y la vulnerabilidad son inevitables, porque la sociedad hiperindividualista no está protegida ni por la religión ni por la tradición. Hoy el hombre está totalmente solo e indefenso”. (Diario La Nación. 22 de febrero de 2020)

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La próxima vez que pase por la plaza del Congreso donde se encuentra la  réplica de “EL PENSADOR” de Auguste Rodin, me detendré a pensar e imaginarme cómo ha de verse con un celular de última generación en su cabeza o en su corazón. O también en su puño contra su mentón pensando precisamente que hacer con ese aparatico. He ahí el dilema.