Por Angel Gustavo Cabrera.
INTROITO
Caminando por una calle de Buenos Aires, me detuve, como es costumbre, a ver los títulos de libros a través de una vidriera de una librería. Entre a curiosear y ver otros títulos que estaban en un estante medio escondido, tuve que agacharme, y entre aquellos títulos clásicos encontré este “Coplas a la muerte de su padre” y selección de poesía amorosa del poeta español Jorge Manrique. De inmediato recordé mi pena y abatimiento por el estado agónico de salud de mi pobre madre en Venezuela y no vacile en comprarlo. Al leer sus coplas, comprendí que estaba al frente de un texto lirico de la elegía porque expresa un sentimiento de dolor hacia la muerte de su padre y hacernos entender cómo pasa el tiempo y a su vez el enaltecimiento de ese personaje que representaba su padre en ese contexto histórico del siglo XV. Me interesó ávidamente esa reflexión sobre la muerte y la fugacidad de la vida.
Esta situación, soportando el dolor de la lejanía, me hizo pensar en un largo poema a partir de la copla como género literario, de contenido popular, donde pudiera contar la historia de esta gran mujer con un sentido de humor, historia y realidad de su tránsito por la vida en 93 años. En efecto, pasaron solo tres días, a partir de la compra de libro, para que se produjera el descenso definitivo. Ese viernes 11 de junio de 2021 a las 7.00 de la noche la parca se posesionó de su cuerpo dejando una estela de dolor y llanto en sus hijos, nietos, vecinos y amigos.
MANUELA ANTONIA CABRERA SANCHEZ, era una ciudadana de cedula de identidad V 2.O22.928, de estado civil soltera y en la firma aparece: “manifiesta no saber firmar”. Nace el 16-05-28 en una zona campesina denominada Los Posuelos, aledaña a la población de La Victoria. Era la Venezuela con preponderancia de una estructura económica rural, gobernada por la dictadura de Juan Vicente Gómez. Definen esta época una gran pobreza social, cultural, analfabetismo crónico, irresponsabilidad paterna, etc. Con esta mujer venida del campo a la ciudad se cumple un ciclo histórico de una población que pudo trascender de la Venezuela rural a la petrolera, con auge, progreso, desarrollo, hasta la caída nuevamente sin todavía ver una luz del nuevo ciclo histórico, estamos hablando de la Venezuela Pos petrolera. Manuela Cabrera perteneció a esa generación de venezolanos que crecieron con la modernidad, sus valores e institucionalidad democrática. Sus cinco hijos todos se graduaron con un desempeño ético.
Habiendo hecho esta introducción dejo con ustedes este ensayo lirico popular llamado: POEMA A LA MADRE BUENA. COPLAS A MANUELA CABRERA.
I
Con el permiso de todos / estas coplas voy a recitar / Hablaré de una mujer / Una mujer sin par. / Voy a contar su historia / del campo y de la ciudad / De todo su recorrido / Por Venezuela y Canadá / Y aunque le llegó la hora / de partir al plano celestial / Sigue viva en el recuerdo / de mujer ejemplar.
II
La vida tiene sus plazos / que todos debemos cumplir / Unos siguen adelante / Otros vienen más atrás / En el andar se hace camino / Como lo dice el poeta Machado en su cantar / Y en esa legión de caminantes / todo tenemos un lugar / Sea rico o sea pobre / Este en el bien o en el mal / La vida tiene sus límites / A donde debemos llegar.
III
Naciste en el 28 / Del siglo que dejamos atrás. / En aquellos lugares de vaca y ordeño / De campo y pastizal. / Una niña hembra gritaron / De piel blanca y cimarrón / Manuel y Jacinta sus padres / Isleño y mestiza fue la combinación / pariendo muchos hijos / como era la tradición / En aquellos campos lejos / plagados de cundiamor.
IV
Manuela Antonia/ fue el nombre que eligieron. / Y el día que la presentaron / festejaron con mucho ron / Tremenda fiesta que hicieron / con arpa, cuatro y maracas / y hasta trajeron un guitarrón. / Todo terminó temprano / porque electricidad no había / en esos campos de Dios / y el terror que provocaba/ la sayona y el silbón.
V
De infancia silvestre y juguetona / El jardín fue tu predilección / Paseando entre las mariposas / con tus muñecas de tela y algodón. / El campo te dio sus frutos / Yuca, maíz, mango y aguacate / Naranjas y un limonero en flor / Sinfonía de sabores y colores / que agradaban a tu paladar / y la soberbia caña de azúcar/ sembrada en el cañaveral / chupando sin descansar.
VI
Dichoso campo rural / que te ofrecieron su vida / Su paisaje y su cantar / El canto de los gallos / el cocorear de las gallina / y los perros con su ladrar / Como te gustaba el silencio / roto por los pericos / Chirriando sin cesar / Los caballos, burros y mulas / que llegaban en las tardes / cansados de trabajar.
VII
Nunca te gustó la escuela. / Eran escuelitas muy lejos / a medio funcionar / O el maestro no asistía / O te quedabas jugando en el pastizal / Y cuantas veces te regresaron / porque no hacías las tareas en el hogar / Ay escuelas de ese entonces / que ni el abecedario / te podían enseñar / Además que copiar de la pizarra te aburría / y de las planas ni hablar.
VIII
Ya tenías dieciséis / cuando el primer enamorado aparecería / Se llamaba Félix García / Y una primera niña te daría / con tal mala suerte / que te abandonaría / por esa paternidad irresponsable / que por montón había. / El nombre que le pusiste / fue Rosalía / y tu abuelo estaba contento / cuando formaba algarabía.
IX
Después vendría Alejandro Gómez / con el que te fuiste de noche un día / Se fueron en un caballo / para un alojo buscar / allí vivieron muchos años / y nacieron los hijos / Flor, Carlos y Esther / Mientras que Rosalía se la diste a una madrina / que te la cuidaría / ella lloraba mucho / porque contigo estar quería.
X
Pero ese marido tampoco sirvió / porque todo se lo bebía / entre cerveza y ron / además que te maldecía. / Una vez llegó al colmo / que tus gallinas las vendería. / Entonces esa fue la gota que derramó el vaso / para irte de la casa un día / con tus tres muchachos / y el otro que en la barriga tenías / No tenías a donde ir / pero allí no seguirías.
XI
Mi madre ya sabía / que la ciudad era mejor / Una amiga le decía / Allá no hay carestía / luz eléctrica para alumbrar / no se planchaba con planchas de calenta / también había escuelas / para sus hijos formar / Allá no se cocinaba con leña / sino kerosén en hornillas / un derivado del petróleo / de una gran utilidad.
XII
Esa ciudad era bonita / al estilo colonial / con sus callecitas y aceras / y una plaza monumental / llena de grandes árboles / y asientos para descansar. / Además tenía un cine/ que era espectacular / con imágenes grandotas / para la gente disfrutar / las películas de suspenso / de terror y algo más.
XIII
Una señora de nombre Silvina / por poco tiempo la alojo / Pero como estaba cercano el parto / a Costa de Maya fue a parar / con sus muchachos más atrás / caminando noche y día / pasando ríos y caminos / hasta por fin encontrar / la casa de la comadre / que la atendió sin chistar / sin dolor y sin anestesia / salió el niño sin llorar.
XIV
Regreso feliz a La Victoria / donde finalmente se instaló / en una vieja casona / con un patio solariego / con un gran árbol de pino / que servía de protector solar. / El pequeñín en casa-cuna / Esther en escuela de monjas / Carlos en la artesanal / Flor en la escuela Básica / Vidalina en Proveedores Nacional / Se iniciaba la democracia como sistema de gobernar.
XV
Manuela, mujer de sueños / su mano leal tendió. / De mirada franca y sincera / que a todos agradó / conoció a grandes amistades / Silvina, Elsa, Tita, Jacinta y su hermana Flor Cerpa / con todas compartió / se le abrieron muchas puertas / que ella aprovechó / muchas formas de trabajo doméstico / ejerció con tesón y dignidad / cobrando en bolívares como moneda nacional.
XVI
Nunca aprendió a leer / Ni en campo ni en la ciudad / porque se la pasaba trabajando / para la comida compra / la ropa de sus muchachos / y los juguetes en navidad. / Mas a sus hijos inspiro / la necesidad de estudia / graduándose en algún oficio / o en una universidad / y no tener que esforzarse tanto / en casas ajenas para plancha o lava.
XVII
En esos años conoció a un señor / campechano por demás / hombre de buen talante / de nombre Pedro Carrillo / de sombrero de copa y buena estampa / distinto a los demás. / El la visitaba y le llevaba escritos poéticos / ella encantada al escuchar. / Aunque mamá nunca quiso / que sus hijos lo trataran como papá / porque su familia eran sus hijo / y no cabía nadie más.
XVIII
Trabajo nunca le faltó / Lavando y planchando ropa ajena / en casa o en una tintorería / en todas eso el trabajo con cariño y amor. / Así fue que conoció a la Señora Jacinta / en una rica urbanización / y se hicieron muy amigas / y sus pequeños hijos / le pedían la bendición / Jacintica, María, Ernesto y Andrés / eran unos niños hermosos / de buena presentación.
XIX
Esa ciudad fue ganancia / con mucha modestia y humildad / Comida, trabajo, educación y salud / Compraba en una bodega / llamada “El centavo menos” / atendida por Don Pablo/ que tenía tres negocios más / una era una carnicería / a la que mamá me mandaba a compra un bistec y nada más / y con eso comíamos todos / y quedaba para los demás.
XX
De la música ni se diga / a Manuela le gustaba escucha / A la Billos con Felipe Pirela / Héctor Cabrera y Mario Suarez, / Lila Morillo y Mario Suarez, / Los Melódicos y muchos más / Y si de rockola se trata / Julio Jaramillo hacia llorar / y te acordabas de Alejandro / que nunca volvió más / ni siquiera a ver a sus hijos / creciendo y en libertad.
XXI
Un día cayó una tormenta / con relámpagos y truenos / en plena madruga / el techo de la casa / al suelo fue a para / quedando a la intemperie los corotos y demás. / Lo más importante fue / que a tus hijitos no les paso na. / Vinieron los bomberos / y se dieron cuenta de tu realidad, / entonces le dijeron “tranquilícese señora” / que la vamos a ubica.
XXII
Finalmente a un cuartito alquilado / fuiste a para / porque vivir arrimada era molesta / quedando bien ubicada / en una avenida principal / donde pasaban los carros y camiones del cañaveral / con la caña de azúcar a reventar. / Y Carlos te decía: / “mamá déjame ir a buscar caña” en la avenida” / que las gandolas botan / al transitar.
XXIII
Un día llegó la Sra. Jacinta / y le dijo a Manuela: “no llores más” / te conseguí una vivienda propia / en otra ciudad / es una casa chiquitica / en un ambiente rural / para pagarla en veinte años / con cuotas bajas sin modificar / allí podrás vivir tranquila / en un ambiente tranquilo / con tus gallinitas / que huevo te dará.
XXIV
Entonces le dijiste a Doña Jacinta: / “Yo con el campo no quiero na / déjeme aquí tranquilita / que me gusta esta ciudad / yo para allá n vuelvo / ni que me lleven amarrá”. / Y Doña Jacinta aseveró / “Eso no es campo Manuela / tú estás equivoca / eso está cerquita de la capital / allí estarás feliz / yo te lo puedo asegura”.
XXV
Cuenta tu comadre Nena / que te asombró la distancia / Entre La Victoria y Maracay / porque como ibas a ser / pal trabajo y tus muchachos estudia. / Y así pasaban los meses / sin la casa hábitat / hasta que un día decidiste / los corotos acarrea / y con lágrimas en los ojos / dejaste aquella ciudad / que te abrió sus puertas a la urbanidad.
XXVI
Al fin conociste la casa / Jacinta tenía la verdad / Era una casita muy cerca de la capital / con agua y electricidad / y un patio inmenso / para sembrar / Yuca, maíz y caraota / mango, aguacate y maracuyá / Ciruela, cambur y plátano / y caña de azúcar para chupa / además las gallinitas con su gallo / y un perro por si alguien quiere robar.
XXVII
Así fueron creciendo / los hijos de Manuela / y todos dieron su fruto / en la descendencia familiar / Flor, Carlos, Esther y Rosalía / y el último de la fila / Angel Gustavo de 26 años de edad. / Así que vivieron los nietos / y el aumento de la felicidad / en aquel lugar bonito / de mucho amor fraterno / y de paz.
XXVIII
A Manuela le cayeron los años / con respeto y afabilidad / la piel se le fue arrugando / aunque nunca perdió la suavidad / la alegría y el orgullo de sus hijos / verlos crecer en honestidad / unidos en los diciembres / degustando tus hallacas / en la cena tradicional / comiendo el dulce de lechoza como postre adicional / y el abrazo navideño/ a las doce de la madruga.
XXIX
Recuerdas tu viaje a Canadá / que fuiste a acompañar / a Marcos y Eduardo Rafael / porque su madre iba a ser un posgrado en una universidad. / Y aquella foto que mandaste / con un saco muy abriga / eran tiempos de invierno / que hacia un frio de verdad. / No entendías el idioma / pero no fue dificultad / visitaste muchos lugares / preguntando por aquí y por allá.
XXX
Y como todo no es felicidad / vinieron los tiempos malos / que tu habías superado ya / Y cuando no era el azúcar que faltaba / era el café de madruga, / otras veces era el gas / que faltaba pa cocina. / Y lo peor era la luz / cuando se iba en la comunidad / parecías un anima sola / en aquel silencio sepulcral / solo los perros se oían latiendo hasta decir ya.
XXXI
Recuerdo que me decías / hasta cuando soporta / esta vaina quien la trajo / ¡será el diablo que está detrás! / Porque no se consigue na. / Y la pensión no alcanza / ni siquiera pa remedia / O es que el gobierno no sirve / tan siquiera pa controla / a los especuladores / que suben los precios / a su voluntad.
XXXII
Así que pasó el tiempo / y ya no podías cocina / y mucho menos lava ropa / ni tan siquiera frega / cosa que hacías antes con mucha facilidad. / Entonces decías que estabas vieja / que ya no querías vivir más/
Y tu nieta Angela te reclamaba: / “Abuela no diga eso / Usted va a dura cien años / y haremos una gran fiesta / donde la vamos a homenajea.
XXXIII
Hasta que un día se presentó la alarma / en la orina había un sangramiento / te llevaron a los doctores / y te hicieron desnuda / cuestión que te desagrado muchísimo / por aquello de tu intimidad / Entonces se supo que era un tumor de vejiga / que había que opera / y te dijiste así misma / con mi cuerpo no van a experimenta / yo para allá no vuelvo / en mi cama me quedo paraliza.
XXXIV
Un día te caites de la cama / y se te hizo un tumor cerebral / complicando más tu salud / que ya ni pararte podías / ni abrir la boca querías / fue cuando pensaste: / “Hasta aquí me trajo el río / yo lo que quiero es descansa / ya no quiero más remedio / por favor déjenme en paz / lo que quiero es morir tranquila / casi llegó al centenario de edad”.
XXXV
Vino la muerte enamorada / con su ropaje mustio / su amor nauseabundo / y su lanza colora / penetrando en tu vencido corazón / Al enterarme sufrí un arrebato / de dolor y llanto inconsolable / tan lejos de ti MADRE BUENA / sin verte partir / sin saber dónde encontrar / tus huellas perdidas / en la eternidad.
XXXVI
Con los avatares de este siglo / todo ha cambiado madre / esta pandemia del Covit 19 / ha enseñoreado a la muerte / ha ensombrecido el paisaje. / La vejez está proscrita / somos fantasmas de medianoche. / Naciste en el viejo siglo y las campanas tañen / con sonido ensordecedor / ya es la hora Madre mía / Aguarda por mí.
Buenos Aires. Argentina. Domingo 11 de julio de 2021.
COPLAS A MANUELA CABRERA