Desde esta ciudad, que perdió su
apellido y que aún no sabemos cuál
ponerle, emerge un personaje que lleva por nombre esta digna Cátedra poética
para hurgar sobre el modo de la palabra, sus decires, contrastes, elocuencias,
bravatas y cuanto de humano tenga el mundo en que vivimos. Escribe Erasmo
Fernández desde la tierra que pisa: Rescate,
dedicado a una arboleda a punto de ser arrasada por una construcción. Yarda
a Yarda se disputan tierra/mar, cielo/ No queda un ápice libre en la
geografía,/ pero el árbol de aquel patio/ con esa ave planeándose un vuelo,/ no
le pertenece al mortal más avaro./ Ahora se hará poema y no podrán/
arrancárselo de las manos a nadie. Allí
está la carga del poema, para vengar, tomar, asir, testimoniar la avarienta actitud de los mortales. Y es que
las sonoridades de las palabras son proyectiles de protesta contra blancos
donde solo llega el ojo del poeta. He allí este poema bastante contumaz cuyo
título ya es una sentencia Respuesta de
un traidor: Tranca, tranca, tranca/ Trancaron la avenida/ la calle del medio/ el
callejón sin salida./ Llegaron los desposeídos/ con sus trastos/ caucho y
candela./ Se hizo caos el día/ era fiero el barullo en la Gobernación:/ niños,
mujeres, ancianos y jóvenes exigían viviendas, alimentación/ educación y
respeto./ El Gobernador no dio la cara/ pero si dio/ la orden de arremeter con
furia/ contra todo lo que oliera a pobre/ y empezaron las peinillas, las
bombas/ patadas y coñazos./ (La tuya ripostaban,/ trancao con llave y candao//
decían en desbandas perseguidos por la policía, tomado del poemario
Saldadías de 1984. Hay allí una sed de justicia que el poeta no lo deja para
que se resuelva a futuro sino en el
trajinar de la vida con un final lúdico.
Pero su canto juglaresco adquiere vida
infinita propia de los poetas trascendentes que no piden nada a cambio: UN
POEMA es un racimo/ de palabras o imágenes/ que ningún artificio/ razonado
puede desgajar,/ ni viento, invierno y fuego/ de todas las edades corroer./ El
texto estará suspendido/ intacto./
Invicto entre gases de toda tentativa./ Al ser silabeado por el ojo/ acucioso
del interlocutor,/ hará saltar chispa con vida/ de tiempo sin historias./
Transferirá su energética/ de arcano a quien sea,/ en cuerpo y alma,/ De siglo
en siglo de por vida. Tomado de Encarnado al vuelo. 1998.
Gonzalo Fragui escribe unas notas introductorias en la OBRA POETICA, de ediciones Mucuglifo
que recoge fielmente al personaje en tono de agradecimiento: “...un
acto de agradecimiento por haber venido a Mérida. Agradecerle sus peleas, con
los gobiernos, con las modas, con los policías, con los papeles literarios, con
las burocracias. Agradecerle al poeta sus enseñanzas, agradecerle su falta de
método y de sistema, porque el poeta enseña sin el fastidio del facilitador,
del tallerista, del funcionario. Agradecerle al poeta su bondad y su rabia,
porque no hay poeta fácil. El poeta a veces también enseña pero los dientes... ¡Salud
Poeta!” Por su parte el poeta Alberto
Hernández le dedica su poemario EL
POEMA DE LA CIUDAD con el epígrafe: “a Erasmo Fernández, quien dice de la
ciudad mejor que nadie” y escribe el poema Nacimiento:
Erasmo cruza el relámpago,/ duerme en la
boca abierta del sueño,/ se apareja con el poema/ apedrea los frutos del
bombillo/ de la última calle de la madrugada/ Entonces la pesadilla enciende/
la ciudad.
Saldada esta cuenta que tenía con
el poeta Erasmo Fernández, me ha estado rondando en la cabeza de donde proviene
esa poética de Erasmo, muy a propósito de la creación de esta Cátedra, y por
ende de muchos poetas y locos vivos o ya fallecidos. Sé que la lista es
interminable, pero hay nombrar los que pasan por mi memoria: Zoraida García,
Miguel Henríquez, Daniel Herrera, Eleazar Marín, Goyo Correa, Efrén Barazarte, Agustina
Ramos, Tatiana Escobar, Pablo Acosta, Alejandro Ramírez, Manuel Cabeza, Alberto
Hernández, Harry Almela, Wilson Camero, Rubén Serrano, Jaime Betancourt,
Claudio Castillo, William Hernández,
Rosana Pasquier, Yolanda Pantin, Wilfredo Carrizales, Aly Pérez, Alberto Flores
y un largo etcétera. Pero esto no se
queda allí, sino que continúa fuera del marco regional para extenderse al país
nacional y más allá de sus fronteras.
Porque, como dice el Chino Valera Mora en su poema
Nuestro Oficio: Jamás la canción tuvo punto final./ Siempre
deja una brecha, una rendija,/ algo así, como un hilito que sale,/ donde el
poeta venidero pueda/ ir halando, ir halando, ir halando,/ halando hasta el
mañana./Nosotros, los poetas del pueblo cantamos por mil años y más. (Tomado
del poemario Canción del soldado
justo.1961).
Precisamente ese hilito conductor
me da pie para llegar a la Pandilla de
Lautremont, fundada por Víctor Valera Mora en la década de los años
sesenta, de la cual forman parte Mario Abreu, Angel Eduardo Acevedo, Caupolicán
Ovalles y Luis Camilo Guevara, grupo por
demás irreverente y contestatario en la poética y la plástica, sin afiliación a
dogmas de cualquier signo ni partido político alguno. Eso no quitaba su
militancia en las ideas revolucionarias vanguardistas identificadas con la
lucha armada, de lo cual me voy a referir más adelante. Esta requisitoria me va
a conducir al Techo de la Ballena y
Tabla Redonda que destaca muy bien Javier Lazarte en el prólogo de las
Obras Completas de Víctor Valera Mora, veamos: “Por otra parte, como
desvincular su poesía (la del chino) de sus congéneres inmediatos de los
primeros sesenta: el alucinado yo de Cuadernos del destierro o el tono entre
bíblico y desenfadado de “Derrota” de Cadenas; el trabajo sobre el habla
coloquial regional de Palomares; el humor negro y macabro de Fantasma y
enfermedades o Los venenos fieles de Pérez Perdomo; la crítica de la selva
urbana enajenante de Calzadilla; la poesía política de Aray, Guédes, Pereira o
Acosta Bello, donde el poeta se muestra como una suerte de guerrero maldito; o
el antecedente mayor de la irreverencia valeramoriana, el Caupolicán Ovalles
con el largo poema ¿Duerme Usted Señor Presidente? , de cual cito un fragmento: “EL PRESIDENTE vive gozando en su
palacio,/ come más que todos los nacionales juntos/ y engorda menos/ por ser
elegante y traidor/ Sus muelas están en perfectas condiciones;/ No obstante,
una úlcera/ le come la parte bondadosa del corazón/ y por eso sonríen cuando
duerme./ Como es elegido por voluntad de todos/ los mayoritarios dueños de
inmensas riquezas/ es un perro que manda/ es un perro que obedece a sus amos,/
es un perro que menea la cola/ es un perro que besa las botas/ y ruñe los
huesos que le tira cualquiera/ de caché./ Su barriga y su pensamiento / es lo
que llaman Water de urgencia./ Por su boca corren las aguas malas/ de todas las
ciudades/ Con sus manos destripa virgos/ y/ como una vieja puta/ es débil/ y
orgulloso de sus coqueterías./ Se cree el
más joven/ y es un asesino de cuidado/ Nadie podrá decir/ cuál es su
gesto de hombre amado,/ porque todos escupen su signo/ y le dicen cuando pasa:
<<Ahí va la mierda más coqueta>>/ Cuando/ se paga la luz/ el
teléfono,/ el gas / y el agua,/ como un recién-nacido/ entre cuidados y muelles
colchones,/ la vieja zorra duerme./ Nada le hace despertar./ EL PRESIDENTE vive
gozando en su palacio.”
El techo de la Ballena representó
una ruptura con las visiones clásicas del arte poético y plástico, pero a su
vez conectado con el propio continuo
histórico de la vanguardia intelectual con la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez
en 1958. Los destaca Juan Calzadilla
en un prólogo reflexivo denominado Los años Turbulentos: “La vanguardia intelectual se
estima parte interesada en el debate, interviene, actúa, sale de su burbuja
estética y abandona el refugio de la clandestinidad, hostigada por los secuaces
del régimen betancurista , para incorporase a la vida pública y dar a conocer su escepticismo, su anarquía, su ideario
liberal comprometido con su arte de minorías. Lectores de los clásicos, admiran
a Saint John Perse, Faulkner, Huxley, Eliot, Mann, Breton y los surrealistas, a
Rilke, A Vallejo, Pesoa y Huidobro, y hacen una literatura de aspiración
metafísica, alejada de la tradición retórica. Surge Salvador Garmendia, Adriano
González León, Ramos Palomares, Rafael Cadenas, Efraín Hurtado, Mary Ferrero,
Carlos Contramaestre, Caupolicán Ovalles y muchos otros.”
En Caracas, dan a conocer su Primer Manifiesto aparecido en una
publicación titulada Rayado sobre el Techo, Ediciones de El Techo de la Ballena,
1961, que dice: “¿Por qué la ballena?, pregunto alguien con esa irritante necesidad
reflexiva que muestra a veces quien, justamente, no tiene cómo explicarse para
qué ha nacido. Y es que hay una manera de justificar el hecho de no tener
respuestas, jugando pomposamente, profesoralmente o con falsa ingenuidad, en
medio del vacío, con el quehacer de los demás. En el disparadero mental de
nuestra cultura, en medio de esta salsa musgosa de país sometido y vejado, en
esta especie de muladar de los grandes consorcios, es quizás lo menos esperar
actitudes semejantes… Necesidad de la acción: de una poesía y una pintura acción. Poblar, despoblar, declararse en huelga,
santificar los niples, tirar las cosas a la calle. Una aventura en la cual el
propio riesgo de la consumición del artista es en sí valedero como quehacer
estético y humano. Actividad y pasión al rojo vivo, porque el trabajo paciente
y el llamado buen juicio solo ha servido para conducir a la academia, a los
decanatos, a la administración o al disfrute del buen padre de familia… Una
simple navegación por el agua botada o los desechos dejados por la BALLENA
significa al menos para nosotros, el encuentro con una certidumbre: la pintura
y la poesía en nuestro país no podrán seguir siendo un manso escalonamiento de
honores, que se obtienen impunemente, pues no hay vías pacíficas que permitan el
llamado disfrute de la consagración. Todos los títulos, los documentos, los
apellidos, las influencias, los conciliábulos, los premios, prodúzcanse ellos
en las escuelas universitarias, en los museos o en las casas de los mecenas, no
adquieren por eso su única solvencia y están sometidos a una vigilante línea de
fuego… Ese empuje hacia lo desconocido que pueda acrecentarnos la razón de
vivir y contaminar los instrumentos de una sustancia corrosiva que cambie la
vida y transforme la sociedad.” Creo que los fragmentos citados
explican por si solo su carga critica, reflexiva, punzante, mordaz, hurgando
nuevos horizontes creativos y contestatarios. Quien se dedique a investigar más
de las cosas que dejaron estos balleneros, no
encontrará ninguna alusión a ideologías, dogmas y ortodoxias, muy a
pesar que eran los tiempos donde las ideas marxistas y socialistas estaban en
boga. Esto será de cardinal importancia para la posteridad y por lo que hoy estamos atravesando, que
es el tema final de este borrador o
paseo por antecedentes vitales del hecho cultural venezolano.
Lamento decirlo, pero hoy es una
realidad, la cultura en Venezuela en sus
manifestaciones más sensibles ha estado
sometida desde los inicios de este siglo al sesgo político-ideológico-dogmático-sectario
de quienes gobiernan. Sus intelectuales,
poetas, pintores, han quedado sometidos, escrutados, vigilados, dominados,
entre líneas fronterizas que ya poco se comunican. El Estado ha logrado
separarnos, dividirnos. Hay quienes reciben todas las loas, los premios, los
reconocimientos, mientras hay otros que
son despreciados, calumniados, atropellados y en el peor de los caso ignorados,
recordando la Cuba de los años sesenta que vilipendió y atropello a los poetas
y artistas que no estaban identificados con ese modelo pro soviético en una
etapa de su revolución conocida como “época
oscura”. No basta lo que está
pasando en el mundo entero con el derrumbe de los modelos socialistas y sus
divisiones fascistas, no basta la caída del Muro de Berlín, hoy todo queda
circunscrito a las órdenes de Miraflores
y su entramado militar. La línea editorial del Perro y la Rana, Monte
Ávila-Editores pasa por la censura de quienes determinan la política cultural-comunicacional
del Estado. Hay que ser valiente para
decirlo, recordando a Valera Mora en su clásico poema Con Nombres Propios, de
un lado está Calzadilla, Crespo, Pereira, Earle Herrera, Tarek William, Luis Brito Garcia, Néstor Francia, etc.
gozando de las mieles del poder, obviando una gran verdad que ya se ha vuelto
clásica: Los intelectuales, artistas y poetas no deben anexarse al poder y
gobierno constituido porque quedan sometidos a sus designios y decisiones, pierden el derecho a
opinar y hablar con pensamiento propio, son marionetas que hablan al son que les toquen. Y lo digo con
sinceridad, es para mí penoso esta afirmación. Del otro lado está Leonardo
Padrón, Laureano Márquez, Rafael Cadenas, Adriano González León (fallecido),
Rodolfo Izaguirre, Alberto Hernández, Harry
Almela, Cesar Miguel Rondón Alberto Barrera Tiska, etc. sin ataduras y
gríngolas, pudiendo expresarse libremente aún con las limitaciones que establece está mal
llamada “Democracia participativa y
protagónica”. Lo que expresaba en un artículo de opinión en julio de 2014
cuyo título era “La cultura sin
cortapisa”, como una advertencia, hoy tiene una vigencia mayúscula: “Hay
que reflexionar sobre lo que está sucediendo y las transformaciones que deben
ocurrir en todos los estamentos de la sociedad de cara al siglo XXI. Las
posturas fundamentalistas, dogmáticas y míticas conducen al pensamiento
absolutista, homogéneo y unilateral, en el fondo representan al pasado de
persecución y exclusión en nombre de una ideología y de un poder hegemónico.
Hacen un daño terrible porque se lanza al foso una historia, que ha construido
una venezolanidad, un modo de pensar y actuar, de hacer cultura, que debe
abrirse, ahora más que nunca, a la diversidad cultural”.
Creo sí, hay que recuperar esa
historia del Techo de la Ballena,
irreverente y creativa, incluso ir y venir en toda nuestra historia republicana
desde la búsqueda en el hecho cultural venezolano y no cerrarnos en construcciones
ideológicas cerradas y obsoletas. Como bien lo plantea el poeta Rafael
Cadenas: “El poeta moderno habla desde la inseguridad. No tiene más asidero que
la vida. Seguramente una voz queda le dice en los adentros: La época de las
causas terminó. Ya no puedes aferrarte a religiones, ideologías movimientos, ni
siquiera literarios. Se acabaron las banderas. Pero este desengaño lo libera
para luchar en otra clave por lo que religiones, ideologías, movimientos que dicen defender: lo religioso, lo humano, lo
valedero. Esa voz, que parece la del nihilismo, podría ser más bien la voz de
la vida que desea recuperarnos”.
Angel Gustavo Cabrera. Maracay. 15-07-2016
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