martes, 17 de marzo de 2020

LA PESTE DE ALBERT CAMUS REVISITADA



LA PESTE DE ALBERT CAMUS REVISITADA. Angel Gustavo Cabrera
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“Las pestes son, realmente, algo común, pero resulta difícil creer en ellas cuando se vive en carne propia. Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras, y sin embargo, ambas pillan a la gente desprevenida. Tanto el doctor Rieux  como los habitantes de Orán lo estaban, y por esto sus dudas son entendibles”. Tomado de la novela LA PESTE. Albert Camus. Pag.39. Edic Lucemar

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“Plaga de estos tiempos. El coronavirus también llegó  a nuestra aldea global como una advertencia. Porque expone y profundiza los síntomas de la vida posmoderna, en una versión mucho más extrema y urgente. Hiperconectividad, con individuos aislados. Miedo al otro. Y realidad virtual como paradigma de lo verdadero”.   Tomado de revista NOTICIAS. Escrito por Fernanda Villosio. PLAGA POSMODERNA. Argentina. Marzo de 2020.

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“En la lucha contra la epidemia de la neumonía del nuevo coronavirus, el oftalmólogo de nuestro hospital LI WENLIANG desafortunadamente resultó infectado. LI murió pese a todos los esfuerzos para reanimarlo. Lamentamos profundamente su fallecimiento” Mensaje en la red social Weibo del Hopital Central de Wuhan. Enero de 2020.

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Uno de los grandes escritores del siglo XX que dejó un importante legado en el conjunto de su obra fue Albert Camus (1913-1960).  Ha sido poco estudiado, desde el plano de su aporte a derrumbar mitos e ideologías que hasta hace poco se consideraban indestructibles para la modernidad. Periodista militante, dramaturgo, ensayista y filósofo, es tanto más reconocido por dos novelas cortas EL EXTRANJERO (1942)  y LA PESTE(1947), que por su obra de contenido filosófico y político en títulos como El revés y el derecho (1937), El mito de Sísifo (1942), El hombre rebelde (1951) y Reflexiones sobre la guillotina (1957). Es conocida la controversia filosófica y política con Paul Sartre de tendencia marxista.

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Hoy frente la pandemia del COVID19 que atraviesa la humanidad de nuevo se le cita y LA PESTE, pasa a estar de nuevo entre las primeras novelas más citadas y los editores a reproducirlas para la venta porque ya se encuentra agotada, sobre todo en toda Europa y los Estados Unidos, que es mucho decir. LA PESTE es una novela corta de apenas 245 páginas que relata un hecho ficcional inspirado en la peste bubónica tifoide que vivió la ciudad  de Oran en, 194… Para el común de la gente los hechos acaecidos resultaron fuera de lugar, ajenos a lo cotidiano, pues a primera vista Orán es una ciudad cualquiera, una prefectura francesa en la costa argelina y nada más (*). Así comienza esta novela que muy bien pudiese ser la ciudad de Wuhan, una floreciente megaciudad de 11 millones de personas en el este de China con el surgimiento de una misteriosa neumonía, que el doctor  Li Wenliang intento alertar a sus colegas, un médico de 34 años del Hospital Central de Wuhan a través de un grupo de chat on line sobre siete casos de un virus que se asemejaba al SARS, el mismo que había provocado una epidemia global en 2003. Lo interesante es que la información se hizo viral y se dio a conocer a nivel mundial por lo que el médico fue desautorizado y recibió una fuerte reprimenda de las autoridades de gobierno por estar propagando rumores y comentarios falsos que <<podría perturbar el orden social>>, obligándolo a firmar una declaración diciendo que no causaría más problemas.  Paradójicamente el doctor, a los pocos días, moría en una de las camas de la institución donde trabajaba. No les parece esta historia verídica, digna para el comienzo de una nueva novela sobre la peste en el siglo XXI.

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La vigencia de la novela LA PESTE de Camus (Nobel de literatura, 1957) es indiscutible. En la relectura descubro toda una secuencia de acontecimientos muy bien estructurados desde esa cotidianidad citadina y familiar hasta el desenvolvimiento de sus protagonistas. Hay en su historia cierre de la ciudad, cuarentenas familiares, cierre de establecimientos comerciales, decretos municipales, ascenso y descenso de fallecidos, pruebas de sueros  antibióticos para controlar la epidemia que no se detiene, en medio de ella sus personajes emblemáticos. El incansable Doctor Rieux que atendía a cientos de pacientes sin temor a contaminarse; el periodista Rambert que de visita en la ciudad quedó secuestrado en la ciudad por el cierre de fronteras e incomunicado de su gran amor que lo esperaba en París; El Padre Paneloux y su brillante humanismo que percibía la enfermedad  desde los ojos de Dios, con sus conflictos espirituales entre los designios del Todopoderoso  y  la peste sin poder detenerla. Hay allí unos pasajes hermosos que terminaron convenciendo al cura de incorporarse a las brigadas de atención y esperanza a los convalecientes; Joseph Grand, un trabajador de la municipalidad que tenía inclinaciones literarias con una frase, el comienzo de una historia que nunca terminó de arreglar; El Juez Othon y el dolor de la pérdida irrecuperable de su pequeño hijo por la peste; el turista Jean Tarrou y sus excentricidades, gran amigo solidario que terminó muriendo por la peste; el Señor Cottard, prófugo de la justicia,  el intento de suicidio hasta su locura asesina. En todo el trayecto de la novela, Camus construye en el doctor, su héroe discreto, solidario, vinculado a su desempeño profesional y aún más a ser amigo y estar donde se le requería. Su clave el amor como causa vital de la vida en tenderles  la mano a los demás en los momentos más cotidianos y/o más apremiantes. En la página 266 hay un pasaje muy humano del Dr. Rieux frente a la pérdida de su amigo incondicional: “Pero él, Rieux, ¿qué había ganado? Solamente haber conocido la peste y tener que recordarla siempre, el haber conocido la amistad y poder recordarla, el haber conocido la ternura y poder recordarla también. Todo lo que el hombre podía ganar en el juego de la peste era el conocimiento y el recuerdo. ¡Quizá a eso se refería Tarrou cuando hablaba de ganar la partida!”

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Hoy, de nuevo esta entre nosotros la peste, ya no localizada, limitada, sino extendida por todo el planeta. Es la primera pandemia global de este siglo XXI y que seriamente está comprometiendo victimas que se multiplican como Cristo multiplicó los panes según registros bíblicos. ¿De quién es la culpa? Sino de un modelo de civilización capitalista que crece aceleradamente en población, en demandas de consumo alimentarios, que le rinde culto al dinero para obtener comodidades superfluas, banalidades artificiales, que le gana territorio a lo que antes estaban habitados por la vegetación y la fauna, territorios que se contaminan en placas desérticas, polución de los ambientes que respiramos. ¿Quién pondrá freno a esta locura bestial? Será que esta nueva peste que apenas comienza, un punto de partida para la reflexión crítica  del devenir humano,  o terminaremos ahogados en información de las redes, las víctimas fatales en estadísticas frías en  archivos del olvido. Algo comparado a aquella escena de la película del TITANIC donde los músicos no paraban de tocar, impertérritos frente a la tragedia que acontecía en sus narices. El pensador y filósofo GILLES LIPOVETSKY, famoso por su libro La Era del Vacío (1983)  en una recién entrevista del diario La Nación de Argentina dice: “La era del consumo y del individualismo se fue desarrollando, pero no es la sociedad de hoy, de hiperconsumo…Creo que los conflictos del futuro estarán más relacionados con el nacionalismo, habrá dramas sociales terribles si no hay una solución ecológica.” Superar la cultura banal de las redes sociales  que enaltece el hedonismo e ir hacia la cultura de los valores culturales que sustentaban la solidaridad, el amor y la cohesión humana y familiar, plantea este filósofo a lo largo de la entrevista. (22-02-2020).

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Hoy la invitación es quedarse en sus casas mientras los agente sanitaristas y de gobierno intentan atajar el mal e inventan una vacuna que extermine esta bacteria a los que resulten contaminados. Pero nadie advierte que pueden ser millones y como dice el refrán “no hay cama para tanta gente”. Por otra parte ya no basta encomendarse a Dios por dos aspectos, primero porque ya nadie cree en él; desde hace tiempo el hombre desplazó a Dios y se colocó en el su reinado y paradójicamente se acuerda cuando esta frente a un hecho fatal individual y/o  colectiva. Segundo porque el hombre acabo con lo espiritual y se entregó al Homo Cibernético. El celular de última generación es el ser supremo, tan indispensable como el agua que consumimos, aunque pudiésemos especular que preferiríamos el celular por encima del agua potable. Crisis de civilización, por lo que esta peste no podemos enróstraselos a los chinos e italianos, ni aún a los animales, sino al modo que hemos comprado como modelo de vida. Como dice la periodista Sonia Chah en una reseña titulada REGALOS ENVENENADOS, de la afamada revista internacional Le Monde Diplomatique: La explicación de la creciente vulnerabilidad humana frente a las pandemias no hay que buscarla en un animal sino en una causa más profunda: la destrucción y manipulación acelerada de la naturaleza… la deforestación, la urbanización y la industrialización desenfrenadas, ofrecen a estos microbios los medios de llegar hasta el cuerpo humano y adaptarse”.

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El también periodista Albert Camus, que lamentablemente muere en un accidente de tránsito cuando apenas contaba con 46 años, no pudo ver lo que se avecinaba para la humanidad con el asiento de la modernidad en la segunda parte del siglo XX. Si alcanzó a desmitificar los grandes relatos ideológicos, a cuestionar los estados totalitarios durante la primera mitad del siglo XX y ser el precursor de una corriente filosófica denominada por algunos filósofos como El Absurdismo, que trata de asumir la incomprensión de la vida y la existencia.  Sin embargo concluye su novela con un fatalismo donde la peste no termina sino que desaparece para guardarse ante una nueva oportunidad: Aquella multitud dichosa ignoraba aquello que estaba en los libros: que el microbio de la peste no muere ni desaparece nunca, que puede permanecer dormido por años o siglos en los muebles, en la ropa, y que espera con paciencia en los rincones de las ciudades hasta el día en que otra peste, para desgracia y aprendizaje de los hombre, despierte su aluvión de ratas y las envíe a morir en una ciudad hasta entonces feliz.”

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  La campanada tuvo su epicentro en una ciudad poco conocida por el mundo en la China capitalista y totalitaria. Nos espera una continuación terrible a escala global, como nunca se habría visto. ¿Será que las altas clases dirigentes y los movimientos sociales comprenderán la lección que apenas comienza y vaticina días peores para el género humano?   AMANECERA Y VEREMOS.
Donde no hay esperanza, debemos inventarla”. Albert Camus


(*) La epidemia de cólera de 1849 que sufrió Orán, entonces colonia francesa. Hoy es territorio de Argelia.

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