LA PESTE DE ALBERT
CAMUS REVISITADA. Angel Gustavo Cabrera

“Las pestes son, realmente, algo común, pero resulta difícil
creer en ellas cuando se vive en carne propia. Ha habido en el mundo tantas
pestes como guerras, y sin embargo, ambas pillan a la gente desprevenida. Tanto
el doctor Rieux como los habitantes de
Orán lo estaban, y por esto sus dudas son entendibles”. Tomado de la novela LA PESTE. Albert Camus. Pag.39. Edic
Lucemar
“Plaga de estos tiempos. El coronavirus también llegó a nuestra aldea global como una advertencia.
Porque expone y profundiza los síntomas de la vida posmoderna, en una versión
mucho más extrema y urgente. Hiperconectividad, con individuos aislados. Miedo
al otro. Y realidad virtual como paradigma de lo verdadero”. Tomado de revista NOTICIAS. Escrito por Fernanda
Villosio. PLAGA POSMODERNA. Argentina. Marzo
de 2020.
“En la lucha contra la epidemia de la neumonía del nuevo
coronavirus, el oftalmólogo de nuestro hospital LI WENLIANG desafortunadamente resultó infectado. LI murió pese a todos los esfuerzos
para reanimarlo. Lamentamos profundamente su fallecimiento” Mensaje en la red social Weibo del Hopital
Central de Wuhan. Enero de 2020.
Uno de los grandes escritores del siglo XX que dejó un
importante legado en el conjunto de su obra fue Albert Camus (1913-1960). Ha
sido poco estudiado, desde el plano de su aporte a derrumbar mitos e ideologías
que hasta hace poco se consideraban indestructibles para la modernidad.
Periodista militante, dramaturgo, ensayista y filósofo, es tanto más reconocido
por dos novelas cortas EL EXTRANJERO
(1942) y LA PESTE(1947), que por su
obra de contenido filosófico y político en títulos como El revés y el derecho (1937), El mito de Sísifo (1942), El hombre
rebelde (1951) y Reflexiones sobre la guillotina (1957). Es conocida la
controversia filosófica y política con Paul Sartre de tendencia marxista.
Hoy frente la pandemia del COVID19 que atraviesa la humanidad de nuevo se le cita y LA PESTE, pasa a estar de nuevo entre
las primeras novelas más citadas y los editores a reproducirlas para la venta
porque ya se encuentra agotada, sobre todo en toda Europa y los Estados Unidos,
que es mucho decir. LA PESTE es una
novela corta de apenas 245 páginas que relata un hecho ficcional inspirado en
la peste bubónica tifoide que vivió la ciudad
de Oran en, 194… Para el común de la gente los hechos acaecidos
resultaron fuera de lugar, ajenos a lo cotidiano, pues a primera vista Orán es
una ciudad cualquiera, una prefectura francesa en la costa argelina y nada más (*). Así comienza esta novela que muy
bien pudiese ser la ciudad de Wuhan, una floreciente megaciudad de 11 millones
de personas en el este de China con el surgimiento de una misteriosa neumonía, que
el doctor Li Wenliang intento alertar a sus colegas, un médico de 34 años del
Hospital Central de Wuhan a través de un grupo de chat on line sobre siete
casos de un virus que se asemejaba al SARS, el mismo que había provocado una
epidemia global en 2003. Lo interesante es que la información se hizo viral y
se dio a conocer a nivel mundial por lo que el médico fue desautorizado y
recibió una fuerte reprimenda de las autoridades de gobierno por estar
propagando rumores y comentarios falsos que <<podría perturbar el orden
social>>, obligándolo a firmar una declaración diciendo que no
causaría más problemas. Paradójicamente
el doctor, a los pocos días, moría en una de las camas de la institución donde
trabajaba. No les parece esta historia verídica, digna para el comienzo de una
nueva novela sobre la peste en el siglo XXI.
La vigencia de la novela LA
PESTE de Camus (Nobel de literatura, 1957) es indiscutible. En la relectura
descubro toda una secuencia de acontecimientos muy bien estructurados desde esa
cotidianidad citadina y familiar hasta el desenvolvimiento de sus
protagonistas. Hay en su historia cierre de la ciudad, cuarentenas familiares,
cierre de establecimientos comerciales, decretos municipales, ascenso y
descenso de fallecidos, pruebas de sueros
antibióticos para controlar la epidemia que no se detiene, en medio de
ella sus personajes emblemáticos. El incansable Doctor Rieux que atendía a cientos de pacientes sin temor a
contaminarse; el periodista Rambert
que de visita en la ciudad quedó secuestrado en la ciudad por el cierre de
fronteras e incomunicado de su gran amor que lo esperaba en París; El Padre Paneloux y su brillante
humanismo que percibía la enfermedad desde los ojos de Dios, con sus conflictos
espirituales entre los designios del Todopoderoso y la
peste sin poder detenerla. Hay allí unos pasajes hermosos que terminaron
convenciendo al cura de incorporarse a las brigadas de atención y esperanza a
los convalecientes; Joseph Grand, un
trabajador de la municipalidad que tenía inclinaciones literarias con una
frase, el comienzo de una historia que nunca terminó de arreglar; El Juez Othon y el dolor de la pérdida
irrecuperable de su pequeño hijo por la peste; el turista Jean Tarrou y sus excentricidades, gran amigo solidario
que terminó muriendo por la peste; el
Señor Cottard, prófugo de la justicia, el intento de suicidio hasta su locura
asesina. En todo el trayecto de la novela, Camus
construye en el doctor, su héroe discreto, solidario, vinculado a su desempeño
profesional y aún más a ser amigo y estar donde se le requería. Su clave el
amor como causa vital de la vida en tenderles
la mano a los demás en los momentos más cotidianos y/o más apremiantes. En
la página 266 hay un pasaje muy humano del Dr.
Rieux frente a la pérdida de su amigo incondicional: “Pero él, Rieux, ¿qué había
ganado? Solamente haber conocido la peste y tener que recordarla siempre, el
haber conocido la amistad y poder recordarla, el haber conocido la ternura y
poder recordarla también. Todo lo que el hombre podía ganar en el juego de la
peste era el conocimiento y el recuerdo. ¡Quizá a eso se refería Tarrou cuando
hablaba de ganar la partida!”
Hoy, de nuevo esta entre nosotros la peste, ya no localizada,
limitada, sino extendida por todo el planeta. Es la primera pandemia global de
este siglo XXI y que seriamente está comprometiendo victimas que se multiplican
como Cristo multiplicó los panes según registros bíblicos. ¿De quién es la
culpa? Sino de un modelo de civilización capitalista que crece aceleradamente
en población, en demandas de consumo alimentarios, que le rinde culto al dinero
para obtener comodidades superfluas, banalidades artificiales, que le gana
territorio a lo que antes estaban habitados por la vegetación y la fauna,
territorios que se contaminan en placas desérticas, polución de los ambientes
que respiramos. ¿Quién pondrá freno a esta locura bestial? Será que esta nueva
peste que apenas comienza, un punto de partida para la reflexión crítica del devenir humano, o terminaremos ahogados en información de las
redes, las víctimas fatales en estadísticas frías en archivos del olvido. Algo comparado a aquella
escena de la película del TITANIC
donde los músicos no paraban de tocar, impertérritos frente a la tragedia que
acontecía en sus narices. El pensador y filósofo GILLES LIPOVETSKY, famoso por su libro La Era del Vacío (1983) en una recién entrevista del diario La Nación
de Argentina dice: “La era del consumo y del individualismo se fue desarrollando, pero no
es la sociedad de hoy, de hiperconsumo…Creo que los conflictos del futuro
estarán más relacionados con el nacionalismo, habrá dramas sociales terribles
si no hay una solución ecológica.” Superar la cultura banal de las
redes sociales que enaltece el hedonismo
e ir hacia la cultura de los valores culturales que sustentaban la solidaridad,
el amor y la cohesión humana y familiar, plantea este filósofo a lo largo de la
entrevista. (22-02-2020).
Hoy la invitación es quedarse en sus casas mientras los agente sanitaristas y de gobierno intentan atajar el mal e inventan una vacuna que extermine esta bacteria a los que resulten contaminados. Pero nadie advierte que pueden ser millones y como dice el refrán “no hay cama para tanta gente”. Por otra parte ya no basta encomendarse a Dios por dos aspectos, primero porque ya nadie cree en él; desde hace tiempo el hombre desplazó a Dios y se colocó en el su reinado y paradójicamente se acuerda cuando esta frente a un hecho fatal individual y/o colectiva. Segundo porque el hombre acabo con lo espiritual y se entregó al Homo Cibernético. El celular de última generación es el ser supremo, tan indispensable como el agua que consumimos, aunque pudiésemos especular que preferiríamos el celular por encima del agua potable. Crisis de civilización, por lo que esta peste no podemos enróstraselos a los chinos e italianos, ni aún a los animales, sino al modo que hemos comprado como modelo de vida. Como dice la periodista Sonia Chah en una reseña titulada REGALOS ENVENENADOS, de la afamada revista internacional Le Monde Diplomatique: La explicación de la creciente vulnerabilidad humana frente a las pandemias no hay que buscarla en un animal sino en una causa más profunda: la destrucción y manipulación acelerada de la naturaleza… la deforestación, la urbanización y la industrialización desenfrenadas, ofrecen a estos microbios los medios de llegar hasta el cuerpo humano y adaptarse”.
El también periodista Albert
Camus, que lamentablemente muere en un accidente de tránsito cuando apenas
contaba con 46 años, no pudo ver lo que se avecinaba para la humanidad con el
asiento de la modernidad en la segunda parte del siglo XX. Si alcanzó a
desmitificar los grandes relatos ideológicos, a cuestionar los estados
totalitarios durante la primera mitad del siglo XX y ser el precursor de una
corriente filosófica denominada por algunos filósofos como El Absurdismo, que trata de asumir la incomprensión de la vida y la
existencia. Sin embargo concluye su
novela con un fatalismo donde la peste no termina sino que desaparece para
guardarse ante una nueva oportunidad: “Aquella multitud dichosa ignoraba aquello
que estaba en los libros: que el microbio de la peste no muere ni desaparece
nunca, que puede permanecer dormido por años o siglos en los muebles, en la
ropa, y que espera con paciencia en los rincones de las ciudades hasta el día
en que otra peste, para desgracia y aprendizaje de los hombre, despierte su
aluvión de ratas y las envíe a morir en una ciudad hasta entonces feliz.”
La campanada tuvo su epicentro en una ciudad
poco conocida por el mundo en la China capitalista y totalitaria. Nos espera
una continuación terrible a escala global, como nunca se habría visto. ¿Será
que las altas clases dirigentes y los movimientos sociales comprenderán la
lección que apenas comienza y vaticina días peores para el género humano? AMANECERA
Y VEREMOS.
“Donde no hay esperanza, debemos inventarla”. Albert Camus
(*) La
epidemia de cólera de 1849 que sufrió Orán, entonces colonia francesa. Hoy es territorio
de Argelia.
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