CALENTAMIENTO GLOBAL
Y EL DERRUMBE
DE LAS UTOPIAS Angel Gustavo Cabrera
“La forma en que se afronten estas crisis determinará
si el sistema mundial que surja será llevado por el camino del crecimiento
orgánico o sufrirá una y otra crisis hasta llegar finalmente a una catástrofe
global” 1974. La Humanidad en la Encrucijada. Segundo Informe al Club de Roma.
M. Mesarovic. E. Pestel.
“Si nos
preocupa de verdad el bienestar de la
humanidad, es nuestro deber anteponer
Gaia a cualquier otra consideración y nuestra obligación asegurarnos de
que no tomamos de ella más que nuestra justa porción. Invocar a Gaia sin tener
esto en mente, no es más que perseguir una quimera”. La Venganza de la Tierra. James Lovelock.
2006.
“El proceso tridimensional que se ha desencadenado (globalización, occidentalización y desarrollo) es el que
está deteriorando la biosfera de forma
intolerable, tanto global como localmente. El dinamismo de la
civilización occidental, que comporta los desarrollos non stop de la ciencia,
la técnica, la industria, la producción y el consumo, carecen de regulaciones…”
La Vía Para el futuro de la humanidad. Edgar Morín. 2010
Para los inicios
de la década de los años setenta estuvo
en boga el llamado Grupo Club de Roma,
quién a través de un Informe Científico, conocido como Los límites del Crecimiento, alertaba al mundo sobre las
consecuencias planetarias del dislocado crecimiento de los modelos
económicos-energéticos, técnicos-industriales. Aurelio Peccei, su
presidente escribía: “El profesor Dennis
Meadows y su grupo de trabajo proyectaron hacía el futuro una serie de fenómenos
críticos interactuantes con el propósito de indicar lo que podría pasar con los
sistemas del mundo si se permitiera que las tendencias actuales continuaran”
(1972). La lluvia de críticas fue enorme, fueron calificados de alarmistas,
profetas del desastre y pájaros agoreros.
De tal manera que este primer intento por entender la problemática mundial del
crecimiento económico, demográfico, alimentario
y energético y sus límites naturales pasó a estar en los estantes de las
bibliotecas para ser consultados escasamente y olvidado en el tiempo.
Ha trascurrido
casi medio siglo de esa aventura científica y la realidad sobrepasa las
proyecciones futuras de ese entonces. Edgar
Morín lo precisa: “De hecho, se ha multiplicado la contaminación urbana, agrícola,
atmosférica, y la de ríos, lagos y mares (se han producido múltiples mareas
negras, las dos últimas en el golfo de México y en China), sufrimos la
degradación de los suelos y de las capas freáticas, deforestaciones masivas,
catástrofes nucleares (Chernóbil, Three Miles Islad), calentamiento climático.
Al mismo tiempo las energías fósiles constituyen un problema por sus efectos
contaminantes y por la perspectiva de su escasez…”. Mientras que James Lovelock
en su libro <<La Venganza de la
Tierra>> enfatiza “estamos
abusando tanto de la tierra que esta puede rebelarse y volver a la elevada
temperatura que tuvo hace cincuenta y cinco millones de años. Si lo hace, la
mayoría de nosotros moriremos, así como la mayoría de nuestros descendientes
(2007). De tal manera que la primera conclusión que aparece es que no solo son
las elevadas temperaturas producto del efecto invernadero, sino todo el
deterioro que le hemos causado al planeta.
Pero, ¿porque
sucede esto que fue advertido seriamente?,
¿a quién responsabilizamos? Al
modelo civilizatorio y su modelo tecnocrático capitalista e industrialista. O es culpa de toda la raza
humana en su afán de superar el pasado y
vivir mejor. O es el dominio sobre la humanidad de utopías y grandes relatos de
origen Europeo/Occidental que se hicieron tangibles en el accionar
terrenal de los siglos XIX y XX. El Cristianismo y la predica suprema de
haber creado al hombre a la imagen de Dios, además de instarlo a apropiarse de
la naturaleza y obtener el máximo de sus beneficios. De seguro, quienes
insisten en ese camino piensan que Dios no permitirá que se extinga la vida
humana en el planeta y actuara con su mano todopoderosa. El
Conductismo/Positivismo que partió de la tesis que el hombre podía ser gobernado
desde el exterior porque la realidad está afuera de él, así que todo modelo societario se considera factible desde las verticalidades del poder
político, económico y cultural, para el progreso y bienestar de toda la
humanidad. Este modelo arrastró consigo grandes desigualdades sociales a pesar
de su avance contaminante técnico-industrial. Y por
último El Marxismo/Socialismo Estatal que plantea la lucha de clases, del proletariado y demás capas sociales
explotadas contra la burguesía para dar
mayor felicidad y justicia al pueblo. Este modelo se convirtió en una estafa y
hoy está de regreso al capitalismo. El
problema radica que todos estos paradigmas humanísticos no partieron de la
premisa relación
o encuentro horizontal
Hombre-Naturaleza, sino Hombre sobre la naturaleza. Lo señala Edgar Morín: “El hombre tiene la
vocación de convertirse <<en amo y señor de la naturaleza>>. El
desarrollo técnico, económico y capitalista de la civilización occidental
emprende, entonces, la conquista de esa naturaleza en la que todo lo que está
vivo es algo que hay que someter, manipular o destruir. Y sus capacidades
racionales lo lleva a hacerlo todo posible, a transformar espacios, ambientes y
crear los aparatos más sofisticados y novedosos para su bienestar material. Lo
cierto del caso es que en los últimos tres siglos las utopías se convirtieron
en modelos civilizatorios, se amalgamaron y produjeron la civilización
tecnocrática- cuasi religiosa y opresora de naciones y pueblos.
¿Quién puede
criticar los alcances técnicos, cibernéticos, comunicacionales del siglo XXI?
Las grandes ciudades atestadas de apartamentos y edificaciones monumentales, con servicios eléctricos y
calefacción, el agua potable por
tuberías, la red de cloacas de aguas servidas, grandes avenidas con millones de
vehículos en circulación, centros comerciales para el consumo, grandes industrias que
emplean a millones de trabajadores, escuelas, liceos y universidades para que
la gente se prepare en el modelo civilizatorio que vivimos, defendemos y
cuidamos. En los campos y zonas rurales el desarrollo de la agricultura y la
ganadería con millones de hectáreas cultivadas, muchas con el uso de químicos y
pesticidas contaminantes, otras ocupadas por
diferentes clases de ganado bovino, porcino que dañan la capa vegetal de
los suelos, etc. Mientras esto sucede los gobiernos de las diferentes naciones
y potencias mundiales mantienen el orden mundial, defienden el estatus quo,
buscan equilibrar las desigualdades sociales, sostienen sus elites de poder
político, se involucran en guerra militares o están preparados militarmente con
armamentos sofisticados y hasta bombas nucleares. Hasta ahora parece todo
esto no tiene relación con el calentamiento global ni con el derrumbe de las utopías. Un Mundo Feliz, a decir de Aldous Huxley.
El espesor de la selva no permite ver lo que sucede en su interior.
La energía
eléctrica, la calefacción, las industrias, el transporte vehicular está sostenido por energía petrolera y el carbón, los cuales produce
dióxido de carbono (CO2), cuyas
cantidades que expulsan a la atmosfera van en aumento perdiendo la capacidad de
absorción para mantener el equilibrio
del proceso, produciendo el efecto
invernadero por lo cual la tierra
recibe y retiene más calor. Cabe destacar que los niveles de gases efecto
invernadero se situaban antes de la revolución industrial, en 280 ppm, ahora se elevan a 430 ppm. Por otro lado la población mundial va en
aumento, hemos pasado de tres mil millones a unos seis mil millones en apenas
medio siglo. Aunque la agricultura se ha mecanizado e industrializado para
atender la demanda alimentaria, también es cierto que se derrocha más agua
potable, absorbiendo dos tercios del agua que se consume en nuestro planeta.
Estas actividades contaminan las capas freáticas y desertifican la tierra por
culpa de la sobreexplotación. También se observa un crecimiento urbanístico en
detrimento de las tierras cultivadas. El
Metano es otros de los gases de efecto invernadero producido por las
heces fecales, residuos del ganado y la producción petrolera. Los gases fluoro
carbonados de los aerosoles,
refrigeradores y aire acondicionados también producen Dióxido de Carbono de
efecto invernadero. Pero lo más grave es que el calentamiento global descongela
los casquetes polares, calienta los océanos y esto produce liberación de gases
de efecto invernadero como el Metano y además elimina muchas especies marinas
que mantienen el equilibrio ecológico y natural.
La pregunta que
sigue ¿Puede esto cambiar? ¿De quién
depende? Sostengo que es difícil el
cambio, hay una tendencia irreversible porque los seres humanos somos hijos de una cultura y de un modo de
comportamiento. Si adquirimos un bien
material (carro, nevera, aire
acondicionado) lo apreciamos y hasta lo convertimos en un fetiche, lo menos que
pensamos es en el daño que ocasiona al planeta. El modelo industrial alienta el
consumo y cada día se tecnifica más para nuevos modelos en el marco del llamado
<<progreso>>. Para el año
1973 Aurelio Peccei señalaba que “el
hombre se ha comprometido tanto a la construcción de mayores y más complejos
sistemas, que se le ha hecho difícil el controlarlos, y ha perdido así un
sentido de su destino y al mismo tiempo de su comunión con la naturaleza y con
lo trascendente. Nadie puede decirlo con seguridad; pero los daños psíquicos y
sociales evidentes sobre todo en las grandes conurbaciones, nos advierten que
quizás los límites internos se han rebasado y que nuestras mentes y nuestros
sistemas nerviosos no pueden soportar
mucho más sobrecarga”. Está claro que hay una visión eurocéntrica que de
alguna manera ha determinado el desarrollo civilizatorio de los últimos tres
siglos, obviando la presencia de pueblos y civilizaciones que no han necesitado
de ese modelo industrialista para vivir y que lamentablemente sigue aún
marginado, estamos hablando de naciones indígenas americanas que no son tomadas
en cuenta porque sus interés no están conectados con el lucro y el dinero, sino
con la naturaleza y su preservación para las futuras generaciones.
Probablemente, allí está el germen de
las nuevas utopías de este siglo.
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