lunes, 21 de diciembre de 2015

CALENTAMIENTO GLOBAL Y EL DERRUMBE DE LAS UTOPIAS Parte I

CALENTAMIENTO  GLOBAL  Y  EL  DERRUMBE  DE  LAS  UTOPIAS                  Angel Gustavo Cabrera



“La forma en que se afronten estas crisis determinará si el sistema mundial que surja será llevado por el camino del crecimiento orgánico o sufrirá una y otra crisis hasta llegar finalmente a una catástrofe global” 1974. La Humanidad en la Encrucijada. Segundo Informe al Club de Roma. M. Mesarovic. E. Pestel.
“Si  nos preocupa de verdad  el bienestar de la humanidad, es nuestro deber anteponer  Gaia a cualquier otra consideración y nuestra obligación asegurarnos de que no tomamos de ella más que nuestra justa porción. Invocar a Gaia sin tener esto en mente, no es más que perseguir una quimera”.  La Venganza de la Tierra. James Lovelock. 2006.



“El proceso tridimensional  que se ha desencadenado (globalización,  occidentalización y desarrollo) es el que está deteriorando la biosfera de forma  intolerable, tanto global como localmente. El dinamismo de la civilización occidental, que comporta los desarrollos non stop de la ciencia, la técnica, la industria, la producción y el consumo, carecen de regulaciones…” La Vía Para el futuro de la humanidad. Edgar Morín. 2010



Para los inicios de la  década de los años setenta estuvo en boga el llamado Grupo Club de Roma, quién a través de un Informe Científico, conocido como Los límites del Crecimiento, alertaba al mundo sobre las consecuencias planetarias del dislocado crecimiento de los modelos económicos-energéticos,   técnicos-industriales. Aurelio Peccei, su presidente escribía: “El profesor Dennis Meadows y su grupo de trabajo proyectaron hacía el futuro una serie de fenómenos críticos interactuantes con el propósito de indicar lo que podría pasar con los sistemas del mundo si se permitiera que las tendencias actuales continuaran” (1972). La lluvia de críticas fue enorme, fueron calificados de alarmistas, profetas del desastre y pájaros agoreros.  De tal manera que este primer  intento por entender la problemática mundial del crecimiento económico, demográfico, alimentario  y energético y sus límites naturales pasó a estar en los estantes de las bibliotecas para ser consultados escasamente y olvidado en el tiempo.

Ha trascurrido casi medio siglo de esa aventura científica y la realidad sobrepasa las proyecciones futuras de ese entonces. Edgar Morín lo precisa: “De hecho, se ha multiplicado la contaminación urbana, agrícola, atmosférica, y la de ríos, lagos y mares (se han producido múltiples mareas negras, las dos últimas en el golfo de México y en China), sufrimos la degradación de los suelos y de las capas freáticas, deforestaciones masivas, catástrofes nucleares (Chernóbil, Three Miles Islad), calentamiento climático. Al mismo tiempo las energías fósiles constituyen un problema por sus efectos contaminantes y por la perspectiva de su escasez…”. Mientras que James Lovelock en su libro  <<La Venganza de la Tierra>> enfatiza  “estamos abusando tanto de la tierra que esta puede rebelarse y volver a la elevada temperatura que tuvo hace cincuenta y cinco millones de años. Si lo hace, la mayoría de nosotros moriremos, así como la mayoría de nuestros descendientes (2007). De tal manera que la primera conclusión que aparece es que no solo son las elevadas temperaturas producto del efecto invernadero, sino todo el deterioro que le hemos causado al planeta.  



Pero, ¿porque sucede esto que fue advertido seriamente?,  ¿a quién responsabilizamos?  Al modelo civilizatorio y su modelo tecnocrático capitalista e  industrialista. O es culpa de toda la raza humana  en su afán de superar el pasado y vivir mejor. O es el dominio sobre la humanidad de utopías y grandes relatos de origen Europeo/Occidental   que se hicieron tangibles en el accionar terrenal de los siglos XIX y XX.  El Cristianismo y la predica suprema de haber creado al hombre a la imagen de Dios, además de instarlo a apropiarse de la naturaleza y obtener el máximo de sus beneficios. De seguro, quienes insisten en ese camino piensan que Dios no permitirá que se extinga la vida humana en el planeta y actuara con su mano todopoderosa.  El Conductismo/Positivismo que partió de la tesis que el hombre podía ser gobernado desde el exterior porque la realidad está afuera de él, así que todo  modelo societario se considera  factible desde las verticalidades del poder político, económico y cultural, para el progreso y bienestar de toda la humanidad. Este modelo arrastró consigo grandes desigualdades sociales a pesar de su avance contaminante técnico-industrial.   Y por último El Marxismo/Socialismo Estatal  que plantea la lucha de clases,  del proletariado y demás capas sociales explotadas   contra la burguesía para dar mayor felicidad y justicia al pueblo. Este modelo se convirtió en una estafa y hoy está de regreso al capitalismo.  El problema radica que todos estos paradigmas humanísticos no partieron de la premisa   relación o encuentro horizontal  Hombre-Naturaleza, sino Hombre sobre la naturaleza. Lo señala Edgar Morín: “El  hombre tiene la vocación de convertirse <<en amo y señor de la naturaleza>>. El desarrollo técnico, económico y capitalista de la civilización occidental emprende, entonces, la conquista de esa naturaleza en la que todo lo que está vivo es algo que hay que someter, manipular o destruir. Y sus capacidades racionales lo lleva a hacerlo todo posible, a transformar espacios, ambientes y crear los aparatos más sofisticados y novedosos para su bienestar material. Lo cierto del caso es que en los últimos tres siglos las utopías se convirtieron en modelos civilizatorios, se amalgamaron y produjeron la civilización tecnocrática- cuasi religiosa y opresora de naciones y pueblos.

¿Quién puede criticar los alcances técnicos, cibernéticos, comunicacionales del siglo XXI? Las grandes ciudades atestadas de apartamentos y edificaciones  monumentales, con servicios eléctricos y calefacción, el agua potable  por tuberías, la red de cloacas de aguas servidas, grandes avenidas con millones de vehículos en circulación, centros comerciales  para el consumo, grandes industrias que emplean a millones de trabajadores, escuelas, liceos y universidades para que la gente se prepare en el modelo civilizatorio que vivimos, defendemos y cuidamos. En los campos y zonas rurales el desarrollo de la agricultura y la ganadería con millones de hectáreas cultivadas, muchas con el uso de químicos y pesticidas contaminantes, otras ocupadas por  diferentes clases de ganado bovino, porcino que dañan la capa vegetal de los suelos, etc. Mientras esto sucede los gobiernos de las diferentes naciones y potencias mundiales mantienen el orden mundial, defienden el estatus quo, buscan equilibrar las desigualdades sociales, sostienen sus elites de poder político, se involucran en guerra militares o están preparados militarmente con armamentos sofisticados y hasta bombas nucleares. Hasta ahora parece todo esto  no tiene  relación  con el calentamiento global  ni con el derrumbe de las utopías. Un Mundo Feliz, a decir de Aldous  Huxley.   El espesor de la selva no permite ver lo que sucede en su interior.

La energía eléctrica, la calefacción, las industrias, el transporte vehicular  está sostenido por energía petrolera y  el carbón, los cuales   produce  dióxido de carbono (CO2), cuyas cantidades que expulsan a la atmosfera van en aumento perdiendo la capacidad de absorción  para mantener el equilibrio del proceso, produciendo el efecto invernadero  por lo cual la tierra recibe y retiene más calor. Cabe destacar que los niveles de gases efecto invernadero se situaban antes de la revolución industrial, en 280  ppm, ahora se elevan a 430 ppm.  Por otro lado la población mundial va en aumento, hemos pasado de tres mil millones a unos seis mil millones en apenas medio siglo. Aunque la agricultura se ha mecanizado e industrializado para atender la demanda alimentaria, también es cierto que se derrocha más agua potable, absorbiendo dos tercios del agua que se consume en nuestro planeta. Estas actividades contaminan las capas freáticas y desertifican la tierra por culpa de la sobreexplotación. También se observa un crecimiento urbanístico en detrimento de las tierras cultivadas. El  Metano es otros de los gases de efecto invernadero producido por las heces fecales, residuos del ganado y la producción petrolera. Los gases fluoro carbonados  de los aerosoles, refrigeradores y aire acondicionados también producen Dióxido de Carbono de efecto invernadero. Pero lo más grave es que el calentamiento global descongela los casquetes polares, calienta los océanos y esto produce liberación de gases de efecto invernadero como el Metano y además elimina muchas especies marinas que mantienen el equilibrio ecológico y natural.    

La pregunta que sigue ¿Puede esto cambiar?  ¿De quién depende?  Sostengo que es difícil el cambio, hay una tendencia irreversible porque los seres humanos  somos hijos de una cultura y de un modo de comportamiento. Si  adquirimos un bien material  (carro, nevera, aire acondicionado) lo apreciamos y hasta lo convertimos en un fetiche, lo menos que pensamos es en el daño que ocasiona al planeta. El modelo industrial alienta el consumo y cada día se tecnifica más para nuevos modelos en el marco del llamado <<progreso>>. Para el año 1973 Aurelio Peccei  señalaba que “el hombre se ha comprometido tanto a la construcción de mayores y más complejos sistemas, que se le ha hecho difícil el controlarlos, y ha perdido así un sentido de su destino y al mismo tiempo de su comunión con la naturaleza y con lo trascendente. Nadie puede decirlo con seguridad; pero los daños psíquicos y sociales evidentes sobre todo en las grandes conurbaciones, nos advierten que quizás los límites internos se han rebasado y que nuestras mentes y nuestros sistemas  nerviosos no pueden soportar mucho más sobrecarga”. Está claro que hay una visión eurocéntrica que de alguna manera ha determinado el desarrollo civilizatorio de los últimos tres siglos, obviando la presencia de pueblos y civilizaciones que no han necesitado de ese modelo industrialista para vivir y que lamentablemente sigue aún marginado, estamos hablando de naciones indígenas americanas que no son tomadas en cuenta porque sus interés no están conectados con el lucro y el dinero, sino con la naturaleza y su preservación para las futuras generaciones. Probablemente,  allí está el germen de las nuevas utopías de este siglo.

El pasado 11 de Diciembre concluyó en Paris La Cumbre sobre el Cambio Climático. Fueron 12 días de intensas jornadas en el análisis y perspectivas sobre el comportamiento climático,  con el concurso de 195 países participantes, entre los cuales estaban 120 presidentes y jefes de gobierno. La intención era  limitar a un máximo de 2 grados C el calentamiento del planeta con relación a la media de la era preindustrial en el siglo XIX. Señalaban que por encima de esta media la tierra sufrirá consecuencias  catastróficas que volverán inhabitables muchas regiones de un mundo superpoblado: ciclones, sequías, subida del nivel de los océanos, caída del rendimiento agrícola, extinción de especies.  No obstante, aún con este marco apocalíptico, y después de casi dos semanas de deliberaciones, no se llegó a ningún acuerdo trascendente,  sino que cada país debe tratar el problema por separado y hacer programas de ajuste para la reducción del Dióxido de Carbono y otros gases de efecto invernadero. En ese sentido cada país debe hacer su contribución y será revisado en un periodo  de cinco años. Aunque la prensa destaca que fue todo un éxito porque las naciones  reconocen el   problema mundial, sin embargo hay que ver para creer, porque hay dos conferencias mundiales anteriores que han fracaso en ese intento de reducir el dióxido de carbono en la atmosfera, caso de la Cumbre de Kioto y la de Copenhague en 2009. Los países que más contaminan China y Estados Unidos se han negado a firmar acuerdos que los comprometan directamente, igual Alemania y Francia, por lo que se teme que  las conclusiones de la Cumbre de Paris sea un saludo a la bandera.  Particularmente pienso que los   problemas globales solo pueden resolverse a través de una acción global concertada, porque si algunos países se resistieran  tomar medidas, sobre todo los que más contaminan, entonces el esfuerzo sería  prácticamente inútil. En segundo lugar se obvia lo más importante: la responsabilidad es del modelo occidental de desarrollo como lo advierte Edgar Morín en la última cita que encabeza este trabajo. En segundo lugar considero que se han debido  tomar medidas más concretas que involucrara a toda la ciudadanía de las diferentes naciones, sus instituciones educativas y ecológicas, limitar el consumismo y orientar hacia otros valores más trascendentes en el sentido de la filosofía de la vida material y espiritual. Finalmente exhortar a visitar  países como Ecuador, Perú, Bolivia, México (Chiapas ) y otros,  para ver modelos civilizatorios  que preservan la naturaleza y la relación no depredadora ni destructora de la biodiversidad.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario