“Ha habido en el mundo
tantas pestes como guerras y sin embargo pestes y guerras cogen a la gente
siempre desprevenidas” Albert Camus.
Tomado de “La Peste”
“La enfermedad del
poder. Un hombre que solo sabe imponer su idea” Marguerite Duras.
“Escapad gente tierna,
/ que esta tierra está enferma: / y no esperes mañana/ lo que no te dio ayer, /Toma
tu mula, tu hembra y tu arreo. /Sigue el camino del pueblo hebreo/ y busca otra
luna.” Extracto de una la canción “Pueblo Blanco” de Joan Manuel Serrat. 1970
“…El señor le dio el
nombre de una tienda…Juan apuro el paso mientras me decía “el huevo es como el oro, ya no se consigue casi”. A fin llegamos a
la tienda e hicimos larga cola de aproximadamente dos horas”. Jean Pablo López.
Del libro: “La revolución de las miserias”
Cuba.
“Calculan en veinte el
número de desaparecidos al zozobrar una embarcación ligera cerca de las costas
de Curazao. Es el primer accidente en el que pierden la vida tantos
venezolanos. Génesis Vásquez, esposa de Jóvito Gutiérrez, uno de los pasajeros,
manifestó que ante los venezolanos no tenían necesidad de salir de país ni
arriesgar la vida para conseguir alimentos y comida, y poder levantar la
familia”. Tomado del El Nacional del 12 de enero de 2018.
“Acabados los años de
las vacas gordas, llegaron los de las flacas, sin haberlo previsto. Una vez más
privaron en la era chavista los criterios culturales del Estado mágico. Y su
resultado es esa tragedia de grandes proporciones que se desarrollan ante
nuestros ojos” Margarita López Maya. El
ocaso del chavismo. Venezuela 2005-2015
Recuerdo a mi madre
campesina el dolor que le causaba perder a sus gallinas y hasta el gallo del
corral. Era que cuando se moría una, las demás caían como barajitas, una tras
otras. Yo era un niño y no me explicaba porque todas se morían si se veían tan
bien y cuando le preguntaba a mi mamá,
ella me decía: “es que llegó la peste
hijo y no se salva ni una” Pero yo era muy preguntón y replicaban,
¿mamá, pero de donde viene la
peste? ¿Quién la trajo? Y ella
cariñosamente me respondía: “Hijo ese es
el viento y los tiempos malos del verano, es el diablo que sopla esos aires
malos”. Pero yo seguía preguntando. ¿Pero mamá porque no buscamos al cura
de la iglesia para que te santifique el corral y así espantamos al diablo? “Hay hijo tu si inventas”, me respondió sin darme soluciones. Al
siguiente año me di cuenta que mamá compraba un remedio y las inyectaba en el
muslo y ya no se murieron más sus gallinas ni el gallo.
Hoy hago una similitud con estos tiempos y me pregunto ¿De
dónde proviene esa peste que no conocíamos,
que ha convertido el país en una verdadera tragedia nacional? ¿Quién o quiénes son los responsables? ¿Cuál
sería el antídoto para eliminar esa peste roja?
Esa peste se instaló en el país a partir de 1999, cuando un
militar ocupó la silla de Miraflores. Al inicio llegó en sana paz hablando de
democracia y respetando la división de los poderes. Luego interpretó el sentir
de muchos y habló de una nueva constitución a través de una constituyente. El
pueblo eligió a los representantes para discutir esa nueva constitución y al
final resultó casi la misma, pero más ampliada en las garantías y derechos
sociales, económicos, culturales y políticos de la sociedad, incluso referendo
revocatorio por sí los políticos lo hacían mal, es decir una maravilla.
Lentamente la peste se fue deslizando
como una cascabel con medidas oficiales como:
de expropiación de tierras; empresas alimentarias privadas estatizadas;
inicio de la llamada hegemonía comunicacional y más adelante cierre de RCTV por
órdenes del comandante; cadenas televisivas diarias con él comandante; creación
de las milicias bolivarianas; creación de las llamadas misiones educativas y de salud controladas
políticamente con personal cubano; importación de alimentos por el estado; control político-ideológico de las fuerzas
armadas; agresión a parlamentarios y voces disidentes que no comulgaran con su
pensamiento ideológico calificándolos de escuálidos, como una expresión
peyorativa; violación al derecho a
manifestar incitando a la Fuerza Pública a utilizar a usar la violencia a
través de las bombas lacrimógenas, identificadas por el comandante como “gas del bueno”; reconocimiento a funcionarios
militares que reprimieran a los manifestantes; se declara a PDVSA y así sucesivamente a todas las
empresas del estado ROJA ROJITA, lo
cual significaba que los trabajadores
perdían su independencia política y estaban obligado a seguir los lineamientos
políticos y asistir a todo los eventos que convocaran para apoyar al
comandante; transformación del poder
judicial para colocarlo de rodillas al comandante; creación de la Gran Misión
Vivienda Venezuela con un uso proselitista e ideológico; ventajismo abierto con
dineros del Estado para las campañas electorales del comandante y sus acólitos,
en la cual el CNE se hacían los sordos
ante los reclamos opositores; inicio peligroso de las inhabilitaciones
políticas a dirigentes con grados de popularidad; etc. Y lo más importante, La
ley no escrita en ninguna parte pero tacita de culto a personalidad y de procedencia rusa-cubana: EL COMANDANTE TIENE LA ULTIMA PALABRA. Además
que ese comandante trajo la peste de Cuba, ofrecida por el otro comandante que
le dijo: “Hijo, ya estoy viejo, te dejo mi legado y secretos con la peste roja.
De tal manera que esa peste
roja se fue introduciendo subrepticiamente en el cuerpo social de Venezuela
minando todas sus estructuras, el comportamiento de venezolano cambio casi sin
darse cuenta, ni hacerse la pregunta que
teníamos antes de la llegada del comandante, probablemente por lo que dice
Margarita López Maya al referirse al estado mágico del boom petrolero que vivió
el comandante en la primera década del siglo 2021. No éramos una sociedad feliz
pero habíamos alcanzado un modo de vida satisfactorio y modesto, envidiable
para muchos en el concierto internacional: emigración baja, equilibrio entre
los diversos sectores y capas sociales, reformas democráticas lentas pero
sostenidas, pluralismo democrático parlamentario, libertad de expresión,
garantías educativas formativas, periodismo democrático, valor de trabajo y el
empleo como medios de progreso social y de ascenso social, políticas sociales
para los sectores más empobrecido dependiendo
de las fluctuaciones del mercado petrolero, impulso de los sectores de la
economía (primario, secundario y terciario), etc. Ese fue el país que teníamos
para 1999. De aplicarse profundas reformas estructurales respetando el estado
de derecho y legitimando la democracia, corrigiendo los entuertos en la
economía por una economía más sana y productiva, menos dependiente de petróleo,
no tuviéramos el país que tenemos hoy, en bancarrota con una hiperinflación del
13.000 % y una caída desmesurada de Producto Interno Bruto.
La peste roja ha extendido sus tentáculos de manera absoluta.
Para hegemonizar con un pensamiento totalitario ha monopolizado toda la vida
institucional, económica, cultural y política de país. Ha habido grandes y
tenaces resistencias teñidas de sangre, pero han sido insuficientes porque la
peste roja ha avanzado demasiado en casi veinte años, ya el cuerpo social está
debilitado, y ha estado avanzando en los últimos años para dar el zarpazo final
con el nuevo equipo gobernante, que dejó como presidente al que señaló el
comandante antes de morir en La Habana, en el año 2012. Este presidente no se
ha detenido, ha avanzado con más claridad, impulso y violencia dictatorial para
imponerse eliminando a quien se le atraviese por delante con los hombres e
instituciones escogidos.
Como mi madre, que encontró un antídoto para eliminar la
peste de sus gallinas y el gallo y no lo dejo a la gracia divina, ¿Será que los
venezolanos, sus hombres más preclaros y luchadores encontraran una salida que
recupere el cuerpo social de lo aún queda sano? O ¿tendremos que resignarnos a
morir ante los déspotas y barbaros en pleno siglo XXI? Un
país que se muere de mengua, de penurias, de colas, de aburrimiento, de pobreza
extrema, de una población que huye, ante un discurso oficial envenenado, parasitario, mortal. Como la
novela de Juan Rulfo titulada “Pedro Paramo”, en la cual Pedro Paramo se sentó
a las puertas de su gran hacienda y por inanición vio morir a todos sus
habitantes. AMANECERA Y VEREMOS.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario