“NOS HAN DADO LA TIERRA”
DE JUAN RULFO REVISITADA EN LA VENEZUELA
DEL SIGLO XXI. Angel Gustavo Cabrera. En memoria del Profesor Anell
Torrealba quien me enseñó a amar los cuentos de Juan Rulfo.
“Miro más atrás y no
veo a nadie. Entonces me digo: “Somos cuatro”. Hace rato, como a eso de las
once, éramos veintitantos; pero puñito a puñito se han ido desperdigando hasta
quedar nada más este nudo que somos nosotros”
“Así nos han dado esta
tierra. Y en este comal acalorado quieren que sembremos semillas de algo, para
ver si algo retoña y se levanta. Pero nada se levantara aquí. Ni zopilotes. Uno
lo ve allá cada y cuando, muy arriba
volando a la carrera; tratando de salir lo más pronto posible de este blanco
terregal endurecido, donde nada se mueve y por donde uno camina como
reculando. Melitón dice: - <<Esta es la tierra que nos han
dado>>” Tomado
del cuento “Nos han dado la tierra”
de la Antología Personal de Juan Rulfo.
“Lo asombroso de la relación de Rulfo con el lenguaje es qué
este crezca hacia adentro, que no solo no prolifere sino que disminuya
paulatinamente, incrementando su capacidad expresiva” Jorge Ruffinelli. Prólogo
del Libro Antología Personal de Juan
Rulfo.
El poeta venezolano Harry
Almela (1954-2018) afirmaba que en
el costumbrismo cultural había mucho que hurgar para encontrarse en la historia
de América Latina. El siglo XX ha dado una pléyade de poetas, escritores e intelectuales que han hecho hincapié en
nuestras raíces criollas buscando el eslabón perdido. El escritor mexicano Juan Rulfo (1918-1986) nos legó una
importante obra literaria en apenas dos
libros de muy pocas páginas: EL LLANO EN
LLAMAS y PEDRO PARAMO, salvo otras
producciones que habría que estudiar más detalladamente. Como bien nos dice
Jorge Ruffinelli en el prólogo del libro JUAN
RULFO: ANTOLOGÍA PERSONAL “Rulfo concebía su legado literario con
disminuciones rigurosas, no empleaba toda la voz sino el murmullo, aborrecía la
verbalización vacía, la retórica”. Más
adelante agrega “hay un cruce de las tradiciones literarias con el venero del
imaginario popular donde debe buscarse las opciones imaginativas y estilísticas
de Rulfo”. Juan Rulfo revierte la imagen
eurocéntrica del escritor hispanoamericano disciplinado y profuso. Bastaron
estas dos obras para perdurar en la historia en
la literatura universal e hispanoamericana. Ante una pregunta que le
hace el periodista y escritor Ernesto Parra en la Revista EL VIEJO TOPO del año 1979
sobre el hecho que a partir de 1955 no ha publicado nada, Rulfo responde: “He escrito más, lo que pasa es que no he
estado conforme con lo que hice. Y además me ha pasado algo que creo le puede
suceder a cualquiera, se impusieron ciertas corrientes literarias que te hacían
parecer que estabas escribiendo cosas ya envejecidas, pasadas de moda, que no
estaban de acuerdo con la situación, que no iban a ser tomadas en cuenta…” Quizás,
desde la reflexión, valió la pena quedarse con esas dos obras impregnadas de
regionalismo americano, oralidad que apuntala de dónde venimos y una riqueza
humana perpetua.
NOS HAN DADO LA TIERRA fue uno de los primeros cuentos
escritos por Rulfo en 1945, que luego los recoge en un libro entre 1953
titulado EL LLANO EN LLAMAS. Son cuentos del medio rural, propios de las
vivencias del autor, donde ficción y realidad se encuentran, es la época de las
demandas sociales, de los extensos latifundios y la explotación campesina, de
muchas penurias y pobrezas en el campo, de las migraciones internas con
regiones que quedaban deshabitadas, de la falta de trabajo y se iban de
braceros a Los Estados Unidos y dejaban todo. Dice Juan Rulfo. “Me encontré con
una serie de pueblos fantasmas donde no solo no había habitantes, sino que nadie
vivía,…” En el caso de NOS HAN DADO LA
TIERRA es la esperanza en vano de los campesinos por llegar a un pedazo de
tierra cultivable producto de los ofrecimientos hechos. Jorge Ruffinelli dice “que existe un diálogo iluminador entre estos
campesinos y el Delegado del Gobierno. El narrador cuenta con elocuente
laconismo, como aquellos campesinos posrevolucionarios habían aspirado a una
verdadera propiedad, no a <<este puro pellejo de vaca que se
llama llano >>; como soñaban legítimamente con las tierras fértiles bañadas por el río,
y no con el desierto; y cómo, en cambio, el Delegado parecía burlarse de ellos
al mostrarles la inmensidad del sitio y decirles: <<No se vayan a asustar por tener tanto terreno para ustedes
solos>> Aquí Rulfo no es solo irónico; es sarcástico.” NOS HAN DADO LA TIERRA es un cuento iniciático de compasión con los
seres humildes, de dolor y desamparo, de resistencia ante la adversidad y un
juego muy humano entre credulidad e incredulidad, "pero vamos a seguir adelante
a pesar de que le hayan quitado los caballos y las carabinas": “Yo siempre he pensado que en eso de
quitarnos las carabinas hicieron bien. Por acá resulta peligroso andar armado.
Lo matan a uno sin avisarle, viéndolo a toda hora con “la 30” amarrada a las
correas. Pero los caballos son otro asunto.” Gestos de resignación, de
ingenuidad, creyendo en la prédica de los jefes y el gobierno. Incluso de
sumisión e ignorancia. Ante la queja de la aridez de la tierra donde nada
crecerá, la posición oficial es muy tajante: “-Eso manifiéstelo por escrito. Y
ahora váyanse. Es el latifundio al que tiene que atacar, no al Gobierno que les
da la tierra. –Espérenos usted, señor delegado. Nosotros no hemos dicho nada
contra el Centro. Todo es contra el llano…No se puede contra lo que no se
puede. Eso es lo que hemos dicho…”
Esa literatura envejecida por los nuevos tiempos sigue
latente ante una modernidad que omite, que divide, que soslaya ese pasado
intacto, en muchos pueblos de nuestra América. Lo peor es que cuando revisite NOS HAN DADO LA TIERRA, la sensibilidad
y las lágrimas afloraron por las similitudes entre aquellas voces ingenuas
campesinas planteadas por Rulfo y la tragedia venezolana del siglo XXI en su
hambre, en su sed, en su sangre vertida,
en su larga mirada impaciente, en su paciencia esperanzadora. Para mí,
es allí donde descansa lo cumbre del autor, leer y releer no para regodearse en
el mero placer que ofrece una cómoda butaca sino para encontrarse de manera
comparativa con la realidad que nos circunda, que nos envuelve. Muy lejos
estamos de aquella ruralidad que conoció Juan Rulfo en sus viajes y pernotas,
en esa fragancia vertida en literatura recogida del campo, en esa crudeza vista
y vivida desde su niñez. “Nací en un
pueblito muy conocido, Apulco, en Jalisco, el 16 de mayo de 1918, pero muy poco
después nos fuimos a San Gabriel. Apulco era un pueblo aislado y por eso lo
saquearon y quemaron varias veces las bandas alzadas (…) En San Gabriel pase
toda mi infancia, era un pueblo grande –de unos 7 mil habitantes- y allí estaba
la escolta militar. En 1923 murió mi padre, Juan Nepomuceno Pérez Navarro, y en
1927 mi madre, María Vizcaíno.” De tal manera que esos registros marcaron
su vida y la vocación literaria genuina sin
necesidad de buscar afuera lo que tenía adentro. Incluso, algunos críticos sostienen que hay rasgos
autobiográficos en EL LLANO EN LLAMAS Y
PEDRO PARAMO, lo que no quita merito
a su obra porque la literatura se puede contaminar con la realidad. Ficciones y
verdad se entrecruzan en toda obra creativa. Sin embargo Venezuela vive hoy una tragedia sin precedente en su historia republicana donde los olores de muerte y dolor se cruzan tanto en el campo como en la ciudad poblada de barrios miserables, con el añadido demagogo de la promesa y el discurso del paraíso socialista que no ha llegado en ninguna parte del planeta tierra.
México y Venezuela son naciones marcadas por las diferencias
y las analogías. Y nada más importante que su viva cultura trajinada desde el
corazón de los pueblos en su lenguaje, sus andanzas y vicisitudes. México ha
dado mucho con sus poetas, escritores y artistas en el siglo XX, al igual que
Venezuela, con la particularidad que el petróleo la atravesó en toda la historia del siglo pasado,
sacándola de la ruralidad a pedazos, a dentelladas, dejando heridas y
sobrevivientes que hoy reclaman el regreso y su perpetuación. Lo peor, añorando ideologías extrañas a nuestros
orígenes e historia, teñidas de mucha demagogia, mentiras e imposturas. De
eso también tiene que encargarse la
literatura.
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