domingo, 4 de agosto de 2019

"NOS HAN DADO LA TIERRA" DE JUAN RULFO REVISITADA EN LA VENEZUELA DEL SIGLO XXI


“NOS HAN DADO LA TIERRA” DE JUAN RULFO REVISITADA  EN LA VENEZUELA DEL  SIGLO XXI.                     Angel Gustavo Cabrera.  En memoria del  Profesor Anell  Torrealba quien me enseñó a amar los cuentos de Juan Rulfo.

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“Miro más atrás y no veo a nadie. Entonces me digo: “Somos cuatro”. Hace rato, como a eso de las once, éramos veintitantos; pero puñito a puñito se han ido desperdigando hasta quedar nada más este nudo que somos nosotros”

“Así nos han dado esta tierra. Y en este comal acalorado quieren que sembremos semillas de algo, para ver si algo retoña y se levanta. Pero nada se levantara aquí. Ni zopilotes. Uno lo ve allá cada y  cuando, muy arriba volando a la carrera; tratando de salir lo más pronto posible de este blanco terregal endurecido, donde nada se mueve y por donde uno camina como reculando.  Melitón dice: - <<Esta es la tierra que nos han dado>>” Tomado del cuento “Nos han dado la tierra” de la Antología Personal de Juan Rulfo.

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“Lo asombroso de la relación de Rulfo con el lenguaje es qué este crezca hacia adentro, que no solo no prolifere sino que disminuya paulatinamente, incrementando su capacidad expresiva” Jorge Ruffinelli. Prólogo del Libro Antología Personal de Juan Rulfo.

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El poeta venezolano Harry Almela (1954-2018) afirmaba  que en el costumbrismo cultural había mucho que hurgar para encontrarse en la historia de América Latina. El siglo XX ha dado una pléyade de poetas, escritores  e intelectuales que han hecho hincapié en nuestras raíces criollas buscando el eslabón perdido. El escritor mexicano Juan Rulfo (1918-1986) nos legó una importante obra literaria  en apenas dos libros de muy pocas páginas: EL LLANO EN LLAMAS y  PEDRO PARAMO, salvo otras producciones que habría que estudiar más detalladamente. Como bien nos dice Jorge Ruffinelli en el prólogo del libro JUAN RULFO: ANTOLOGÍA PERSONAL “Rulfo concebía su legado literario con disminuciones rigurosas, no empleaba toda la voz sino el murmullo, aborrecía la  verbalización vacía, la retórica”. Más adelante agrega “hay un cruce de las tradiciones literarias con el venero del imaginario popular donde debe buscarse las opciones imaginativas y estilísticas de Rulfo”.  Juan Rulfo revierte la imagen eurocéntrica del escritor hispanoamericano disciplinado y profuso. Bastaron estas dos obras para perdurar en la historia en  la literatura universal e hispanoamericana. Ante una pregunta que le hace el periodista y escritor Ernesto Parra en la Revista EL VIEJO TOPO  del año 1979 sobre el hecho que a partir de 1955 no ha publicado nada, Rulfo responde:  “He escrito más, lo que pasa es que no he estado conforme con lo que hice. Y además me ha pasado algo que creo le puede suceder a cualquiera, se impusieron ciertas corrientes literarias que te hacían parecer que estabas escribiendo cosas ya envejecidas, pasadas de moda, que no estaban de acuerdo con la situación, que no iban a ser tomadas en cuenta…” Quizás, desde la reflexión, valió la pena quedarse con esas dos obras impregnadas de regionalismo americano, oralidad que apuntala de dónde venimos y una riqueza humana perpetua.
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NOS HAN DADO LA TIERRA fue uno de los primeros cuentos escritos por Rulfo en 1945, que luego los recoge en un libro entre 1953 titulado EL LLANO EN LLAMAS. Son cuentos del medio rural, propios de las vivencias del autor, donde ficción y realidad se encuentran, es la época de las demandas sociales, de los extensos latifundios y la explotación campesina, de muchas penurias y pobrezas en el campo, de las migraciones internas con regiones que quedaban deshabitadas, de la falta de trabajo y se iban de braceros a Los Estados Unidos y dejaban todo. Dice Juan Rulfo. “Me encontré con una serie de pueblos fantasmas donde no solo no había habitantes, sino que nadie vivía,…” En el caso de NOS HAN DADO LA TIERRA es la esperanza en vano de los campesinos por llegar a un pedazo de tierra cultivable producto de los ofrecimientos hechos. Jorge Ruffinelli dice “que existe un diálogo iluminador entre estos campesinos y el Delegado del Gobierno. El narrador cuenta con elocuente laconismo, como aquellos campesinos posrevolucionarios habían aspirado a una verdadera propiedad, no a  <<este puro pellejo de vaca que se llama llano >>; como soñaban legítimamente con las tierras fértiles bañadas por el río, y no con el desierto; y cómo, en cambio, el Delegado parecía burlarse de ellos al mostrarles la inmensidad del sitio y decirles: <<No se vayan a asustar por tener tanto terreno para ustedes solos>> Aquí Rulfo no es solo irónico; es sarcástico.” NOS HAN DADO LA TIERRA es un cuento iniciático de compasión con los seres humildes, de dolor y desamparo, de resistencia ante la adversidad y un juego muy humano entre credulidad e incredulidad, "pero vamos a seguir adelante a pesar de que le hayan quitado los caballos y las carabinas": “Yo siempre he pensado que en eso de quitarnos las carabinas hicieron bien. Por acá resulta peligroso andar armado. Lo matan a uno sin avisarle, viéndolo a toda hora con “la 30” amarrada a las correas. Pero los caballos son otro asunto.” Gestos de resignación, de ingenuidad, creyendo en la prédica de los jefes y el gobierno. Incluso de sumisión e ignorancia. Ante la queja de la aridez de la tierra donde nada crecerá, la posición oficial es muy tajante: “-Eso manifiéstelo por escrito. Y ahora váyanse. Es el latifundio al que tiene que atacar, no al Gobierno que les da la tierra. –Espérenos usted, señor delegado. Nosotros no hemos dicho nada contra el Centro. Todo es contra el llano…No se puede contra lo que no se puede. Eso es lo que hemos dicho…”

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Esa literatura envejecida por los nuevos tiempos sigue latente ante una modernidad que omite, que divide, que soslaya ese pasado intacto, en muchos pueblos de nuestra América. Lo peor es que cuando revisite NOS HAN DADO LA TIERRA, la sensibilidad y las lágrimas afloraron por las similitudes entre aquellas voces ingenuas campesinas planteadas por Rulfo y la tragedia venezolana del siglo XXI en su hambre, en su sed, en su sangre vertida,  en su larga mirada impaciente, en su paciencia esperanzadora. Para mí, es allí donde descansa lo cumbre del autor, leer y releer no para regodearse en el mero placer que ofrece una cómoda butaca sino para encontrarse de manera comparativa con la realidad que nos circunda, que nos envuelve. Muy lejos estamos de aquella ruralidad que conoció Juan Rulfo en sus viajes y pernotas, en esa fragancia vertida en literatura recogida del campo, en esa crudeza vista y vivida desde su niñez. “Nací en un pueblito muy conocido, Apulco, en Jalisco, el 16 de mayo de 1918, pero muy poco después nos fuimos a San Gabriel. Apulco era un pueblo aislado y por eso lo saquearon y quemaron varias veces las bandas alzadas (…) En San Gabriel pase toda mi infancia, era un pueblo grande –de unos 7 mil habitantes- y allí estaba la escolta militar. En 1923 murió mi padre, Juan Nepomuceno Pérez Navarro, y en 1927 mi madre, María Vizcaíno.” De tal manera que esos registros marcaron su vida y la vocación literaria genuina  sin necesidad de buscar afuera lo que tenía adentro. Incluso,  algunos críticos sostienen que hay rasgos autobiográficos en EL LLANO EN LLAMAS Y PEDRO PARAMO,  lo que no quita merito a su obra porque la literatura se puede contaminar con la realidad. Ficciones y verdad se entrecruzan en toda obra creativa. Sin  embargo Venezuela vive hoy una tragedia sin precedente en su historia republicana donde los olores de muerte y dolor se cruzan tanto en el campo como en la ciudad poblada de barrios miserables, con el añadido demagogo de la promesa y el discurso del paraíso socialista que no ha llegado en ninguna  parte del planeta tierra. 

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México y Venezuela son naciones marcadas por las diferencias y las analogías. Y nada más importante que su viva cultura trajinada desde el corazón de los pueblos en su lenguaje, sus andanzas y vicisitudes. México ha dado mucho con sus poetas, escritores y artistas en el siglo XX, al igual que Venezuela, con la particularidad que el petróleo la atravesó  en toda la historia del siglo pasado, sacándola de la ruralidad a pedazos, a dentelladas, dejando heridas y sobrevivientes que hoy reclaman el regreso y su perpetuación. Lo peor,  añorando ideologías extrañas a nuestros orígenes e historia, teñidas de mucha demagogia, mentiras e imposturas. De eso  también tiene que encargarse la literatura.    
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